Como para dar grandilocuencia a lo que hacemos, en muchas ocasiones escribimos en tercera persona del plural porque, como decimos (y aquí está el ejemplo) pareciera que somos más los que esto sostenemos.
Pues bien, en este artículo no voy a hacer lo mismo y no voy a hablar en tal tipo de persona porque el asunto de este, el meollo, tiene mucho que ver con el corazón y el corazón es algo personal y nada más que personal.
Ciertamente, hoy es un día muy importante para todos aquellos creyentes católicos que conocen a Lolo, de la forma que sea que haya sido tal conocimiento. Y es que hoy, exactamente hoy, se cumplen 100 años del nacimiento de Manuel Lozano Garrido, luego Lolo, luego Beato de la Iglesia católica, de la que formamos parte como piedras vivas y, en su caso, como argamasa que une el amor con el sufrimiento, el poder con el querer.
Escribir sobre el beato linarense no suele ser difícil. Quiero decir que como lo pone todo tan fácil sólo hay que dejarse llevar por el corazón y, luego, todo es sencillo.
Seguramente cuando nació aquel niño, aquel 9 de agosto de hace, justamente, 100 años, sus padres esperarían de él lo mejor (como suele ser lo normal en cada nacimiento) y, aunque a lo mejor no vino al mundo con un pan bajo el brazo sí vino al mundo con una intención puesta por Dios en su corazón y que tenía todo que ver con la fe y confianza que el recién nacido iba a mostrar por su Padre del Cielo.
Quien sabe algo de Manuel sabe muy bien que normal y ordinario era lo justo. Es decir, que sí, que su vida se desarrollaba como la de cualquier otra persona pero ya mostró cierto síntoma preocupante (para el mundo) cuando se ofreció, en una edad más que temprana, a ser un Tarsicio del siglo XX al llevar la comunión a los que no podían recibirla. Y tengo que decir que, si bien él mismo manifestó su voluntad de querer recibir el martirio cuando, como diría San José Sánchez del Río (niño-mártir mexicano), nunca había estado “tan fácil ganarse el Cielo”, Dios le hizo un favor más grande convirtiéndolo en mártir, por testigo de la fe, a través del sufrimiento y del dolor. Y bien que se lo supo agradecer Lolo a su Creador.

¡Felicidades, Lolo!
Digo arriba, en el título, que le doy 100 veces gracias a nuestro hermano en la fe católica. Y no lo hago sin motivo alguno sino, precisamente, con todo el motivo del mundo pues motivo es todo lo que es personal y va más allá, incluso, de una razón, una causa o una circunstancia. Motivo, sí, porque lo hay para agradecer al beato Lolo que se ganase en vida una justa y legítima fama de santidad.
Al respecto del título que lo adorna, resulta curiosa la anécdota (que a lo mejor ya he puesto en otro lugar pero que vale la pena recordar) en la que Lolo demostró que no era profeta ni hijo de profeta. Y es que, en una ocasión, en la Guerra Civil española (1936-1939 para los que no sean de estas santas tierras de España) le dijo a un mando superior que si quería él (Lolo) estaba dispuesto a afeitarlo. Sin embargo, eso no parecía hacerle mucha gracia a tal mando porque pasó esto:
- Mando: no, no, que con la fama de beato que tienes, a lo mejor me cortas el cuello (o algo así le dijo el buen hombre a nuestro Manuel).
- Manuel: ni soy beato ni creo que lo sea nunca.
Está claro que, como suele decirse, el hombre propone y Dios dispone. Y, en este caso, bien que puede verse pues, con el paso del tiempo, mostró y demostró que sí, que tenía más que mucho para subir a los altares como hizo el 12 de junio de 2010.
Podría decir, y digo, por ejemplo, que le doy las gracias a Lolo por, por ejemplo.
- Haber sido modelo de fe y perseverancia en la misma,
- Haber sido capaz de aceptar la Voluntad de Dios para su vida,
- Haber mostrado una gran entereza a prueba de jeringuillas y otros remedios médicos,
- No haberse dejado vencer nunca por la desesperanza,
- No haberse venido abajo en los momentos más difíciles de su vida,
- No haberse dejado llevar ni por las circunstancias de sus dolencias ni por nada que supusiese sufrimiento,
- Haber sido capaz de agradecer, con largueza, la Voluntad de Dios,
- Haber sido capaz de ser semilla y levadura, sal y luz,
- Haber sido capaz de no rendirse nunca,
- Darnos la mano a nosotros, que tantos años después lo hemos conocido, para llevarnos a Dios a través de su sufrimiento y su dolor,
- Darnos la mano a nosotros, que lo conocimos luego de su marcha al Cielo, para acercarnos al Padre Eterno mirándonos en él como en un espejo,
- Darnos la mano a nosotros, que tanto nos quejamos por una nada o menos que nada, y ponernos bajo el manto de María para que la Madre, siguiendo a su hijo doliente, Lolillo de su corazón, nos ponga ante el Todopoderoso.
Es casi seguro que podría seguir un rato poniendo aquí un memorial de agradecimientos; podría llegar hasta 100 de intentarlo. Sin embargo, creo que es suficiente como para mostrar y demostrar que, como de nacidos es ser agradecidos… pues eso, que quiero tener un buen nacimiento al Cielo siguiendo el ejemplo de Lolo y, con mi hermano y amigo Manuel, poder mirar, algún día, al mundo desde el balcón de la vida eterna como él miraba el santísimo Sagrario desde la ventana en su casa.
100 veces gracias, Lolo. Y son pocas, bien pocas.
¡Ah, se me olvidaba!, ahora sí, en plural,
Beato Manuel Lozano Garrido, ruega por nosotros.
Entradas relacionadas

Licenciado en Derecho, casado y con dos hijos. Amigo de Lolo y bloguero en defensa de la fe.