Con la fe a flor de piel, podemos decir, escribe Lolo este artículo, el segundo de los referidos sobre Tíscar, su romería y su Virgen a los que los sus hijos van a dedicar cuatro mil cohetes, cada cual por sus propias razones, sus agradecimientos y todo lo que nace del corazón para que vaya al de la Madre que tanto ha dado a sus pequeños que vienen de todas partes a mostrar un cariño tan especial.
Las personas que acuden al Santuario a agradecer a la Virgen María los muchos favores que han recibido sus hijos tienen la emoción a flor de corazón porque saben que su Madre los espera y quiere para ellos lo mejor. Y ellos, lo mejor que saben, se lo agradecen.
Publicado en las revistas “Úbeda” en octubre de 1956 y “PAX”, en noviembre de 1957
Hablando de las devociones del pueblo decía Aranguren que “el catolicismo es una religión popular y esta exige un elemento figurativo en que encarnar”. No quitan ciertos excesos para que manifestaciones así, sean a veces, el único nexo que canaliza y aviva una fe a la que motivos complejos privan habitualmente del culto y los sacramentos. Así, las romerías, que si para muchos pudieron ser excusas para la francachela, esas muchedumbres, a las que una orografía accidentada aísla en las sierras, hallan en ellas la única oportunidad para respaldar unas creencias cinceladas al amor de los tizones.
La de la Virgen de Tiscar, en Jaén, es una de estas singularidades fervorosas.
TISCAR, “RECUERDO”
Sobre la arista y el viento, como un águila que petrificó su garra sobre la cima, hay un castillo que erizaba de espanto a los bravos mozos de Ximénes de Rada. A los pies, sí, la sinuosidad y el rumor tenaz de un arroyo. Y entre ambos, un templo mariano, como el vértice para la rosa de todos los caminos, como una cita sobre razas y dominaciones. La trajo Isicio, “Flor de la Bética”, dilecto de Santiago, y hasta el moro la respetó justificándose en las gabelas de los peregrinos. Se sucedían los sitios y los fracasos y Ella seguía en la fortaleza; como un enclave que espoleaba a la reconquista. El infante, deprimido, intentaba suspender el cerco. Y fue un escudero el que rompió el equilibrio. Al alba se le vio sobre la pared vertical, la espada entre los labios. Después, sobre la torre del homenaje ondeó el pendón cristiano para siempre.
PIES CON SANGRE
Ahora, los caminos que llevan a Tíscar, en el alto Jaén, hormiguean cara al sol de la mañana de otoño. Granada y Guadix-Baza escancian por las sendas forestales a los suyos con raíces de morería. En la Atalaya, con la Cueva a la vista, hace su alto la ancha familia del Adelantamiento, cristianos viejos de la rancia Castilla. Hay en los pies una común desnudez y los hilillos de sangre de la penitencia. Sombreros amplios, rostros de un hieratismo ancestral, moños altos, pañuelos multicolores, caras inéditas y, sin embargo, entrevistas; las mismas que aunó la fe y ahora airea por el mundo el mágico pincel de Zabaleta. Caminar a pie, con la planta sobre la tierra que arde, es como un expiación voluntaria. Pueblos enteros se ponen sobre el asfalto sin un gesto, como un viejo rito que la devoción purifica. Diez, veinticinco, cuarenta kilómetros a prueba de inclemencias. Desde Galicia, en cuarenta y tantas etapas, vino una mujer que salió de entre los maizales. Luego el último centenar de metros, de rodillas, sobre una grava puntiaguda que no supo de apisonadoras. Un viejo con cara de pergamino se apoya sobre los brazos de un hijo. Jadea. Y, sin embargo, las palabras de aliento huelgan, porque la Virgen está a la vista. Y es ya dentro, junto a Ella, cuando se produce la eclosión emotiva; un dulce piropear con ritmo y fondo de letanía oliva verde, espiga de oro, manos de nieve- que crece hasta encadenarse en un “mayo”: “En el valle de Belerda – ha nacido un alhelí – Al camarín de la Virgen – yo mismo se lo traí”.
COHETES DE PROMESA
Este alba se alzó con toda la paz de las campiñas. Suelo de cristal y techo de estrellas, las estalactitas tienen vacías sus nidadas de palomas. Para el rebeco y la cabra montés no se ha hecho hoy el reclamo del río. Todo es ahora un acribillar de estampidos al silencio. El pastor, que apenas balbucea porque no supo del diálogo en el monte, da al aire su afecto en un crepitar de cohetes. No hay segundo sin su punteo ruidoso. Los Ángeles de la Guarda echan hoy horas extraordinarias por la rústica impericia de los campesinos.
-Yo, este año pasaré de los cuatro mil –explica un vendedor de cohetes-.
-¿Y los facilita a todo el que los desea?
-Claro. Son promesas que hacen y que han de cumplir a la Virgen: Una, tres docenas, que ellos mismos disparan.
-¿Y no es peligrosa esta distribución?
-Sí que lo es, pero la Virgen parece que tiene un seguro de accidente. Verá: hace tres años me ardió a mí, con la plaza repleta, un puesto con más de trescientas docenas. Aquello pudo ser una tragedia, pero no hubo nada. Sobre esta protección yo podría cortar mucha tela.
-Esta noche –confirma el pintor Zabaleta que ha venido a captar tipos para sus lienzos– la hemos pasado en vela unos cuantos amigos. En una habitación, consumimos centenares de cigarrillos. Cuando al fin destapamos cierto bulto cerca del cual se habían estrellado cerillas y cigarrillos, descubrimos, con espanto, que ¡era un saco de cohetes!. ¡Pudimos volar!.
PESOS ARGENTINOS
Entre tanto, se ha cumplido la fiesta y la procesión se pone en marcha.
Si el paisaje es una reedición de Belén, aquí están también los hombres, el tesoro elemental de las gentes de Belén y su añorada simplicidad. Primero es el pujar por la dulce carga de la Virgen y, como no es posible a todos, su ingenua aglomeración masiva. Después la lección teológica de los vivos y las ofrendas; conceptos como arrancados de un salterio, entregas que harían reír si con su ternura no hicieran antes llorar: el rosquillo de dulce, el juguete o el molinillo de papel para que el niño juegue y no piense en la Cruz; la lluvia de caramelos para la amarga corredención de Ella; el celemín de trigo, el anillo de esponsales, billetes prendidos al manto con alfileres. Entre éstos, destacan hoy unos pesos argentinos que se acompañan de esta nota: “En agradecimiento por la curación de una hija”.
GITANOS QUE REZAN
¿Quién negó la fe a los gitanos? Cumpliendo generosamente un voto, aquí están hoy, junto a un chófer que explica:
-Hace años volqué cuando pasaba por aquí con el camión. Como la Virgen me libró, hice voto de venir con él lleno de gente todos los años. La mitad de lo que recaudo lo entrego para Ella.
Cuando la tarde cae entre una orgía de oros y malvas, hombres a los que tal vez en su hora capital salve el recuerdo de este día, parten hacía sus caseríos. Es el momento para el regreso del rebeco y la paloma.
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Manuel Lozano Garrido «Lolo«, fue beatificado el 12 de junio de 2010 y su festividad se celebra el 3 de noviembre. En vida, fue un joven de Acción Católica, mariano, eucarístico, escritor y periodista. Enfermo desde los 22, estuvo 28 años en silla de ruedas y sus 9 últimos, ciego; podríamos presentarlo como «Comunicador de alegría a los jóvenes, desde su invalidez». Llamado ya por muchos como el Santo de la Alegría.
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