
Los pantanos se construyen en las afueras
La oración, entendida como la especial relación del hijo con su Padre, Dios Eterno, recoge la fuerza que le llega del Cielo y se la devuelve al Todopoderoso en forma de plegaria fiel y sentida
La oración, entendida como la especial relación del hijo con su Padre, Dios Eterno, recoge la fuerza que le llega del Cielo y se la devuelve al Todopoderoso en forma de plegaria fiel y sentida
Acerca del amor que solemos tener las personas, juegan las lágrimas un papel importante porque expresan lo que, de secreto, tiene nuestro corazón.
Manuel Lozano Garrido escribió en el Semanario ‘Signo’, el 8 de enero de 1955, «doce recursos de urgencia, los telegramas de otras tantas súplicas para cada una de las doce campanadas que inician el año».
Cuando se da por amor lo que Dios quiere que se dé por amor se hace todo lo posible para que la falta de compresión sobre la vida religiosa de acabe superando.
Ciertamente, del Árbol, así con mayúscula, de la pobreza bien entendida nace una entrega tan especial como es la de las religiosas de clausura; sus frutos, el amor.
Ciertamente, cuanto alguien tiene fe y la tiene arraigada en su corazón, es más que cierto que obtendrá frutos de la misma o alguien los obtendrá.
La ternura tiene cauces que se expresan a la perfección en la vida entregada de las religiosas de clausura a la que Lolo demuestra conocer más que bien.
La Navidad es momento más que apropiado para recordar a aquellas hermanas nuestras que han decidido gozar de la misma detrás de la tapia de un convento.
El amor, cuando se da al mundo de forma abundante como el caso de los religiosos de clausura, sólo puede ser bien visto por Dios.
Las destinatarias de las Cartas a religiosas escritas por un hombre en sillón de ruedas al pie de la tapia de sus conventos se saben amadas por tal corazón.
Un madre entregada a la labor de ayudar a crecer a sus hijos es, exactamente, una huella de Dios en el mundo, por amor.
El recuerdo del lugar donde uno ha pasado su, lejana infancia, llena los corazones de los ausentes y los une en una especie de hermandad de la distancia.
Lo que nos hace más altos no es la altura sino lo que más ansía Dios de nosotros que no es otra cosa que el amor como considera el Padre que es de importante.
Santiago, Apóstol en Hispania de la Buena Noticia, está desalentado. Pero la Virgen María viene a él para alentarlo y sembrar en su corazón el propio de Cristo.
No es extraño que el ser humano pueda caer en la desesperanza. Sin embargo, también es cierto que siempre tiene a Dios como salvavidas y salvaalmas.