Como miembro que fue Lolo de Acción Católica no podía dejar de recordar que se dio entrada de pleno derecho a la juventud en tal organización religiosa. Y es que era necesario que no se perdieran almas en aquellos tiempos.

Que naciera en 1931, apenas unos días después de proclamada la malhadada Segunda República, era un buen síntoma de lo que iba a suceder en no mucho tiempo con algunos de sus miembros.

Es cierto y verdad que Acción Católica fue, según nos dice Lolo, una buena cantera de sacerdotes pero también de mártires. Y es que, como diría San José Sánchez del Río, otro mártir joven mexicano, se había puesto muy barato subir al Cielo…

Vemos, por tanto, que fueron aspirantes a todo… hasta a dar su sangre.

 

 

Publicado en la revista Signo, el 3 de octubre de 1955

 

El Aspirantado, la obra queridísima y predilecta que ha dado a la Juventud tantos dirigentes, va a cumplir sus veinticinco años, las bodas de plata, por tanto.

Aunque cabrían distintas apreciaciones sobre la presencia del adolescente, no admite duda que su incorporación definitiva fue en 1931, y la conmemoración propia, en consecuencia, el 8 de mayo del año próximo, vigésimo quinto aniversario de su creación como tal, con características propias y fines específicos.

La presencia del adolescente en las filas de la Juventud es ya tan antigua como la misma A.C. No obstante, al principio se le admitía más bien en un gesto de ayuda, como una concesión accesoria, ajena al fin fundamental de restaurar el espíritu, de ganar urgentemente al hombre en peligro que imponían las circunstancias. La necesidad era, pues, entonces, «actual», improvisada, con el tiempo mínimo para renovar un alma, darle el espaldarazo y lanzarla a la pelea. El instinto de conservación no daba para el futuro.

Pero tampoco cabía –ni era caritativo- ir caminando en la vanguardia, desoyendo el clamor de la inocencia y dejándola en tierra de nadie. Y el chaval tuvo su hueco, más bien como una indulgencia, mejor aún, como una protección. Así, en el Centro donde nació el Aspirantado, ya había adolescentes en 1929. Os quiero llamar la atención de uno de ellos: Antonio Pérez López, de quien Dios tuvo a bien aceptar su sangre. Fijaos bien en esto: ya el Señor eligió un mártir de entre los primeros aspirantes.

Después llegaron a tener sus decurias, pero ya decimos que con carácter secundario. Sin embargo, la Juventud arraigó al fin y los adolescentes dieron un resultado sin sospechas. Fue entonces cuando hubo que pensar en ellos, y el 8 de mayo de 1931 nació su organización propia, pensada y encaminada para su bien, con un fin primordial de captación y formación infantil. Y es aquí donde se hace necesaria una nueva llamada: el alma de la fundación fue también requerida por Dios, pero a esa inmolación no menos gloriosa que es el sacerdocio. Don Juan Bautista García del Castillo es hoy párroco de Abla (Almería).

He aquí por dónde que las dos tónicas más gloriosas de la Juventud –el sacerdocio y el martirio- empiezan ya a darse como una constante histórica desde el nacimiento de su obra más representativa y que, después, sus dedicaciones más fervorosas estén signadas por la inmolación. Así, Manolo Llanos, el delegado nacional que murió con el crucifijo clavado en el corazón; Antonio Rivera, el mutilado héroe del «tiro sin odio», y la legión de levitas que encabezaron Aparici y García del Castillo.

Convendrá meditar sobre estas características. Por lo pronto, no olvidemos una consecuencia: ¡qué gran cosa no será nuestra obra predilecta que mereció la gran siega de Dios! Nada puede extrañarnos que ahora sea una cantera de dirigentes. Es el ciento por uno de la promesa.

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