(Imagen de Google)
En la vida pasan cosas que le hacen pensar a uno en la Providencia de Dios y, por tanto, en el caso exacto y seguro de que Dios provee, como dice tal cualidad, a quien lo necesita.
El caso es que el que esto escribe estaba buscando una placa en la que, al parecer, se dice el lugar donde nació Cristóbal de Olid. Sin embargo, no encontré eso sino la calle de nombre “Manuel Lozano Garrido”.
Es cierto que en esta calle no nació Lolo (vino al mundo en la Plaza del Ayuntamiento, vivienda de su abuelo) y, seguramente, tampoco vivió en ella (que me perdonen si es que sí) Sin embargo, sí que podemos imaginárnoslo en alguna de las que vivió y como la susodicha calle lleva su nombre pues, en fin, que nos puede venir la mar de bien para hacer este ejercicio de acercamiento al linarense universal.
Es más que cierto que donde Lolo vivía su casa era una que lo era abierta y que a nadie se negaba su entrada pues, según tenemos entendido, acudían a ella personas de todas las edades y con muchas circunstancias particulares en busca de ayuda y auxilio de parte de su vecino Manuel. Y es que podemos imaginar el trajín que se llevaría Lolo con tanta visita que, además, agradecía en mucho como puede verse en sus libros donde refleja lo que entonces pasaba.
Pero es que en esa calle donde vivía Lolo lo hemos visto, en fotografía, asomado a la calle desde la ventana de su casa. Y es fácil adivinar la causa de esto que no es otra que la enfermedad (seguramente multiplicada por otras afectaciones físicas) que le impedían poner los pies en el suelo y desplazarse calle arriba y calle abajo o a cualquier otro lugar en busca de la noticia. Manuel, pues, asomado mirando (antes de perder la vista y luego, seguramente, sólo escuchando) el devenir de unos vecinos que van de aquí para allá y que, con toda seguridad, miran hacia arriba para saludar a su amigo y darle los buenos días o, vaya usted a saber, las buenas tardes o noches…
La calle donde vivía Lolo debió ser una que lo era alegre. Y es que teniendo un vecino como el hermano de Lucy es fácil imaginar que, siendo especialmente alegre como era Manuel, tal alegría la transmitía a todo aquel que se le acercaba y, desde su casa, en aquella calle (fuera la que fuera) las “buenas ondas” eran transmitidas por doquier.
¡Cuántos médicos o enfermeras tuvieron que pasarse por aquella calle! (fuera la que fuera) Y lo mejor es que sabían que, al ser recibidos por Lolo, en su casa y en aquella calle, iban a salir fortalecidos por encontrarse con un enfermo que sabía llevar más que bien sus dolencias y padecimientos (muchos ya a lo largo de los años) y sería más de una vez la que se llevarían las manos a la cabeza al comprobar la fortaleza física de quien tan mal lo estaba pasando. Y, es más que seguro, que alguna que otra vez y alguna de aquellas personas se preguntara si no tenía “ayuda” especial de “arriba”, si ustedes nos quieren entender… pues aquello parecía bastante sobrenatural.
Debe ser cierto, también, que la calle donde vivía Manuel Lozano Garrido (fuera la que fuera) tenía su especial entrada al Cielo cuando se traspasaba la puerta, fuera el número de la casa el que fuera, que llevaba a la casa de aquel hombre que, en cualquier momento podía hacer un chascarrillo o ponerse más que serio cuando daba algún consejo o le salía del alma, digamos, algún aviso o algo por el estilo. Y es que Lolo, a fuerza de saber sobrenadar sus padecimientos quería que los demás nada sufriesen con lo suyo y tener, como decía, un “dolor con escafandra” donde sólo él padeciese y por eso era como era.
También podemos decir que, dadas las circunstancias por las que pasó el ahora Beato Lolo, es bien cierto que en aquella calle (fuera la que fuera) y en la casa en la que vivía junto a su inseparable hermana-madre Lucy, la fama de santidad debía, casi, olerse como el bonus odor Christi como dejara dicho otro santo, San Josemaría (Forja, 92), acerca de eso y que es que” El “bonus odor Christi —el buen olor de Cristo es también el de nuestra vida limpia, el de la castidad —cada uno en su estado, repito—, el de la santa pureza, que es afirmación gozosa: algo enterizo y delicado a la vez, fino, que evita incluso manifestaciones de palabras inconvenientes, porque no pueden agradar a Dios.” ¿Le pega todo eso a Lolo o no? Y todo eso en aquella calle (fuera la que fuera) y en aquella casa, la suya.
Pero, por otra parte, ni qué decir tiene que, por supuesto, el que esto escribe no encontró la placa con la indicación del nacimiento de Cristóbal de Olid pero no podemos negar que el descubrimiento de la calle de Lolo es premio más que suficiente para una tal aportación de la Providencia de Dios. Y es que , por si eso no fuera ya suficiente, resulta que la Calle Manuel Lozano Garrido, hace esquina con la Calle Pedro Poveda… En fin, es que en el Cielo todos están más que cerca…
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Licenciado en Derecho, casado y con dos hijos. Amigo de Lolo y bloguero en defensa de la fe.
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