En Semana Santa, tiempo en el que fue publicado este poema (aquel 8 de abril de 1971 era Jueves Santo) es un momento muy apropiado para que la Cruz de Cristo nos diga muchas cosas del espíritu. Y eso es lo que Lolo hace aquí, con este poema.

Carga con la Cruz Cristo pero también cargamos nosotros con las nuestras. La diferencia es que la suya fue redentora y las nuestras, seguramente, fruto de nuestras acciones u omisiones.

Y luego… nuestro amigo de Linares que quiere sustituir a Cristo en su Cruz porque sabe que no la merece. Y nosotros, que conocemos algo la vida de Manuel sabemos que también cargó con alguna que otra aunque no fuera debido a pecado.

 

Publicado en el Diario “Jaén”, el 8 de abril de 1971

 

SEMANA SANTA

¿”Tu” cruz, “mi” cruz, “su” cruz? La Cruz, a secas, sin ningún posesivo.

“Romano, ¿Quién es ese que llevas con soguilla?”.

“¿Y quién puede saberlo?

En la tabla no pone

apellidos del padre o la familia.

Un hombre gris tan solo,

Juan Nadie o del montón,

de oficio carpintero”

-“¿Y tanta algarabía para un artesano?

¡Si cualquiera dijese que se extraña

de un hombre con el palo de tarea…!”

-“Es por eso. Por eso es una Cruz.

Si tiene pedrería o mucho oro

pudiera que llegase a relicario;

pero así,

respirada al nacer como virutas,

cepillada en sudor,

doliéndonos el brillo del traje dominguero,

con hormigas, pedazos de resina

y nombres tatuados.

De madera, la cuna; de serrín, el aliento;

de epitafio, cortezas

con líquenes y orugas.

Se declara una guerra y nos marchamos

al compás de canciones de heroísmo.

Nos atrapa una maquina las uñas

y mordemos los labios en un silencio hombruno.

La vanidad nos pone

raíces de laurel en calles con banderas.

Cualquier chiquilicuatro

tiene un botón de furia que le haga

levantador de pesos.

Pesar, pesan las nubes

de vida cotidiana,

el billete diario del tranvía,

la hora de firmar, el anticipo,

que nos quiten los pluses, el coche del de enfrente,

la farmacia, las letras o los años.

Es la vulgaridad la que nos tunde

como lluvia de piedras.

Nosotros aguantamos porque resta la vida,

pero ¡Él, que va a morir

en traje de faena

y nos lleva a los hombros como soles caídos!

Yo me monto a caballo con mi orgullo y mi ira,

y tú, y aquel, y el otro gravitando en común,

como un cielo nocturno meneado en su tronco.

Tú, vas de meteorito y yo voy de planeta

y todos mis amigos formando una galaxia.

¡Si pesarán los Andes, el Moncayo,

y hasta el propio Everest,

Venus, Neptuno o Sirio!

Mas parecen vilanos

junto a la pesadumbre de la malicia humana.

Él se carga –nos carga-

y un chasquido telúrico de caracol pisado

le cruje por el cuerpo.

Los tímpanos revientan del quejido

de cisne acuchillado

que tiene la mañana.

¡Oh! Quítate de allá, mi dulce serafín,

que no te corresponde.

Yo si merezco ser la perra gorda

y el raíl del tranvía ,

más no Tú, tan jazmín, tan nieve y sol,

tan eterno que, juntos,

son chispas de afilar los años-luz.

Yo soy el que debiera

estar en ese sitio,

aunque la cruz me aplaste, como a un escarabajo.

Me deben ya sus golpes los herreros,

sus piedras los pastores y un carretero el látigo.

Envidio a los lagartos o al K.O. de un boxeador,

que reptan por los suelos

“¡No tenemos derecho!”, os digo, hermanos.

Cuando una golondrina apenas roza el campo,

y en cambio el mismo Dios

planta su nido en medio de la calle,

cargamos en alud con piedras y puñales.

Si me dais una lágrima

bajando la cabeza

yo me pongo y le hago un corazón sencillo.

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