El ansia de querer mejorar en un aspecto social tan importante como es la educación supone, de parte de quien así se manifiesta, que tiene un verdadero interés por la mejora, en este caso, de la educación.

El ansia de querer mejorar en un aspecto social tan importante como es la educación supone, de parte de quien así se manifiesta, que tiene un verdadero interés por la mejora, en este caso, de la educación.
Seguramente no puede haber nada mejor para una determinada tierra que haya quien se preocupe por ella y aporte soluciones a sus problemas. Y eso es lo que pasa aquí, donde Manuel Lozano Garrido se acuerda, para bien, de Jaén.
Está más que bien que un periodista tan bien informado como era Lolo, tuviera conciencia de qué es lo que pasaba en algunas partes de su provincia, Jaén, y no se corte nada de nada para señalar lo que creía mala cosa.
Siempre es bueno que se entreviste a personas que, por su especial conocimiento de terminado ámbito, puedan aportar luz a situaciones difíciles. Y Lolo lo hace con Agustín Serrano de Haro que fue, en su tiempo, una luminaria a tener muy en cuenta.
Cuando se aprecia un problema social que, en este caso, era grave, nada mejor que instar a la mayoría a poner su granito de arena para tratar de solucionar. Y, entonces, con la voluntad necesaria, es más que probable que sea algo que ya pasó.
El recuerdo del lugar donde uno ha pasado su, lejana infancia, llena los corazones de los ausentes y los une en una especie de hermandad de la distancia.
Entre Agustín Serrano de Haro y el Beato Manuel Lozano Garrido se establece una relación que a más allá del conocimiento: ambos pasan por el mundo bajo la capa del dolor y la escritura: hijos de Dios teniendo por Maestro a Cristo.