El amor que tiene Lolo por la tierra de Tíscar, por el Santuario de su Virgen y, en fin, por todo el entorno que eso rodea, es manifiesto a lo largo de muchas partes de su obra.

El amor que tiene Lolo por la tierra de Tíscar, por el Santuario de su Virgen y, en fin, por todo el entorno que eso rodea, es manifiesto a lo largo de muchas partes de su obra.
Este poema está escrito al atardecer de un día en el que Lolo siente aquel paisaje de Tíscar hasta el centro de su corazón.
Cuando se dice que los caminos de Dios son, por decirlo así, difíciles de conocer porque sólo los conoce Él, expresamos que, de todas formas, nos debemos a su Providencia. Y siempre nos sorprende.
El amor, cuando se da al mundo de forma abundante como el caso de los religiosos de clausura, sólo puede ser bien visto por Dios.
El recuerdo del lugar donde uno ha pasado su, lejana infancia, llena los corazones de los ausentes y los une en una especie de hermandad de la distancia.
Nada puede haber peor para un pueblo que olvidar a sus hijos. Pero a Andrés Segovia su Linares natal dejó de olvidarlo y fue su músico bien particular.
A tenor de lo que nos dice Lolo, solo sólo está aquella persona que no tenga sueños o tenga ideales.
Los paisajes que Dios ha puesto en nuestras vidas lo han sido para que sepamos que su mano, su corazón y nuestra esperanza tienen todo que ver con Él.
Entre Agustín Serrano de Haro y el Beato Manuel Lozano Garrido se establece una relación que a más allá del conocimiento: ambos pasan por el mundo bajo la capa del dolor y la escritura: hijos de Dios teniendo por Maestro a Cristo.
La imaginería ha de procurar que el misterio de la fe que se encierra en una situación determinada salga a la superficie expresando las profundidades del creer.
El Vía crucis de Cristo se hace presente en el siglo XX a través de la vida de los mártires de Acción Católica que supieron que su misión era de Dios y era para Dios.