Contemplar la Navidad desde el punto de vista de Aquel que vino al mundo a salvar al mundo y que era un Niño, así, indefenso, nos permite ver la verdad de lo que, desde entonces, ha ocurrido.

Contemplar la Navidad desde el punto de vista de Aquel que vino al mundo a salvar al mundo y que era un Niño, así, indefenso, nos permite ver la verdad de lo que, desde entonces, ha ocurrido.
Ciertamente, está más que bien comprender y tener por bueno y mejor que cuando Cristo es llevado en volandas por las calles de nuestros pueblos, lo hace para que recordemos que un día fue llevado por otras calles para que nosotros podamos salvarnos.
Como hace en otras ocasiones, Lolo hace de una realidad tangible una oración con la que expresar lo que piensa acerca de eso que trate. Y ahora, del pan a los Apóstoles no va tanto trecho como se pueda pensar.
Comprender la Cruz, tenerla como referencia en la vida del discípulo de Cristo, es lo que debe ansiar todo hijo de Dios.
Ciertamente, aunque los tiempos llamados “fuertes”, como la Cuaresma, se han vivido de forma distinta en determinados momentos, no por eso deja de ser importante la misma.
Es bien cierto que un elemento físico como es la síndone no es, digamos, algo sin importancia sino, al contrario, la prueba de que aquel hombre, Jesucristo, sufrió y entregó su vida por sus hermanos.
Ciertamente, querer tener una imagen del Hijo de Dios, enviado al mundo para que el mundo se salvase, es algo más que un deseo porque es, sobre todo, una añoranza.
Nuestro amigo Lolo sabe, como hace siempre, trasladar al mundo de hoy lo que tantos siglos se viene celebrando y es la Cruz redentora la que vence.
Escribir sobre una de las manos agujerada por un clavo y que la misma sea de Cristo es una forma de dar gracias a Dios y de poner las cosas en su sitio.
Recibir la Primera Comunión no deja de ser un momento más que especial para un niño porque es como abrirse al mundo espiritual ya para siempre. Y para Lolo es lo que fue.
Dirigirse a la Virgen María atribuyéndole ciertas verdades que no siempre son evidentes, es muestra de un amor que ha arraigado más que bien en el corazón.
Sin duda alguna, saber y ser consciente de la presencia de Cristo en su Templo que es el corazón sólo puede ser causa de gozo y alegría.