Sin duda alguna, saber y ser consciente de la presencia de Cristo en su Templo que es el corazón sólo puede ser causa de gozo y alegría.

Sin duda alguna, saber y ser consciente de la presencia de Cristo en su Templo que es el corazón sólo puede ser causa de gozo y alegría.
Dirigirse a la Virgen María atribuyéndole ciertas verdades que no siempre son evidentes, es muestra de un amor que ha arraigado más que bien en el corazón.
Por muchos siglos que hayan pasado, la sangre que Cristo empezó a verter en el Huerto de los Olivos está intacta en los sufrimientos del mundo.
Somos hermanos con Cristo; y lo somos hasta cargar con nuestra cruz o cruces, y nuestra humanidad se siente recompensada sabiendo que camina junto al Hijo de Dios.