Poco después de un viaje a Madrid a la clínica del Dr. Jiménez Díaz, ofrecen a Lolo ir a Lourdes en una peregrinación de enfermos. El Dr. Jiménez Díaz diagnosticó el caso de la enfermedad de Lolo como ‘sin solución’. Era el mes de mayo de 1958. Es oportuno, sencillamente copiar la crónica directamente del testimonio de Lucía Lozano en el Proceso:

Lucy recibe el saludo del Cardenal Amigo en la Beatificación de Lolo

Lucy recibe el saludo del Cardenal Amigo en la Beatificación de Lolo

El viaje fue muy penoso. Lolo tuvo que hacerlo en su sillón de ruedas. Yo iba como auxiliar de enfermera. Recuerdo que salíamos de Madrid a las 10 de la noche para llegar a Lourdes a las 8 de la tarde; a esas horas, cuando llegamos se estaba celebrando la Procesión de las Antorchas; yo le iba describiendo a Lolo toda aquella manifestación de fe, gentes de todos los países, con las velas encendidas, todos unidos cantábamos el Credo, aquello fue muy emotivo.

Recuerdo que en el viaje, al poco de salir de Madrid, cuando ya estaban todos los enfermos acomodados en sus camillas, el único que no pudo acostarse en camilla fue Lolo. La noche resultó ser muy larga, le puse los pies sobre mi falda, con una almohada en la espalda y así pasó toda la noche. Nos visitó por la mañana el Obispo de Madrid, que venía en nuestra peregrinación, dándoles la bendición a todos los enfermos, cuando regresó a la mañana, el Sr. Obispo pasa a ver cómo están los enfermos. Lolo seguía en la misma postura y le dijo: “Te encuentro igual que te dejé, Lolo ¿cómo vas?”.

Íbamos llenos de ilusión. Por la mañana estábamos locos por llegar a la Gruta, fue una experiencia que no pudimos olvidar nunca. Le puse a Lolo un espejo en las rodillas para que viera a la Virgen; él no podía levantar la cabeza. Pasábamos ratos junto a la Señora; nunca pidió su curación:

“¿Cómo iba yo a pedir por mí habiendo tantas personas que sufren más que yo?”, decía.

Allí a la Señora le dijo: “Te ofrezco también la alegría… la bendita alegría… la fecunda alegría”. Cuando le recogí el espejo estaba lleno de lágrimas.

Tenía mucha ilusión en tener unas hojas del Rosal de la Virgen y un sacerdote se las dio.

Pensó mucho en ir a la Piscina, temía que le hiciesen daño, ya que era preciso sumergirlo acostado en una camilla, estuvo dudando los tres días de nuestra visita, pero el último me dijo: “He pensado que sí voy a ir a la piscina”. Su fe pudo más.

Manuel Lozano Garrido enfermo peregrino en Lourdes

“Yo estuve allí (en Lourdes) y sólo viví lo esencial: la transformación asombrosa en la que se palpaba la gracia de Dios operando”

Un detalle de este viaje me contó Lolo. En la explanada se iba dando la bendición con el Santísimo Sacramento a cada grupo de enfermos, de cinco en cinco. Y Lolo me dijo: Yo he pedido al Señor que dieran la bendición delante de mí y esto me lo ha concedido el Señor.

De aquel viaje a Lourdes, Lolo se trajo en su agenda una lista de nombres (Angelita, Palmira, Juanita…) con las que iba a empezar su obra apostólica «Sinaí». Al llegar a Madrid de vuelta de Lourdes, en el andén del ferrocarril en Atocha, vinieron a saludarle los periodistas de PPC (Propaganda Popular Católica), que iniciaban la andadura de una prensa al servicio de la fe y de la Iglesia. Pedían oraciones para su caminar. Y allí la ilusión y las oraciones con el dolor se trenzaron para dar fuerza en el nuevo camino de estos modernos “areópagos” para difundir el Evangelio, como  luego llamaría Juan Pablo II a los MMCCSS.

En el nacimiento de esta Obra pía “Sinaí” y en el inicio de la andadura estaba Lolo que llegaba de Lourdes y se encaminaba a su sillón de ruedas de 28 años.

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