Publicación original: Boletín Asociación Amigos de Lolo nº 46, de octubre de 2005, por Alejandro Samanes, que fuera Director General de Popular Televisión (Grupo COPE)
Ya son varios los casos de personas que, no habiendo conocido a Lolo personalmente, se dan cuenta de qué tipo de persona era cuando alguien le da noticia, digamos, de su vida y milagros, expresión que, para el caso, viene la mar de bien…
Alejandro Samanes, también periodista como lo fue Lolo, se dio cuenta enseguida de que, en cuanto el P. Rafael Higueras le dijo quién era aquel hombre que murió en fama de santidad, se dio cuenta, decimos, de cómo era aquel amigo que ahora tenía en la distancia del tiempo.
Dice el autor de este artículo que Lolo, si había algo en lo que destacaba, era en el amor que tenía por su prójimo. Y así, dándose el mismo, caminó recto hacia el Cielo.
Alejandro Samanes ha conocido la vida, obra y testimonio de Lolo a través del documental «La vida de Lolo» que esa cadena emitió el pasado 19 de Junio para toda España. Hoy nos manda la impresión y los sentimientos que Lolo, ese compañero periodista al que no pudo conocer personalmente, ha dejado en su vida:
«Los periodistas que día a día nos movemos en la vorágine de los medios de comunicación casi nunca tenemos tiempo de detenemos un momento y mirar hacia atrás o hacia delante. Simplemente ni miramos ni reflexionamos, únicamente, sobre todo en los puestos directivos, actuamos.
Por eso cuando D. Rafael Higueras me contó, en una entrañable reunión, la vida de Lolo, no dudé un momento en organizar que uno de nuestros equipos se fuese para Linares, que viajase a Jaén, y nos trajese imágenes para un amplio reportaje sobre la vida de este hombre, de este periodista de raza y de este santo, porque ahora me atrevo a decir que lo fue.
La historia de Lolo, no voy a ser nada original, es una historia de superación, de amor profundo a esta nuestra profesión periodística, a la que muchos dedicamos nuestra vida, pero sobre todo es una historia de amor y entrega a los demás. Lo que pude oír de las personas que convivieron con Lolo tenía siempre un denominador común, lo que menos importaba a Lolo era su degradación física personal y lo que más era ayudar a los demás.
Evidentemente tengo un sabor amargo cuando escribo estas líneas, me asalta un sentimiento de envidia hacia todos aquellos que vivieron, que convivieron y disfrutaron con Lolo. Sin embargo la historia de este periodista nuestro, de Linares, es fundamentalmente una historia de fe, esa fe que le llevó, sin duda, a ser santo, como casi todos los que lo son, sin él ser consciente.
Hace poco en un viaje a Canarias visité un paradisíaco entorno en el que un lugareño me dijo:
«posiblemente este sea uno de los pocos lugares del mundo donde vivir el amanecer sea una experiencia inolvidable«. En este breve comentario sobre la figura de Lolo vaya a hacer mía esa frase y la voy a transformar sin más pretensión que exponer mi sentimiento ante esa historia que me contó Rafael Higueras: «probablemente haber conocido la historia de Lolo ha hecho en mí que cada amanecer lo afronte como una experiencia inolvidable». Lolo nos enseñó a eso, a tener fe ya saber vivir entregándose a las demás.”