No podemos negar que Lolo, en el tiempo que estuvo en el mundo, fue testigo de muchas personas que en aquel momento eran importantes y que tenían relación, bien con las artes (literatura, pintura, etc.) o con el propio sacerdocio.

Nos dice Manuel Lozano Garrido, aquí mismo, que el P. José María Javierre se apareció de repente en su casa. Y refleja aquí una conversación en la que salen nombres a relucir tan importantes como el P. Castro (autor de “Diario de un cura”) o José María Pérez Lozano, gran amigo del Beato de Linares.

No hay duda de que conversaciones como la que hoy traemos aquí nos muestran hasta qué punto Lolo era bien considerado. Y más que bien.

 

 

Publicado en la revista Cruzada, en noviembre-diciembre de 1959

 

Estoy leyendo una revista y sobre las espaldas se me ha plantado una mano grande y abierta. Desde arriba, siento que por los pulsos baja una voz y cierto hormigueo cordial. Me llega hasta lo íntimo.

-¿A que no sabes quién soy?

De pronto, se me adelanta ante los ojos y veo la sonrisa ancha, como de niño en vértice de travesura, del Padre Javierre. Se sienta sobre el escalón y la sotana y los ladrillos. Mire Vd. por donde la entrevista se me ha metido en las mismísimas cuartillas.

-Aquí estoy, como te prometí.

-Pero también quedamos en una tertulia…

-Otra vez, chico. Me voy a Córdoba dentro de dos horas y he de comer y estar con la familia.

Al Padre José María Javierre le tengo aquí y los zapatos se le van en un ansia viajera. Rector del Colegio Español de Múnich, habitual de aerolíneas y expresos internacionales, los pies se le fugan con ganas de polvorear suelos españoles.

-¿Y después?

-Sevilla, Jerez, para estar en Madrid dentro de ocho días. Volveré en marzo y para entonces haremos mesa redonda con “CRUZADA”.

Estas gafas de patillas escandalosamente anchas son testigo de que nos lee y nos tiene sobre la mesa de Múnich.

-Buena, buena “CRUZADA”. Pero me tenéis que suscribir… A la Prensa Católica no le bastan las buenas palabras…

-No, en todo caso, un acuerdo: nos pagará en artículos.

En el reloj, la una y media succiona con fuerza al minutero.

-Se va ¿y el Cura?

El Cura es nuestro D. Antonio. Los Padres Castro y Javierre andan como el ratón y el gato. Se cartean, se estimulan, se citan a máquina y, cuando la ocasión se alza, “pega” que se arremolina. A uno, claro, le gustaría saborear el palique de estas dos sotanas nacidas bajo un mismo mordiente de tinta y agilidad.

-¡Es verdad…! ¿No podríamos de paso para Córdoba…?

Pero no. Rápido pero por las carreteras aún no danzan los reactores.

-¿Sabe que terminó el “Diario de un Cura”?

-Dile que nos lo mande a Remanso, que lo editaremos en seguida. Que lo facture pronto. Será un éxito.

Una revelación de los diez años últimos ha sido la buena hornada de sacerdotes periodistas que tiene como eje al Colegio Español de Roma: Martín Descalzo, Montero, Javierre, Landáburu, Montalvilllo… Culpable –bendita culpabilidad- es este cura menudo y ágil, que cuando ríe tintinea con la frescura y el estrépito de un niño. El, con Martín Descalzo, fraguaron ese canon de revista actual que es la poética “Estría”. A “Estría”, la revista Guadiana, se le llega a esperar en todos los centros culturales con la impaciencia de un regalo perfecto y exquisito. Desde que Martín Descalzo se vino a Valladolid para ganar el Nadal y otras cosas y Javierre se hizo biógrafo, corresponsal, asesor de “Ya” y otras lindezas, a “Estría” le amenazaba el gigantismo de su cuerpo de redacción desparramado por la geografía políglota.

-¿Sabes la no noticia? Pepe Luís -el Padre Martín Descalzo- se nos va de nuevo a Roma para estudiar. Volveremos a sacar “Estría”. Ya preparamos dos números.

-Y usted ¿qué escribe?

-He terminado, por fin, la biografía del cardenal Merry del Val. Ahora estoy con la de Spínola. Preparo un devocionario infantil ilustrado por Mingote. ¿Te ríes? Nada mejor para los niños que su gracia alegre e inocente, que su ternura.

-Aprobado.

-Él también me pondrá “los monos” en un libro de viajes.

-¿Y el periodismo?

-Aún no lo sé. Tal vez el “Ya” de nuevo, quizá el ABC… Veremos. Por lo pronto, a Múnich.

Veo un coche que espera. Acelerador en el diálogo.

-Y tú, ¿qué haces?

Yo mido el tiempo, aquilato y me voy por la noticia.

-¿Y Pérez Lozano?

-¿Sabes? Nos lo llevamos al “YA”. Por la mañana, “Vida Nueva” y, por la tarde, el diario.

-Buen fichaje.

Apenas algo más. Motores en marcha y la mano que baja hasta íntimo cierto hormigueo cordial.

-A D. Antonio…

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