En otras ocasiones ya escribe Lolo, como podemos imaginar, de la Navidad que, como recuerdo del nacimiento del Hijo de Dios, supone un antes y un después en la vida de todo creyente.
En estos días, el diario de este enfermo que es Manuel Lozano Garrido se llena de figuras, de instrumentos que traen al presente el acontecimiento más grande que había conocido la humanidad de entonces.
De entre lo que pasa en todo el tiempo de Navidad lo que más estremece a Lolo es el día de los Santos Inocentes. Y es que se da cuenta nuestro amigo de cuánta acusación hay en nosotros por eso…
Publicado en la revista Enfermos misioneros, en diciembre de 1963
Día 15.- PARÁBOLAS DE HOY
La meditación del día me la da ocasionalmente el teléfono y un corte de fluido. En una salida fugaz de la chica a la tienda de la esquina, llamó el timbre, sin que, naturalmente, pudiera acudir nadie a descolgarlo. El hecho es que alguna persona deseaba relacionarse conmigo, hacer alguna comunicación o transmitir determinada noticia y el mensaje permaneció intacto, al no ser correspondido al extremo del cable.
Dios tiene importantes cosas que decirnos y cada día se pone al aire de nuestra onda, pero también es necesario que el alma se mantenga siempre en vilo para deletrear el mensaje que Él nos cifra en los acontecimientos. «El que tenga oídos para oír que oiga» o, lo que es lo mismo: el que tenga viva la sensibilidad que se mantenga siempre en centinela, porque Dios es un maravilloso viandante que se entrecruza mil veces en el camino de la vida y lo esencial está en reconocerle.
Desde que me intoxiqué el invierno pasado utilizo la estufa eléctrica. Hoy hubo un momento en que se fue la energía, y como duró el corte, paulatinamente empecé a notar el frío. Luego, despacio, pensé que la energía eléctrica podría ser también como una parábola de nuestro tiempo que habla limpiamente de la eficacia de la oración. Rezar es estar en conexión directa y continua con el cielo; por el canal de la plegaria se nos escancian los más gloriosos beneficios. He aquí una posibilidad de enriquecimiento de los hombres para la que no se necesita más que darle al conmutador del corazón.
Día 20.- PREPARATIVOS
La Navidad es un ciclo generoso. Dios se da y también nosotros tenemos unos “presentes”.
Los unos para con los otros, en los que vamos testimoniándonos el afecto. Nosotros hemos recibido hoy un conjunto de figuras de terciopelo que se constituye con los personajes más importantes del Misterio. Lo hemos colocado sobre el estante superior de la biblioteca, con la ya tradicional “estrella” grande colgada del techo. En las manos hábiles de una mujer, se ha injertado también la sutileza del arte y en las caras hay a la par como una impronta de belleza.
Con todo, la Navidad tiene para mí este año una característica de privación total de imágenes. Los ojos han perdido todos los perfiles y ya no van más allá de la distinción de luces y sombras. Pero la Navidad está sobre las pupilas y se recrece en el corazón. ¿Añoras, mi alma, la vieja estampa de tu belén de niño? Pues aquí tienes ese otro ancho nacimiento de la vida con sus figuras reales y un Cristo que se les reclina en el pesebre cordial de las entrañas. Hoy le pongo manteles a la mesa del corazón, me siento delante y. una por una empiezo a subir sobre el tablero esa noble caravana que el correo, los sucesos y la vida me irán acercando al paso de las horas.
Día 23.- LA VIRGEN Y LOS ÁNGELES
La gripe y, claro, el médico. Apenas vino anoche de viaje y ya estaba aquí esta mañana con el fonendoscopio. Si el desahucio de mi enfermedad pudiera tener algún resentimiento con la medicina, aquí está la ternura, anidando en la profesión de un hombre, capaz de resarcirle de todos los agravios. Para los que hablan de la rutina y del cansancio del ejercicio, he aquí un hombre con rosas siempre frescas en la arboleda de su corazón y con un dispositivo de servicio que salta siempre a la mera insinuación de reclamo. Juan, amigo: ¿cómo no voy yo a tirar de ti y traerte a estas líneas como la primera figura de mi belén? Echo por delante tus alas de amor y de ligereza y te coloco en seguida el nombre de «ángel». Pero lo verdaderamente maravilloso es que, con todo, tú no eres el único Robinsón; ni la bondad, una isla. Los ángeles sois ya legión y contigo están Vicente, el practicante; Anita y Pepita, las enfermeras; Juanita, la farmacéutica; el camillero, la chica, la secretaria, los amigos y tantos como vais dando la vida al viento, como un clarín, para difundir un mensaje de paz.
Mi belén, necesita también de una Virgen. Durante el día, el teléfono mantiene a mi hermana desde la oficina en un enlace perfecto con los avatares de la enfermedad. Por la noche, la gripe redobla ahora las dificultades corrientes: comprimidos, inyecciones, caloríficos, alimento, cambio de postura… Así, ella «está» siempre a la vera de esta otra humilde encarnación redentora. Gracias, María, por la imagen que prestas a una mujer de mis mismos apellidos.
Día 25.- EL NIÑO
¡Menudo Niño para mi Nacimiento! Me escribe Ángel, del que esperaba carta hace mucho tiempo, pues ya me avisó su hermana. Ángel, entró ya en la vida con una invalidez congénita. Día por día, el mundo de sus treinta años se centra en el leve espacio de un asiento de anea. Él no sabe de la caricia de la hierba bajo los pies, ni del rielar de las estrellas, ni ha oído la cantinela del pequeño arroyo que corre. Por añadidura, es pobre, tremendamente pobre, cristianamente pobre, hasta el punto de que las recetas no van a su hora a la farmacia por culpa del dinero. Desvalido, a Ángel le pone cada noche su madre sobre el blanco “Pesebre” de unas sábanas, pero a mí me consta que él vive uno de los más ricos misterios de la humanidad, porque cada noche, cuando se encarama en el cielo el lucero de la tarde, puede ofrecer el oro de un pensamiento por los demás, el incienso de una plegaria de amor, la mirra de un sufrimiento que llega hasta las alturas y allí es canjeado por valores que salvan.
Día 27.- DÍAS DE APRENDER
Palabra que ya nunca se me ha de ocurrir despreciar olímpicamente una tentación, aunque mi situación momentánea me garantice una plataforma de seguridad. Lo digo, claro, por los peligros de la gula que yo borré hace tiempo de la agenda de mi conciencia por la ausencia de apetito. Sí; sí; ríase usted de los peces de colores, pero con las transfusiones, me entraron enormes ganas de comer y vaya un suplicio el de estos nueve meses de veda, por las anomalías intestinales. Me daba el tufo de una taza de chocolate o de un chorizo frito y ya notaba ruidos de cubiertos y servilletas en la boca del estómago. Ahora, con el invierno, en que está más apaciguado en jugo de los vegetales, me han autorizado varias cosas y con frecuencia tengo a punto un plato de «papas» casi «reondas». Con el permiso, ha vuelto también a moderarse su incentivo, pero cada hora es tiempo de aprender y ya me sé de memoria esa lección de la humildad que hay que tener en la tentación. Y es que las tentaciones suelen estar sobre las fuerzas de los hombres, y la carga de energía que Dios vuelca sobre nuestra voluntad en forma de Gracia santificante es la que gana los laureles que han de ceñir nuestra frente. Señor, no me dejes caer en la dura tentación de gula para con las «papas reondas».
Día 28.- LOS INOCENTES
Bueno, yo me digo que hay que ver lo pudorosamente que escondemos el Día de los Inocentes en la bullanga de la Navidad. El Año Nuevo y los Reyes los echamos por delante con prisa para que no se descubra un presunto fallo o taponando cierta resquebrajadura del Cristianismo. Y no, amigos; nada innoble tenemos que ocultar en el sufrimiento de los inocentes. Cristo no eligió para nacer los salones de La Granja ni para morir el fondo de una noria sino que aireó su milagro a una muchedumbre de pastores y balanceó su cuerpo sobre el vértice de una colina. Y es que Él ganaría de fijo un concurso de todas las personas inocentes. Sus manos agujereadas y las de todos los niños son, en realidad, una pelota de acusación que retrocede en Él y vuelve a nuestras culpas. El dolor inocente agacha las cabezas de todos los que en el tiempo venimos jugando a pídola con las Tablas de la Ley.
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Manuel Lozano Garrido «Lolo«, fue beatificado el 12 de junio de 2010 y su festividad se celebra el 3 de noviembre. En vida, fue un joven de Acción Católica, mariano, eucarístico, escritor y periodista. Enfermo desde los 22, estuvo 28 años en silla de ruedas y sus 9 últimos, ciego; podríamos presentarlo como «Comunicador de alegría a los jóvenes, desde su invalidez». Llamado ya por muchos como el Santo de la Alegría.
Etiquetas: Revista Enfermos Misioneros