Como hace muchas veces, Manuel Lozano Garrido presenta a modo de artículo un libro de alguien que es amigo suyo. Y no es que siempre sean amigos a los que presta atención pero es de comprender que así sea. Y ahora lo hace con José María Pérez Lozano.
Es una tentación buena, en este caso, tratar de hacer real lo que sabemos que tuvo que ser real pero que, en el fondo, no conocemos. Es decir, la vida de María y de Jesús, de la Virgen y del Señor, en unos determinados años que han quedado ocultos pero que, sin duda, tuvieron que suceder y sucedieron.
Lolo presenta este libro con pasión porque debieron llegarle al alma las palabras allí puestas por su amigo Pérez Lozano y, seguro, porque a él también le gustaría haber visto lo que sucedió en aquel entonces, lejano sí pero, a la vez, tan nuestro.
Publicado en Signo, el 28 de julio de 1958.
Belén tuvo su momento estelar hace veinte siglos, pero Cristo nació y murió sobre el tiempo para salvación y ejemplo nuestro. Como su Pasión, su infancia oscura está ahí para nuestro recuerdo y nuestra imitación. Cristo-Niño no es sólo una tierna circunstancia para los relatos infantiles. Su cuerpo, desarrollándose entre virutas y garlopas, es un acicate para la mecanógrafa y el electricista, el aviador y el consejero de una sociedad limitada.
Uno de los más ajetreados símbolos de nuestro tiempo –el periodista- se ha acercado a este misterio recóndito de Cristo en su familia nazarena. José María Pérez Lozano -nuestro José María de SIGNO- es un hombre con una consagración primordial a las tareas de la Prensa, entre ellas la de fijar diariamente sus pupilas en la pantalla para asimilar constructivamente ese fenómeno social que es el cine. Su vida ofrece externamente todas las características de una dispersión. Parece como si el vértigo de las Redacciones y el fulgor del cuadro plateado fueran una muralla insalvable para su concentración interior. Pero Cristo vierte también su milagro eterno sobre los hombres que se le entregan sin cortapisas y, a su vez, sobre el periodismo, en forma de perenne atracción para el reportaje. Pérez Lozano ha sabido pulsar esta seducción palpitante y ha puesto al servicio de la actualización de Cristo toda su maravillosa interioridad y una de las plumas más ágiles del periodismo contemporáneo.
Pero hay algo más que da a su circunstancia carácter excepcional y posibilita el éxito: la experiencia de padre de familia numerosa y ese caudal poético que inunda su letra y su palabra, su actuación y su pensamiento. Hay una palabra -poeta- que tiene que adjetivar siempre al ensayista, reportero, novelista, crítico, orador y toda esa gama múltiple que hay en Pérez Lozano.
“Dios tiene una O” (1) es, simplemente, una vida de Cristo niño y María madre. Una vida escrita por un hombre que lleva siempre sus imágenes grabadas entre linotipias y rollos de celuloide. El periodista ha rehecho en ella toda una serie de anécdotas que posibilitan la biografía oculta de Cristo. Uno piensa que Él sólo pudo ser así, humano y sencillo, travieso y cálido, tentado por las fresas de Neftalí, jugador de la chitapará y amigo del niño tonto. Pero también uno vive un torrente de sangre húmeda y cálida siguiendo la actualización de Cristo entre autobuses de Belén y alpargatas “Firestone” de los pastores. De verdadera iluminación calificaríamos esos neologismos dosificados que se van entreverando en la narración para darnos una escalofriante sensación de vigencia en la figura de Cristo. El sudor que ahora cae sobre una calculadora o una pieza de precisión sintoniza armoniosamente con aquellas gotas análogas que cayeron un día sobre las virutas de José.
La mano del periodista va contorneando a la familia nazarena con detalles y toques geniales que le dan una plasticidad casi visible. A su vez, el padre de cinco hijos que es Pérez Lozano acerca al taller divino su honda ternura y su riquísimo anecdotario filial. Y ya, con toda esta riqueza expresiva, el poeta, el gran poeta que ensancha el corazón de Pérez Lozano, va trazando una de las humanidades más dulces, cordiales y contemporáneas que es posible deletrear. Se ha subtitulado a este libro “Invitación a la ternura”, y es difícil hallar una frase más plástica y definitoria.
“Dios tiene una O” es una lectura necesaria para grandes y chicos, para los que apenas estrenan el corazón con una sonora y blanda palpitación y para los que sienten ya en lo hondo del pecho como el roce duro de una anquilosis.
Estamos, pues, ante una biografía con vida y sentimiento, pero también sencilla, calladamente, “Dios tiene una O” va goteando en cada página la hermosa teología de la O de Dios, esa esférica rotundidad del que no tiene principio ni fin, del que es “absoluto y trigal” y “gira eternamente con el ritmo de una peonza y eternamente está en la misma postura”.
La edición se acompaña de unas pulcras y magistrales ilustraciones de Francisco Izquierdo.
(1) Título de la Obra de José María Pérez Lozano, Edt. Juan Flors, Colec. Estría, Barcelona.
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Manuel Lozano Garrido «Lolo«, fue beatificado el 12 de junio de 2010 y su festividad se celebra el 3 de noviembre. En vida, fue un joven de Acción Católica, mariano, eucarístico, escritor y periodista. Enfermo desde los 22, estuvo 28 años en silla de ruedas y sus 9 últimos, ciego; podríamos presentarlo como «Comunicador de alegría a los jóvenes, desde su invalidez». Llamado ya por muchos como el Santo de la Alegría.
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