L’Osservatore Romano, número 5 | viernes, 29 de enero de 2021
por Rocío Lancho García

Periodista español que el Papa cita en su Mensaje de la Jornada mundial de las comunicaciones sociales

El beato Lolo

El beato Manuel Lozano Garrido, más conocido como Lolo, es el primer laico periodista que subió a los altares. Nació en Linares (Jaén, España) en 1920 y falleció en 1971. Fue miembro de Acción Católica. Con 22 años sufrió una parálisis progresiva que lo llevó a estar en silla de ruedas, y además en sus últimos nueve años de vida también ciego.

«Fue un devoto de la eucaristía, periodista valiente y comprometido, cercano a los jóvenes. Periodista cristiano, porque escribe muchas cosas de Dios, pero también porque escribe mucho de lo que el Evangelio nos pide hacer a los cristianos».

Así lo define el sacerdote Rafael Higueras Álamo, postulador de su causa, que lo conoció los siete últimos años de su vida, en los que solía pasar dos o tres tardes a la semana con él. De este modo pudo conocerlo de cerca, conocer su vida de oración, su trabajo y acompañarlo incluso en el momento de la muerte.

El beato Lolo escribió el «Decálogo del periodista» y «La oración por los periodistas», porque él fue un periodista cristiano desde una doble vertiente: por un lado porque habló de temas religiosos, pero por otro porque supo hablar de todo y de cualquier cosa desde la doctrina de la Iglesia, desde el enfoque de la fe: minería y urbanismo; escolarización, monocultivo y agricultura; crónicas de la ciudad o evolución del universo…

El padre Rafael, para explicar la devoción del beato a la eucaristía, nos cuenta una anécdota de la primera vez que se dijo misa en casa de Lolo. Él pidió que se pusiera su máquina de escribir debajo del altar «para que así el tronco de la Cruz se clave en el teclado y eche allí mismo sus raíces». Así entendía él su profesión, explica Rafael. De su aspecto de periodista destacaría su compromiso. Linares era entonces una ciudad minera con muchos casos de silicosis y él denunciaba las situaciones de injusticia social muy fuertemente. Tuvo incluso problemas políticos por esa valentía suya.

Además, su casa era un centro de juventud de Acción Católica, «un hervidero continuo de muchachos que iban a ayudarle, a verle, a pedirle orientación, era su confidente», precisa su postulador. Era un hombre —añade— de servicio a los demás. El beato Lolo cuenta con más de 600 artículos escritos en prensa, de todo tipo. Desde un artículo sobre san José lleno de ternura, hasta temas como la necesidad de campos de deporte o escuelas en Linares.

El Papa Francisco, en el Mensaje de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año, ha citado una frase del beato Lolo, uno de los mandamientos del «decálogo del periodista» que escribió.

«Abre pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se te llene de sabia y frescura el cuenco de las manos, para que los otros puedan tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean».

El padre Rafael explica cómo vivía esto el beato Lolo en su vida. Aunque parezca inexplicable por su postura tan sumamente inmóvil —precisa el postulador— parece que no se daba cuenta, pero conforme le ibas hablando enseguida te interrumpía para que le proporcionaras más detalles del problema o el tema que se estaba tratando. Él estaba muy atento y era fuente de conversación de lo que traían y él mismo asimilaba y proporcionaba para los temas de sus artículos. Él escribió mucho en Signo (revista de Acción Católica de Madrid) y en Cruzadas (revista que publicaba la juventud de Acción Católica en Linares).

El tema de este año del mensaje de la Jornada mundial de las comunicaciones sociales es «Comunicar encontrando a las personas donde están y como son». Un aspecto del que se puede aprender mucho del beato Lolo. En el Mensaje de este año el Papa también habla del periodismo de «desgastar las suelas de los zapatos», de encontrar a las personas para buscar historias, y el beato Lolo supo adaptar esto a su situación.

De su trabajo como periodista, el padre Rafael destaca sobre todo «la autenticidad, la verdad, la información tal y como son las cosas sin acritud, sin herir pero al mismo tiempo sin ocultar». Esto era lo que le hacía tan valiente en sus artículos, asegura el sacerdote. En alguna ocasión llegaron incluso a amenazar con detenerlo por denunciar necesidades que había. En el legado del beato Lolo encontramos también «Sinaí». Son 52 los monasterios que actualmente rezan por los periodistas la oración de Sinaí. Lo que Lolo quería era evocar esa imagen del Éxodo en la que Moisés levanta los brazos y se le caen del
peso y Aarón y Jur le mantienen los brazos, porque mientras los brazos están levantados vence la tropa de Israel. «Por eso Lolo le puso a esta iniciativa el nombre de Sinaí, porque mientras haya gente ofreciendo sus dolores, los periodistas puedan tener la fuerza de escribir diciendo la verdad», explica el postulador.

Lolo con su periodismo además se dirigía mucho a los jóvenes. Vivió la juventud de la Acción Católica y tenía un gran afán de trabajar por los jóvenes. Por eso, recuerda el padre Rafael, siempre se encontraba
en su casa gente joven que le ayudaba, le leían cuando estaba ya ciego. Su parálisis nunca le impidió trabajar y es también por ello un ejemplo sobre cómo vivir la enfermedad. De hecho tiene una colección de unos 40 artículos que se llama «enfermos misioneros» para una publicación destinada a ancianos y enfermos. La enfermedad para él no fue una barrera o un impedimento. Tal y como explica el sacerdote, al principio podía mover un poco las manos, pero cuando se le paralizaron por completo, empezó a dictar. Dictaba a un magnetófono por las noches, ya que dormía poco, y al día siguiente la secretaria que tenía ponía por
escrito lo que él producía en sus noches de insomnio. Se convierte en escritor y periodista incansable desde su silla de ruedas, merecedor de numerosos premios por sus publicaciones. Escribió 9 libros de espiritualidad, diarios, ensayos, una novela autobiográfica, y cientos de artículos en la prensa nacional y provincial.

«Gano mi pan con el sudor de mi frente», dijo al recibir uno de sus múltiples premios literarios.

Se puede leer en la biografía publicada por la Asociación Amigos de Lolo, que en la Acción Católica, Lolo «curtió su fervor eucarístico que le marcó para toda la vida. Ahí quedan sus escritos sobre la fiesta del Corpus Christi, sobre el Jueves Santo o sobre el sacerdocio». Un fervor que en su adolescencia le convirtió en otro «Tarsicio» llevando clandestinamente la Eucaristía durante la guerra, y que se hace en
él más profundo cuando pasa la noche entera del Jueves Santo en prisión adorando al Señor Sacramentado que le habían pasado oculto en un ramo de flores.

El joven Lolo, apostólicamente comprometido en una época marcada por la hostilidad e incluso de persecución religiosa, recorrió pueblos como propagandista de la Acción Católica y no dudó en lanzarse a evangelizar también desde la radio. En Lolo creció una dimensión de su vida que fue hacer que lo extraordinario —los grandísimos dolores de su enfermedad— pareciera «ordinario» por la normalidad rutinaria con que vivía sus circunstancias terribles. Lo extraordinario de Lolo es que aquella situación tan dura él la convirtió en «aparente» normalidad.

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