Que Lolo está más que preocupado por Cástulo lo demuestra cuando escribe, y no es por primera vez, de la situación por la que pasaba aquella zona arqueológica más que rica que tanto expolio había sufrido.

Que Lolo está más que preocupado por Cástulo lo demuestra cuando escribe, y no es por primera vez, de la situación por la que pasaba aquella zona arqueológica más que rica que tanto expolio había sufrido.
Conocer la historia es algo así como saber qué somos y de dónde venimos. Y eso es lo que hace Manuel Lozano Garrido con la gran “Cástulo” a la que profesa una gran admiración pero, a la vez, siente tristeza porque hasta entonces no se hubieran recuperado el esplendor de lo que fue.
Resulta del todo maravilloso que de una noticia como es, por ejemplo, la aparición de la primera nevada haya alguien que, como Lolo, sea capaz de llevarlo hasta el plano espiritual sin solución de continuidad siquiera…
Pocos meses antes, Manuel Lozano Garrido escribía sobre el historiador linarense D. Federico Ramírez. Pero no fue suficiente como para que la publicación de la historia que escribió en 1860 sobre Linares fuera publicada. Ahora insiste, ya, sobre su persona en busca de tal publicación.
La historia de un pueblo es, para sus habitantes, algo así como conocer lo que fue para tratar de no repetir los errores o hacer lo propio con los aciertos habidos. Y Lolo está más que preocupado con la de su pueblo, Linares.
El Urbanismo pueda parecer, a veces lo es, un tema muy árido. Sin embargo, cuando se escribe sobre el mismo con perspectiva de esperanza pasa a ser un tema más que interesante.
Todo lo relacionado con Tíscar, con su Santuario y con la Madre de Dios, atrae sobremanera a Lolo y por eso le dedica palabras tiernas y dulces pensamientos.
Por muchos siglos que hayan pasado, la sangre que Cristo empezó a verter en el Huerto de los Olivos está intacta en los sufrimientos del mundo.
Muchas veces solemos buscar nuestra felicidad en lo que nos proporciona el mundo. Sin embargo, nace la misma desde dentro de nuestro corazón, rogándosela a Dios.
Nadie puede desconocer la realidad del pecado en el mundo. Sin embargo, contamos con el corazón de Dios compensando las mismas por el bien hecho al prójimo.
En los momentos de tristeza profunda; entonces es cuando el poder inmenso de la fe nos salva y nos hace sentir hermanos de Cristo e hijos de Dios.