Es cierto y verdad que cuando en una zona determinada la mina es el trabajo primordial de la misma es más que seguro que enfermedades derivadas del mismo han de afectar a los trabajadores que allí laboran. Y tal es el caso de la silicosis.

El Beato Lolo entrevista en este artículo a una persona que, por su especialidad, mucho podía decir acerca de tal enfermedad. El doctor José Leal y Leal, especialista en enfermedades cardiopulmonares, le habla a Lolo de lo que supone la silicosis y de lo que, al fin al cabo, afecta a tantas personas.

Había, sin embargo, una rendija abierta a la esperanza. Y es que el medicamento llamado “P-202” podía dar cierta solución a la silicosis sin, por eso, creer que era la solución a la misma. De hecho, hoy día, sigue siendo una enfermedad más que difícil de encarar.

 

 

Publicado en Vida Nueva, 1966.

 

Cuando uno ha nacido en una ciudad minera y lee noticias como ésta, le parece como si estuviera saliendo de una larga y enorme pesadilla. A ver si no lo es empezar a vivir y tener siempre entre los amigos chavales de mandiles negros. Nunca se me olvidará aquella cola a la hora de cobrar, los sábados, ante la Casa de la Munición de Linares, donde tiene su sede la dirección de la mina más importante de la zona. Esperar y toser los hombres, toser y esperar siempre. La dura tos de los mineros, la dolorosa y gloriosa tos de los mineros.

Y resulta que, de pronto, un periodista de Bonn lanza la noticia en crónica de un diario madrileño. ¿Qué hay de cierto o posible en el “P-202” y qué de infundado?

Tengo ante mí al hombre que es hoy, sin duda, la primera autoridad española en la lucha sanitaria contra la silicosis, el doctor don José Leal y Leal, especialista en enfermedades cardiopulmonares, director del Dispensario de Silicosis de Linares; lleva más de cuarenta años consagrado a la lucha contra las enfermedades de las minas. Su dedicación le ha impulsado, incluso, a largos desplazamientos por el extranjero, para conocer nuevas técnicas y participar en numerosos Congresos y Simposium internacionales.

-Doctor Leal, ¿qué es eso del “P-202”?

-Un medicamento, sin duda, de gran alcance en la lucha contra la silicosis. Mis noticias son bastante alentadoras. En 1963, hace apenas tres años el doctor Schlipköter, de Düsseldorf, presentó en el Congreso que celebramos en San Remo (Italia) un interesantísimo informe de las investigaciones que él venía realizando, en su país natal, Alemania. Entonces se trataba simplemente, de experiencias sobre células cultivadas “in vitro” sobre la mesa de laboratorio. Su punto de partida es una composición llamada científicamente el O-N-Polivimil-Piridma y a la que ya se empieza a designar comúnmente como el “202”.

– ¿Supone el “202” la franca curación de todos los silicosos?

-Oh, no; vayamos por partes. Tenga en cuenta que la silicosis no es una enfermedad de tipo virásico o microbiano sino una petrificación motivada por la ingestión respiratoria del polvo producido en las minas durante la extracción. Castigada por la sílice, las células de los bronquios tienden a una momificación. La actividad del “202” depende de las producciones que el mal haya causado en ese proceso de dureza, pero, aun en estos casos, si no la curación, la detención del proceso. Que ya es bastante.

– ¿Cuál es, entonces, el objetivo eficiente del “202”?

-Los procesos de iniciación y aún las primeras fases definidas de la enfermedad. El “202” según parece actúa desescamando la sílice y liberando la célula.

– ¿Cuántos silicosos hay en España?

-Reconocidos, pensionados, como unos diecisiete mil. La región más afectada es Asturias. En esta zona de aquí habrá como unos 500 pensionados.

-¿Es España el país de más enfermedades mineras?

-No. A la cabeza están Alemania -2.000 casos nuevos al año sólo en el Ruhr- e Inglaterra. A su vez, hay un índice notable en Italia y Francia, en aquellas naciones he conocido, incluso, casos de bastantes ingenieros afectados.

Nunca se ha dado hasta ahora un caso de regresión favorable en el proceso de una enfermedad de las minas. El Doctor Leal y Leal me lo confirma y, casi enseguida le digo:

– ¿Me permite doctor una pregunta, tal vez indiscreta?

Él, asiente.

-Si es así, ¿por qué existiendo ya dictámenes oficiales en la zona se han hecho en Madrid rectificaciones, pasando, a un hombre, por ejemplo, de un segundo grado de silicosis a un primero, o de un tercero a un segundo?

-En la modificación que se ha hecho a la reglamentación con fecha 8 de abril de 1964, se tiende a evitar cualquier interpretación personal en materia tan delicada como es la peritación de enfermedades profesionales. Se establecen tribunales provinciales, con una Junta Médica Central asesora, con lo que se ha dado un gran avance. Es de esperar que esto contribuya a la aclaración del confusionismo.

– ¿En qué plazo de tiempo cristaliza habitualmente una silicosis?

-No es posible determinarlo con exactitud, ya que influye, de un modo distinto las naturalezas y las disposiciones de los individuos. La enfermedad no es hereditaria pero sí existe una mayor o menor facilidad de afectación, según los elementos humanos. De dos personas que trabajan siempre juntas, en el mismo lugar, idéntico tiempo y semejante esfuerzo, una puede ser dañada y la otra, en cambio, no. Depende de sus resistencias orgánicas, como también de su recurso.

– ¿Cómo se podría plantear la nueva lucha contra la silicosis?

El “202” podría acabar con todos los procesos iniciales y aún con muchos otros. Insisto, a su vez, en los Sanatorios de silicosos y en su labor de rehabilitación. Se ha dicho que ya no eran necesarios y, por lo mismo, lleva años en suspensión el que está radicalmente terminado en las afueras de Linares. Se puede hacer mucho desde estos centros fundamentales, incluso ampliándolos bajo un concepto de investigación, cosa en la que se ha hecho bien poco en España. Centros así, enclavados en zonas neurálgicas, podrían anticipar muchísimos resultados y soluciones. Algo, también importante, pudieran cubrir también los preventorios infantiles. La silicosis no es contagiosa pero degenera muchas veces en tuberculosis y los niños suelen ser el blanco predilecto de estas derivaciones.

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