Es cierto y verdad que el amor, muchas veces, puede con situaciones muy difíciles y que, con su concurso, lo imposible puede llegar a llevarse a cabo. Sin embargo, en determinadas ocasiones el amor llega a ser tan extremo que sobrepasa determinada situación y sabe sacrificarse. Y eso es lo que le pasó a Lolo en una ocasión muy determinada de su vida.
Es posible que muchos lectores desconozcan que Manuel Lozano Garrido llegó a tener novia o, al menos, el que esto escribe, lo desconocía. Y también es posible que haya personas que puedan sorprenderse con esto.
Lo de arriba lo decimos pues hay quien es del creer que los santos son personas tan virtuosas que, por vaya usted a saber qué, son capaces de no mamar del seno materno por pudor… Y, claro, las cosas no son así. En realidad aquellos creyentes llamados a los altares antes de eso tuvieron una vida en el mundo. Y eso es lo que le pasó a Lolo…
Puesto en la pista de esta circunstancia el que esto escribe por alguien que conoce muy bien la vida del Beato de Linares, fue remitido al libro “El árbol desnudo” (obra de Lolo) donde, de forma novelada, hace una biografía de sí mismo aunque con los nombres cambiados: Lolo, aquí, es Andrés; su hermana Lucy es Emilia y, en fin, quien fue su novia (desconocemos el nombre real) se llama Ana. Y esta última tiene la intención de llevar a cabo su vida junto a Lolo pero, como sabemos, no pudo ser…
Aquí es donde el amor juega un papel fundamental como hemos dicho arriba pues es antagonista del egoísmo y facilita el devenir de las personas de una forma como sólo él es capaz de hacer y conseguir.
Tenemos, por tanto una situación tal que así (donde ustedes lean “Andrés” han de poner “Lolo” y donde lean “Ana” han de poner un nombre que pueda corresponderse con la que fue novia real de Lolo pero de la cual no conocemos el nombre; pongámosle, por ejemplo, “su novia”…):
Andrés y su novia tienen planes de vida en los que entran, como podemos imaginar (aquellos eran otros tiempos…) el matrimonio, los hijos, etc.
Las cosas iban por el camino como por entonces iban tales tipos de cosas: un chico y una chica se conocen, en aquel Linares de los años 40 o, a lo mejor, incluso antes.
Andrés acude al médico y, poco a poco se da cuenta de que tiene una enfermedad que no suele ser como el resto de enfermedades que acaban curando cuando deben curar sino que iba a ser tan persistente que cada vez lo iba a dejar en peores condiciones físicas. Y eso, se diga lo que se diga y en los años de los que hablamos (ahora hay que reconocer que las cosas no serían igual o no hubieran tenido el mismo resultado…) no era cosa fácil de sobrellevar.
Mientras, Ana sigue ilusionada con su novio porque lo quiere de verdad y quiere llevar una vida como tenga que ser la misma.
El novio, Andrés, mientras tanto, en la distancia que lo separa de Ana, se da cuenta de que aquello, su situación, no va a ser la adecuada para Ana. Y es que está seguro de que, según su enfermedad vaya cubriendo las etapas que todos dicen que ha de cubrir la cosa irá a peor y él no quiere una vida así para quien ha sido su novia, a lo mejor, durante un tiempo, digamos, largo.
En un momento determinado, Andrés (Lolo) piensa esto:
“¿Pensaría Ana en este ángulo de los hijos, en la mano de un padre, que no pudiera pasar por la frente de una niña su brazo inmóvil, incapaz ya de hacer sentir una protección?”
Y cosas como las que ahora traemos aquí y que, seguramente, pensó Lolo antes de que pasara lo que él creía tenía que pasar con Ana, es cierto y verdad que tuvieron que pasar muchas veces por el corazón de Lolo…
Andrés (Lolo) estaba seguro de que la vida de Ana a su lado no podría cumplir con las expectativas ordinarias de una pareja de recién casados, de llevar una vida ordinaria, de tener una existencia ordinaria porque él no era una persona ordinaria porque su enfermedad lo limitaba mucho y él lo sabía…
Y en ese momento el amor es capaz de poner en una balanza lo que respecta al mismo y a quien puede verse beneficiado espiritualmente por el mismo y eso le hace tomar una decisión que podemos ver muy claramente en el libro citado arriba y, así, en la propia vida de Manuel Lozano Garrido.
Hay un momento en el que Ana escribe a Andrés (Lolo) en el que refleja las palabras del novio que vienen a ser como una despedida pero con esperanza para ella. Y es que él le dice esto a ella:
“Ana: hay verdades que algún día se revelarán,
pero que, no obstante, ya mismo pudieran presentirse.
Nos hemos querido con tanto afán, que en el eje de todo
esto se vive un algo que nunca puede morir. La fatalidad
se ha dejado caer entre los dos como una valla
que viene a bifurcar nuestros pasos, pero una senda al menos, la
tuya, no tiene obstáculos para la felicidad. Decir que ol-
vides, hoy, ahora mismo, es como arrancarte de pronto
la luz y el aire, pero estoy seguro que, porque supiste
merecerla, alguien te dará, en su día, la felicidad y, desde
las bardas de este dolor, yo estaré asomándome a tu di-
cha, como un noble recuerdo.”
Y es así como Andrés (Lolo) debió dejar que su novia tuviera una nueva oportunidad en la vida aunque fuera separada de él. Y es que el amor, en este caso el de Andrés (Lolo) fue capaz de ofrecerse al dolor.
Y, por cierto, es posible que aquella novia (de la que no sabemos el nombre) ingresase en una orden religiosa y marchase a misiones. Y un día, muy alejado de aquellos años de noviazgo e imposible matrimonio, cuando los restos mortales de Lolo fueron exhumados por primera vez y trasladados a la capilla de la Parroquia de Santa María (en Linares), una monja (ya de avanzada edad) acudió a tal momento y se encontraba allí, a la cabecera de la fosa. Y es que quiso acompañar al otro amor de su vida (primero, claro, Jesucristo) en un momento tan importante.
El caso es que, según sabemos, ya falleció aquella monjita. A lo cual nos gustaría añadir que sería gozoso, lo es, pensar, que se han encontrado en el Cielo donde ya no hay dolor y donde todo lo bueno no es que sea posible sino que lo es.
Y es que el amor, por resumir todo esto, llega hasta el extremo de perjudicarse a sí mismo por amor, precisamente.
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Licenciado en Derecho, casado y con dos hijos. Amigo de Lolo y bloguero en defensa de la fe.
Etiquetas: Amor