Publicación original: Boletín Asociación Amigos de Lolo nº18, septiembre de 1998, por Rafael Gutiérrez Amaro, profesor y periodista.
Es posible tener de Lolo un conocimiento, digamos, directo, de haberlo conocido personalmente. Sin embargo, también es posible tenerlo si no se le ha conocido pero se tiene en el corazón su obra, su forma de ser, etc.
El que esto escribe no sabe si el autor del artículo que traemos aquí conoció personalmente a Manuel Lozano Garrido. Sin embargo, lo que nos dice de nuestro amigo nos muestra que, en realidad, se le conoce también de otras formas.
Lo que nos dice acerca de Lolo nos viene muy bien para conocer, mejor reconocer, que la entrega del Beato de Linares fue verdaderamente sobrenatural.
La personalidad, las cualidades, el grado de virtud, el deseo de Dios, su proyección apostólica, su obra literaria, su «hágase» lleno de generosidad, su conformidad ante la adversidad, su conocimiento del Amor de Dios, fueron tan grandes que es fácil proponerse hablar y escribir de él. Lolo dejó dibujado en la tierra el rostro amabilísimo de Dios. Y para ello utilizó su propia sangre. Como digo, escribir de Lolo es fácil teniendo en cuenta su riqueza interior. Su interior, su alma es un tesoro de incalculable valor. Y, de allí, se pueden sacar: hechos, vivencias, experiencias, diálogos amorosos, detalles… Se puede sacar: la santidad del día a día, el dolor reiteradamente ofrecido, la ofrenda amable, la transparencia de su alma, la incandescencia de sus aspiraciones apostólicas. Y eso me propongo: entretejer, con la maestría de un humilde aprendiz, el tapiz de su vida, colocar ese detalle suyo ejemplar y vivificante en el lugar que le corresponde, para que sirva de impulso a nuestra santidad personal; quiero en el tapiz de su vida colocar lo sublime y lo cotidiano, lo excelso y lo de cada día, lo heroico y lo que carece de brillo; y todo sin que dé la impresión de una vida doble: por un lado lo humano y por otro lo divino. ¿Quisiera? ¡al menos, eso pretendo!: engarzar la preciada joya de su divina virtud con el oro de su gran humanidad; pretendo que sobre el fondo de su bello tapiz, resplandezca al unísono lo humano y lo divino; que lo humano sea la sombra de lo divino, en una sintonía perfecta de un color íntegramente conseguido y que lo divino dé la adecuada y bella profundidad a aquello que de humano y bueno hay.
Espero poder conseguir, en estas pinceladas que estoy dedicando a tan gran personaje, conciliar lo humano y lo divino. Hacer ver al que esto lee, que el mérito del actuar de este hombre de Dios es el haber encontrado el valor divino del acontecer humano.
Lolo para saltar a lo eterno, para encontrarse con Dios, coge lo que tiene a su alcance: su silla de ruedas, su cuerpo maltrecho, su pluma, su afable trato con el amigo, su «ajetreo» cotidiano. Él, como el burro de noria, da vueltas interrumpidas a la rutinaria cotidianidad, pero lo hace poniendo el condimento insustituible de su gran amor, por ello de cada vuelta, en vez de sacar la escalofriante sinrazón de una vida anodina, saca el agua con la cual no tendrá ya más sed, porque salta hasta la Vida Eterna.
iQué genialidad la de los hombres de Dios! iQué genialidad más asombrosa la de los Santos! iY que genialidad tan exquisita la de Lolo! Él supo sacar agua viva de la seca aridez del desierto.
– ¿Y tú, qué has bebido el agua fresca que mana del manantial de su valioso testimonio?
– ¿Y tú, que te has rozado con él, obteniendo siempre el emotivo sobresalto de su candorosa sonrisa?
– ¿Y tú, que has leído ese libro suyo, y ese otro …?
Todos fueron escritos a fuego y condimentados con el cilicio fecundo de su pesada cruz. –
-Y tú, como te digo, que has hecho? ¿Qué hemos hecho? ¿Que estamos haciendo con el caudal fecundo de su rica doctrina? ¿Qué estamos haciendo con su ejemplo?
– ¿Para qué nos sirve su dolor: para qué todo eso? ¿Nos sirve sólo para elaborar el estandarte de su santidad y crear el emblema con los claros perfiles de un hombre de Dios? ¿o además? ¿Nos sirve también, y para eso debe servir -fundamentalmente-, para adentrarnos, como él, por los caminos de la entrega? ¿Nos sirve para coger cada día la Cruz y subir con Jesús los múltiples peldaños de la vía dolorosa?
¿Tienes la estampa de Lolo? iEncomiéndate a él! ¡sé perseverante en pedir! Pero ante todo no te olvides de seguir la estela luminosa de su vida: tu vida, junto a la suya brillará con luz resplandeciente en el espléndido firmamento de nuestro Dios. iEn Él, está!: ¡la Majestad! iel Señorío! ¡la Sublimidad! iel Cariño! ila Ternura! Y como colofón: iEl Amor!