Semblanza de Manuel Lozano Garrido.

Este libro no pretende ser una biografía de Manuel Lozano «Lolo». La iglesia, eleva a los altares a los santos, beatos y mártires, para que el cristiano conozca, por medio de sus vidas, valores y los aplique en su propia vida. El autor de este libro, por medio de estos 25 artículos, medita sobre la figura de Lolo, persona discapacitada como él y cristiano.

Este libro pretende ser un instrumento para que el lector pueda entender la discapacidad desde un punto de vista cristiano, no como un castigo de Dios, si no como una gracia que nos hace ver de otra manera. El Papa Francisco nos invita a ver las cosas ordinarias como lo que son, hechos ordinarios.

Lolo, hace ya más de 50 años, nos decía “hacer de una acción extraordinaria una acción ordinaria”. Vean ustedes en este libro acciones ordinarias, sin buscar milagros o hechos de heroicidad.

Título: Meditaciones ante el sillón de ruedas

Autor: Ignacio Segura Madico

Editorial: Credo ediciones

Páginas: 64

Precio aproximado: 19,80 €

Edición: 2014

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Hay personas, entre los hijos de Dios, que se caracterizan por ser, en efecto, hijos que aceptan la voluntad del Padre y llevan una vida de acuerdo con la misma pese a lo que pueda pesar. Incluso van más allá y sirven de ejemplo a los que, tan sólo, vemos la estela de su paso por el mundo.

Corría el año 1920 cuando en Linares (Jaén, España) nace un niño al que ponen de nombre Manuel. Joven piadoso y con una fe profunda, se va a ver tocado muy de cerca por el dolor. A los 22 años sufre una parálisis progresiva que le va a sentar en una silla de ruedas. Es más, los nueve últimos años de su vida en la tierra quedó ciego y, además, paralítico aunque con la asistencia de los suyos y la compañía de muchas personas que iban a visitarlo (sobre todo jóvenes) en busca, quizá, de consejo o de ayuda espiritual Lolo, como era conocido, era, es, más que nada, un gigante de la fe.

Un día lo visitó, entre aquellas muchas personas, el Hno. Robert de Taizé y, viendo cómo afrontaba su situación de dolor, escribió algo que define a la perfección a Manuel Lozano Garrido: Lolo, sacramento del dolor.

Pero aquel joven (lo fue siempre porque lo era de espíritu y de alma) no se arredró ante lo que, de físico, pasaba por su vida. Su pertenencia a Acción Católica era, en efecto, propia de quien está en acción perpetua en propagación y transmisión de su fe universal, católica.

Decía Lolo que su profesión era ser, precisamente, “inválido” aunque hoy día, llevados de un lenguaje políticamente correcto, lo llamaríamos “discapacitado” y aunque, en realidad, ni era no válido ni le faltaba capacidad los seres humanos llamamos a las circunstancias que pasan de formas no concordes con lo que las mismas son. A eso lo llamaba haber recibido de Dios “la vocación de enfermo” y es la demostración más palpable, real y maravillosa de entender a la perfección (y gozar con ella) la voluntad del Creador, es posible.

Resulta del todo inexplicable humanamente hablando cómo fue posible que Manuel Lozano Garrido, declarado Beato el 12 de junio de 2010 en su ciudad de Linares, pudiera llevar a cabo la labor espiritual y material que fue capaz de llevar. No sólo tuvo tiempo e inteligencia para escribir casi una decena de libros (9) sino que, además, fundó la obra pía “Sinaí” (consistente en formar grupos de oración por la prensa) y fue periodista católico en el íntegro sentido de la palabra a la que dio cauce en centenares de artículos publicados en la prensa nacional e internacional. Y todo ello desde una situación de dolor físico aceptada como gozosa pero para otro cualquiera seguramente insoportable.

A lo largo de su vida, corta en años pero llena de lo que quien goza en ella puede tener, se enamoró de la Eucaristía, manifestó un amor incondicional por la Virgen María, Madre de Dios y también suya y no quiso obviar el que manifestaba por la Iglesia católica que lo tenía entre los hijos que no se cansaban de demostrar que lo eran.

Dice, al respecto de lo aquí traído, José Luis Martín Descalzo (en “Misa en casa de Manolo”) que “Tu vida fue para mí una gracia el día en que celebré misa en tu casa. Tu muerte ha sido para mí otra gracia luminosa en estos años en que nos obstinamos en ver oscuro lo que Cristo nos entrega cada día tan claro” y es que Lolo recibió permiso para celebrar la Santa Misa en su “mesa redonda” porque era la mejor forma de que recibiera a su hermano Cristo siempre que eso pudiera ser posible.

Y hasta para morir y marchar a la Casa del Padre fue ejemplo porque lo hizo un 3 de noviembre (de 1971) día de celebración de San Martín de Porres, más conocido como “Fray Escoba”, quien supo cumplir con su fe, con Dios y con el prójimo en un rincón de su convento que es, salvadas las distancias pero no las circunstancias, como supo vivir Lolo en el espacio escaso de un sillón de ruedas.

Por eso digo que me gusta considerarme amigo de Lolo.

Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Este libro, sin embargo, no es sobre Lolo, sobre su persona o sobre su apostolado (tiempo habrá para eso si Dios quiere) sino, en todo caso, sobre la influencia espiritual en el que esto escribe del Beato de Linares que, con su vida y ejemplo, sigue sembrando en el corazón de sus hermanos y obteniendo un fruto que, unas veces es un treinta, otras un sesenta o un noventa por ciento.

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