Es verdad que este texto de Lolo, apenas un año antes de subir a la Casa del Padre, tiene mucho de final. Y es que en tal golondrina, la última (por así decirlo) nuestro amigo deja ir todo lo que había sido su vida.

Aquella golondrina que es un ser al que Lolo debía tener mucho cariño hasta dedicarle un libro de título “Las golondrinas nunca saben la hora” se marcha. Y se va a otros lugares donde llenará de vidas nuevas los cielos de otras tierras.

Y muy bien hace Lolo para recordar, en pos de aquella golondrina que se va, que en el mundo, entonces y ahora, hay mucho odio y mucha rabia unos contra otros. Y nos dice que a él le gustaría ser, en cierto modo, alguien que pudiera amalgamar la paz y ofrecerla a las calles.

Y luego, ese poema a la golondrina, esa esperanza que no muere, ese siempre es posible…

 

 

Publicado en Vida Nueva, en diciembre de 1970.

 

Golondrina: esta noche última sentiste de pronto el mandato y, sin más, fuiste clausurando con prisa ese nido que hicieras una vez, dulcemente, bajo el alero de cualquier casa de la ciudad. Lo creaste entonces, ¿recuerdas?, con amorosa ilusión de frutos nuevos. Pero al dejarlo ahora no sufres, porque más que el hogar vale la vida que puedes seguir transmitiendo.

• Te vas sin pasaporte y bien que va que no conozcas ese recelo de entre los hombres que es la filiación y el registro en la aduana.
• «¿A qué llamáis fronteras -me dirás-, si desde el cielo toda la tierra es única y no se ven murallas de uno a otro país?».
• Golondrina: tú eres el primer ciudadano del mundo que hubo. Hablas en Kenya o Miami y se te entiende en el lenguaje común de la fraternidad de las criaturas humanas. ¿A quién se le ocurriera la aberración de hacer del mundo un avispero?
• Golondrina, espejito mirador: aguarda sólo un momento y dime de qué color es y, si más bella, la piel de mi cara que la oscura de otros.

«¡Oh, no! Dios no puede equivocarse, haciendo camaleones del cutis de las criaturas. Por dentro, todos los corazones son iguales. Los hombres, ni blancos ni negros, sino blancos y negros a la vez, en mí, como mi cuerpo».

Golondrina, que harás un nuevo nido junto a un cafetal y otro año por encima de una acacia y al siguiente junto a una palmera: yo también quisiera amasar con mis briznas y mi barro nidos con que fraternizaren el suelo de todos los hombres. Si yo fuera algo grande, ten por seguro que te propondría para hacer un escudo de la tierra sin patrias o bajo la única patria del amor universal. ¿Por qué se envidia tanto? ¿Por qué se odia aún más? ¡Qué horror; la de guerras que arden por todos lados!

«Ver, de verdad, yo no veo más que esperanzas, ni escucho más que amores. Si grita el odio de una persona, yo lo ahogo con el poder de mi canto, por eso el Creador me hizo así de alegre y escandalosa».

Golondrina: te vas antes de que caigan sobre los cristales los grandes goterones del invierno, y no conoces del dolor de pudrirse un hombre, como el grano, en lo hondo y escondido, ni lo que es que la frente se anubarre como el cielo y Dios parezca que se va lejos, muy lejos, casi tanto o más que tú, esfumándose en la distancia, ni que te sientas criatura a secas, pobre, áspera y crujiente, como una vasija recién cocida. A tu eclipse se viene a llamar invierno, un nombre que es muy frío, desnudo y hasta cruel, si a la par no encerrase mil promesas. ¡Qué largo el frío! ¡Qué monótona la lluvia! ¡Qué persistente el hielo de un corazón! ¿Quién de todos cruzará el desierto para ir más allá del azul encapotado?

Por eso, aquí, hoy, mi abierto mensaje, tan corto y humilde como un telegrama:

“Golondrina: todos los días, sin faltar uno, recuérdame la primavera y ayúdame a rezar cada mañana la hermosa letanía de la esperanza.
Con dolor o con tristeza,
creo en ti, primavera.
Con la frente en el suelo o la amargura en los labios,
creo en ti, primavera.
Con la vida que apenas luce más que una vela muy corta,
creo en ti primavera.
Tentado contra el amor o la esperanza,
creo en ti, primavera.
Ahora, mañana y siempre,
creo en el Dios que nos regaló la primavera
y que también nos hizo posibles primaveras”

Compartir:

Etiquetas:
Accesibilidad