Siendo Manuel Lozano Garrido un periodista curtido en muchos y más temas, resulta de todo punto lógico entender que mucho se alegre cuando sus temas, su pueblo, es tenido en cuenta por algún medio de comunicación. Y es lo que pasa con la sección sobre “Linares” del Diario “Jaén” donde tanto había escrito Lolo.

Entiende el periodista linarense que desde los medios de comunicación no sólo se han de dar noticias sino fomentar, en ellas, la mejora de aquellos lugares que se aman. Y eso es lo que han hecho desde la sección citada arriba y, nosotros, creemos que incluyendo al mismo Lolo.

Pocos meses después de publicar este artículo, nuestro hermano en la fe sería llamado por Dios. No pudo, por tanto, ser testigo de los siguientes cinco años que ahora celebraba con sus letras. Sin embargo, nosotros creemos que fue, desde el Cielo, alguien que ve como los periodistas, sus hermanos, cumplen con aquella misión para la que les dedicó, se dedicó, un Decálogo.

 

 

Publicado en el Diario “Jaén”, el 2 de febrero de 1971

 

Mis queridos siempre amigos y diariamente compañeros en ese vivo y palpitante corazón de la ciudad que es la página de Linares en el diario “Jaén”:

 

Los que esta noche estáis tratando de poner aire de fiesta a una cena de aniversario, sois los mismos que cada día cumplís el grato, voluntario, y no menos difícil empeño de reuniros en torno a esa mesa redonda que es el trabajo en equipo, por el bien de los demás, de la información, el diálogo y la creación de una conciencia social que es el noble ejercicio del periodismo.

 

Reunirse, así,  cuando tantas incomprensiones y malentendidos suelen salir al paso, es ya una justificación en la necesidad de apoyo mutuo y reactivación de un ideal, recobrando fuerzas para el futuro. Pero además vosotros no estáis aquí para dar primeras materias a los sueños, sino para gozaros mutuamente en ese fruto que son cinco años ininterrumpidos de orientaciones, comentarios, divulgación de noticias, aplausos, y, ¿por qué no?, sanas críticas, que son las que purifican, levantan y estimulan a los hombres de buena voluntad que deben servir al pueblo, dirigiéndolo.

 

Cinco años, o mil quinientos días mirando las casas, las gentes y las cosas del pueblo, con espíritu de mejoramiento y dándole a las teclas de la máquina, mientras esos mismos favorecidos pasean bajo las luces fluorescentes y las calles asfaltadas o van a los centros espirituales, recreativos o culturales que vosotros habéis ido fomentando con las sugerencias cotidianas, hacen una efemérides que, en su inconstancia temperamental, no solía darse nunca en Linares, con algo de frecuencia. De aquí mi fervorosa felicitación y testimonio de gracias que, en parte, podéis considerar como de un hombre de la calle, porque si habitualmente me uno a vosotros en la colaboración periodística, mis circunstancias no me permiten esa recogida  directa o en vivo de la noticia que cada uno de vosotros hacéis todos los días en el contacto y la participación de la actividad de vuestros paisanos. Y os felicito también porque lleváis sobre los hombros una tarea con menos brillo y con esa tentación de desaliento en el trabajo que, con su parte visible, es como la flor de un día, que al siguiente recoge desmayada el basurero. Es duro decirlo, pero no cruel, porque vuestra perseverancia en el esfuerzo dice bien de vuestro espíritu de fe en que las palabras van, mucho más allá de la vida de la tipografía, para hacerse siembra que un día madurará en el corazón de los hombres.

 

Me pregunto con vosotros qué son y qué representan cinco años de un periodismo fresco, sano y vivo. Pues son, ante todo, una cálida expresión de amor por las gentes con  las que, conviviendo, queréis hacer por superar y perfeccionar; la cristalización de un diálogo que se significa en esperanza y el ejercicio de un magisterio de noble ciudadanía. Hablar en los periódicos de todo, con lealtad y valor, es purificar la necesidad que existe en todos los hombres de conocerse entre sí y expresarse en su afán de verdad. Si el periódico no recoge lo que se siente, lo que se quiere y hasta lo que duele y estorba a las gentes que ocupan viviendas del pueblo, esos sentimientos, aspiraciones o problemas tomarán el canal de la murmuración subterránea y se harán pus social que infecta, corrompe y mata la ciudadanía. Con los problemas ocurre como con algunas enfermedades, que como se curan es oxigenándose en la pureza de una galería de sanatorio, en nuestro caso la luz pública del periodismo. Hace falta actuar con tacto e inteligencia, pero no cabe duda que el aire del diálogo está en mejores condiciones de salvar que la viciada atmósfera del reconcomio. Todo será posible contando siempre con la buena intención, tanto por parte del que escribe como por la del que es ayudado en el brindis de una iniciativa, incluso, de una crítica que solo pretende rectificar caminos no seguros.

 

Ahora, cuando se quiere conseguir la panorámica entera de una ciudad, se suele acudir a los servicios fotográficos de una avioneta. El periódico, asimismo, quedará como un espejo de nuestra perspectiva ciudadana o cultural. Si nosotros sabemos proyectar en él los problemas esenciales sin que la mente se nos turbe o el pulso vacile; si día por día se cristaliza un diálogo que se va purificando de intereses, imposiciones o cóleras y si el espíritu de los que nos representan permanece abierto a las aspiraciones urbanas que deseamos encauzar, se habrá creado un Linares con luces fluorescentes en el pensamiento de sus hijos y caminos asfaltados de comprensión, de belleza y de justicia. Escribir así, aunque sea en hojas que mañana se arrojarán al basurero, es la más noble, amorosa y reconfortante de las tareas. Es también lo que yo deseo para vosotros y para Linares en los nuevos cinco años que en este momento se abren, y por los que yo también quiero brindar en esperanza desde mi lejanía.

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