Lolo sabe muy bien las limitaciones que tiene. Nostalgia de sus alas tiene en el sentido de que, antes de su enfermedad, podía hacer esto o lo otro. Sin embargo, sabe que, como barro que es, Dios ha conformado una naturaleza en la que se siente fuerte.
Hay algo, de todas formas, que muestra cómo es Lolo. Y es que se sabe humilde pero sabe que, en tal humildad, se encierra la semilla, es la semilla, que ha de dar mucho fruto. Y lo dio y da.
Publicado en la revista Enfermos misioneros, en diciembre de 1966
Todos somos elegidos
Día 25.- PESO
Las noches, ahora, son malas. Como duermo siempre de la misma postura, y sin duda por defecto circulatorio, tengo dolores a los que el médico llama “posicionales”. El peso de mi propio cuerpo me comprime contra el colchón y así surge la incomodidad. Las noches, así, para los dos (Lucy y yo), bastantes toledanas. Solución sería la ingravidez, pero áteme esa mosca por el rabo. Ahora, como siempre, la tendencia constante de nuestro cuerpo hacia la tierra. Nuestro propio peso como un pesar. ¡Oh, qué nostalgia de alas!
Día 28.- BARRO
– «Barro en nuestro origen».
– «¡Bah, mira que barro…; eso tan pobre!»
– «Pobre rico, ¿qué tiene el secreto de la fortuna? ¿Por qué es rico el oro, sino porque lo queremos nosotros así? Rica también una piedra.»
– «¡Hay tantas…!»
-«El valor es entonces el poder de lo escaso. Rico es lo que tiene su prodigio secreto, su gracia difícil. Afortunadas, asimismo, las piedras.»
– «¿Rico, entonces, el barro?»
– «Nuestro barro, si aún sigue blando, para dejarse siempre moldear. Lo hermoso son las manos que lo trajinan.»
– «Te pregunto con un poeta: ¿Es verdad que el misterio del infinito está grabado en esta frente mía tan pequeña?»
-«Te contesto con una noticia: «Desde Vesalio ha llamado la atención que en la cara interna del cráneo se observan como unas huellas, como si con los dedos se hubiera moldeado un hueso todavía blando. Se las llama «impresionae digitatae» porque parecen producidas con los dedos.»
-«¡Oh, mi blandura de barro!»
Día 1.- CASTAÑAS
Han traído castañas y nueces y cosas propias de la Navidad. Las castañas las asan en el horno y se las traen muy calentitas, casi pelando. Como queman, se las echan de una mano en la otra para enfriarlas.
El sufrimiento, así como las castañas, de una palma en otra, sin que nadie se lo quede voluntariamente. Y, sin embargo, es bueno en su raíz y purifica siempre. Se le quita la cáscara y nos queda dorado, crujiente, cálido y apetitoso. El mismo Dios lo ofrece como un bocado exquisito.
El quid está en saber catarlo a tiempo y ser su buen «gourmet».
Día 7.- ADIVINA, ADIVINANZA
Mi vida es tan idéntica día por día que tengo una idea casi matemática del paso del tiempo. Sobre todo por la tarde puedo precisar la hora con minuciosidad. Paqui, la chica, que ya lo sabe, viene a ver el reloj cuando lo necesita, y me lo dice, antes de mirar: -«A ver si me adivina la hora…»
Yo me doy importancia, sonrío, me pongo después muy serio, como si estuviera realizando un gran esfuerzo mental, y le afirmo con rotundidad: -«Las cinco menos veinte.»
Casi en seguida comprueba el despertador: – «Justo.»
Y la noto que se aleja por el pasillo, haciéndose cruces, como si huyera del mismísimo demonio: – «¡Ave María Purísima!»
Día 7.- SOLEDAD
Tarde oscura de esas en que las nubes se enrollan a la casa como una bufanda de luto. Yo, a su vez, tengo las preocupaciones delante de la cara, como esas ventanitas de tela oscura que le colocan a los tuertos. No se oye más que el viento y la lluvia. Estoy a solas, y si extendiera las manos no palparía más que el aire templado de la habitación. El mundo ¿está en mí únicamente y en mi circunstancia de soledad? ¿Me es ajena la voz de la calle, el canto de alguien distante, los sucesos, el sentimiento y el afán de las gentes, que no remontan las escaleras de mi casa?
Una criatura no es una mariposa de una colección que se guarda en una caja de cristal aislado del ambiente. Los hombres, todos, andamos eslabonados, como esas redes enormes de los circos que recogen al artista que cae, si se le va el pie del trapecio. Soledad, dueña en soberanía de mí habitación, pero tú, corazón, nunca vivirás solitario. El mundo entero cabe en tu leve parcela.
Día 17.- HUMILDAD
«¡Ay, amor, qué velado y qué desnudo estás al mismo tiempo! ¿Por qué han de tener telarañas mis ojos íntimos? Quisiera ser como un alba, limpia y abierta a los grandes descubrimientos del día. Purifícame tú, agua de la humildad. Cada día confiésame dulcemente mi ignorancia de Dios, dame conciencia de ser su analfabeto. Un párvulo de esencia de Dios, es lo que soy. Mi Catón, el tuyo, humildad. Colócame en tu cartilla, y así, ya, me vas enseñando a Dios de la A a la Z. Quiero ser en lo cordial como ese periodista, Manuel Garcés, a quien llaman «el reportero de Cristo», que a fuerza de estudiar su figura ha podido ganar un concurso de preguntas en la televisión de América sobre el tema ‘Jesucristo’».
Día 1.- EMMANUEL
‘Me gusta mi nombre’. No es el título de un bolero, sino la grata conciencia de quien un día tuvo un chupete en la boca, le acercaron a una pila y allí le dijeron a la familia, en representación, para que luego se lo recuerden al peque de mayor: que Dios está con uno es de ahora en mantillas y seguirá acompañándole cuando le pongan pantalón corto, tenga carnet de familia numerosa y se doble la espalda por los años. Dios en su vida, como una fuerza, como un seguro, como una esperanza. Dios inmenso, caliente, dulce, bondadoso y paternal. Dios como una caramilla que tañe nuestra vida, al compás de la marcha del sol. Nosotros con problemas, con nubes, con amenazas, cansados, humanamente a solas, y Dios, como el aire, acariciando los ojos, dentro del pecho, abrigándonos el corazón como un gabán, siempre, siempre con nosotros; con el bueno y con el malo, en dulce persuasión, en estallido de gozo, trajinando gloriosamente el corazón.
Ya digo: me gusta mi nombre.
Día 9.- LA PODA
Oigo un ruido metálico y me dicen que están podando los árboles de la calle. El leñador, tras una enorme hacha que ensarta en el cinturón por la espalda, y que cuando gatea por los troncos relumbra al sol de la mañana. Ya en lo alto, los golpes que da son rotundos. Las ramas caen espaciosamente y, al fin, el árbol queda chirriando escandalosamente con toda su bárbara mutilación. La calle es hoy como un espejo, donde toda la humanidad se mira las cicatrices.
– “¡Pobre de ti, pienso, hermoso árbol, tan gemelo de mi cuerpo , y tan heridos los dos a la luz de una mañana! Tú, que le abarquillas sobre los hombres como lo hace un padre para esquivarnos los rayos, la lluvia y el fuego de lo alto. ¿Por qué tanta dureza contigo, que eres únicamente un elemento de mansedumbre y de paz?”
– “Vosotros, los hombres, medís el tiempo y colgáis calendarios de las paredes. Tú mismo, vete así, a uno de esos calendarios y te pones a mirarlo sin fijarte en el día de hoy. Pasa una hoja, otra, otra y otra, y te quedas quieto en un día de primavera. Ya entonces te vuelves y me miras. Fíjate bien: de seguro que tendré ramas nuevas y una fronda que te entrará por los ojos como un mensaje de esperanza. Como también mis flores. El dolor es el precio de toda floración. Cuanto más dolor, más hojas blancas o azules damos y, cuanto más flores, más fruto. El sufrimiento es la simiente de todas las cosechas. Si muere un grano habrá espiga, y si se enraíza una cepa también cantarán alguna vez los vendimiadores. La poda es el gran recurso de nuestra fuerza de salvación. La verdad no está en extender el área de las ambiciones, sino en buscar la esencia de las cosas y encauzar hacia ella todas las energías”.
La sed de gozo nos convierte en elefantes, así de torpes, así de duros. Sed, mucha sed, y tú, corazón, solo con tu manantial, siempre cantando y sin que nosotros dejemos de oír.
Sufrimiento que en cada hora oscura nos manda un leñador: ayúdame a concentrar en el pecho la savia de eternidad que hay en mí. Achícame ahora, hazme esencial y humilde, que así es como se ha de cuajar un día el fruto de mi vida.»
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Manuel Lozano Garrido «Lolo«, fue beatificado el 12 de junio de 2010 y su festividad se celebra el 3 de noviembre. En vida, fue un joven de Acción Católica, mariano, eucarístico, escritor y periodista. Enfermo desde los 22, estuvo 28 años en silla de ruedas y sus 9 últimos, ciego; podríamos presentarlo como «Comunicador de alegría a los jóvenes, desde su invalidez». Llamado ya por muchos como el Santo de la Alegría.
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