No podemos negar que el silencio puede ser un síntoma de dolor y sufrimiento si no se entiende el mismo con un sentido distinto al que normalmente suele tener. Y Lolo, en efecto, comprende el hecho de no chistar como algo de lo que se puede obtener fruto espiritual.
La palabra es, para un ser humano, una vía de comunicación verdaderamente esencial. Y para alguien como Manuel Lozano Garrido, que hace de la misma sólo un instrumento de transmisión del corazón, es tan importante que podría parecer que sin ella no puede vivir ni existir.
Lo mejor de todo esto es que Lolo muestra y demuestra que la palabra puede ir acompañada por el dolor y no por eso ha de ser triste. Es más, en su caso, no es más que ejemplo, justamente, de lo contrario: de alegría y de gozo.
Publicado en la revista Enfermos misioneros, en octubre de 1966
Día 8.- ENCRUCIJADA
De pronto, una tremenda inflamación de la garganta y una sensación de desgarramiento a cualquier tentativa de tragar. Cuatro días sin hablar. Deglutir hoy, incluso la saliva resulta difícil y, sobre todo, muy doloroso. La garganta, a su vez, se ha hecho también bastante torpe. No tomo más que alimentos líquidos y aun así la comida se prolonga interminablemente.
Día 9.- JALEA
“Oye, ‘Viejo’: fíjate, si quieres, en la vida pero sáltate los nubarrones. Estoy flojo y hoy lo que necesito es jalea real de esperanza”.
-«Pero la vida es café con leche.»
-«A mí me lo sirves clarete e incluso con cuatro azucarillos.».
Día 13.- ¡CHIST!
Puedo hablar, aunque con dificultad. Desde luego, me va mejor callando. Lo que hemos hecho, entonces, es suspender el trabajo que tenía entre manos y dedicar estas fechas a leer. Desde luego que esto viene a ser una dura prueba para mi impaciencia. Frenazo, de nuevo, al libro. ¿Y qué se le va a hacer?
Nubarrones, hoy, cruzando el ámbito de la mente y el corazón. Nubes pegadas a los ojos, húmedas y oscuras, que hay que dejar distanciarse para ver exactamente su perspectiva.
Me escuece y me duele mi silencio. Tan radical, tan absoluto es, que me impide lo que en un hombre hay de proyección. Pero el silencio, me hace esencial. Lo que digo, lo poco que digo, ahora es básico, necesario. Lo que se me pierde, en cambio, es lo superfluo.
El silencio, también, como una oportunidad de recibir. Escuchar, sí, útil hoy se hace forzoso y necesario. Sólo oyendo somos empapados por los pensamientos y las sugerencias de los otros, pero el silencio, en mí, hoy, humanamente una encrucijada, tal vez la más difícil. ¿Qué señales ha de haber en lo sucesivo? ¿Baches, pasos a nivel, signos de circulación peligrosa? La encrucijada sólo da una palabra, casi una orden: «Stop», que significa parada y reflexión, meditar y sopesar en serenidad, en experiencia; que es, en resumen, esperanza. Dios de luces: voz, Tu voz, en el hueco de mi voz.
Día 14.- BOCADILLO
Una frase de esas que le echan la firma a todo el día.
«No me gustan los sauces, porque no dan fruto y apenas si valen más que para dar sombra a las tumbas.»
Es de Mar Mermillod y ahí queda, como un gran punto redondo.
Día 15.- RICOS CALDOS
Rumia que te rumia, a ver si damos con algún alimento tan líquido, que pase por la garganta en “un te miro y no te veo”. Concentrados de carne, jugos que ponderan las excelencias de las vitaminas y purés, mejunjes, al fin y al cabo, a la hora de nutrir. Anteayer se metió Lucy en la cocina e hizo una sopa que “ríase usted de los peces de colores”. Tiré mentalmente de lápiz y, así, por encima le eché veinte durejos al dichoso caldito.
Noto, a su vez, que dosificándome bien, puedo hablar algunos ratos. El quid de la cuestión está en la medida. Tolero bien como un par de horas, pronunciando levemente, sin remachar las palabras. Es lo suficiente para concretar lo que me urge. Después, a solas, chirrín, toda la tarde. Un cambio de impresiones a la venida de Lucy y, ya en la cama, la boca cerrada, que no entran moscas, y a escuchar.
Día 16.- NOTICIA
«La lámpara más pequeña del mundo dicen que es una del tamaño de media cabeza de cerilla y ha sido hecha para uso en electrónica y cohetes espaciales.»
Grande o pequeña; ser luz de los hombres, iluminar siempre. Si no sol espléndido, al menos titilar humildemente en nuestro lugar y sin descanso, aupar el sentido de lo eterno sobre las cosas vulgares como un lucero que recuerda de continuo la raíz de eternidad de todos.
Día 17.- PALABRAS
Yo, vocacionalmente, un hombre de palabras. Las palabras, nuestra vida, mi casi única vida.
Palabras y palabras lanzadas al viento por miles de voces, en miles de años. Palabras, unas, como los cacahuetes, que guardan una avellana deleitosa; palabras, otras, tan huecas como una calabaza; palabras de odio, palabras de amor. Pero, sobre todo, la palabra como una raíz vital nuestra que se echa en el seno de los hombres.
Mala o buena, todas las palabras dejan un rastro. Las arrojamos con esa fe, con el presentimiento de que nos sobreviva, incluso. Y la ciencia, hoy, viene y nos dice que sí, que estábamos en lo cierto y cada voz tiene unos rasgos intransferibles, tan característicos que se puede identificar a una persona mejor por la grabación del tono de sus frases que por las huellas dactilares. Lo he leído y no sé dónde: «Cualquier charco puede reflejar un rayo de sol, pero tan solo Dios y los hombres tienen el don de la palabra». La de Dios, ahí está, fresca, en los siglos, y murmurante, como el chorro de un manantial. La nuestra, también, un mágico poder de expansión y crecimiento, incluso de supervivencia. Pero ¿la palabra, también, ha de ir, a lomos de un dolor? Mis pensamientos dictados en estos días, trenzándose de quejas, enredados de hiedra. Sílabas que quieren decir “amor” y salen necesariamente con un “ay”.
Dolorosas ¿valen, a su vez, las palabras?
¿No es la verdad el corazón de la palabra? ¿A qué le temo entonces? El dolor a lo que vendrá es a despojarla, para irla haciendo elemental, sencilla, pobre, auténtica. Si se te hace humilde, nunca, en cambio, será triste, porque la alegría es el espejo de la verdad, su patrimonio de júbilo.
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Manuel Lozano Garrido «Lolo«, fue beatificado el 12 de junio de 2010 y su festividad se celebra el 3 de noviembre. En vida, fue un joven de Acción Católica, mariano, eucarístico, escritor y periodista. Enfermo desde los 22, estuvo 28 años en silla de ruedas y sus 9 últimos, ciego; podríamos presentarlo como «Comunicador de alegría a los jóvenes, desde su invalidez». Llamado ya por muchos como el Santo de la Alegría.
Etiquetas: Revista Enfermos Misioneros