Sabemos que un libro, cualquier clase de libro, adquiere mayor cuerpo si va ilustrado. Y, aunque es cierto que no depende sólo de la ilustración que el libro sea mejor o peor, si el mismo, en sí, es ya bueno y, además, se le unen unos dibujos hechos a conciencia y relativos al tema del libro… miel sobre hojuelas como se dice en la Sagrada Escritura.
El caso de la relación entre Paco Baños (al que esto escribe le gustaría llamarle, más bien, don Francisco Baños pero, suponemos, que la relación de amistad entre este buen hombre y nuestro amigo Lolo lleva a tal falta de formalismos, a veces innecesarios) y el Beato de Linares está más que definida en los dibujos que hace para el libro «Ñoño», a la sazón editado por el propio Manuel Lozano Garrido («Ediciones M.L.G»)
Francisco Baños Martos, enriquece el libro con 9 ilustraciones (una de ellas en la portada que aquí mostramos) al estilo como Antonio Navarrete dice en el artículo que sigue que trabajaba Paco Baños: casi de un trazo, con trazos suaves. Así es, al menos en «Ñoño», lo que hace el pintor para su amigo. Y amigo lo era, como bien podemos ver ahora.
Publicado en el Diario “Jaén, el 28 de agosto de 1968
El de Francisco Baños es uno de los nombres que, por desidia, casi todos los linarenses deberíamos pronunciar con algo de rubor. Por la parte que me corresponde, entono ya el “mea culpa” porque si bien he hablado mucho de él en diarios y revistas, no lo ha sido con la justa frecuencia y el ardor que merecía aunque lo justifique en mi impotencia literaria.
Tampoco Linares ha sabido valorar a su pintor, si lo juzgamos por las obras que de él tiene realizadas en la ciudad. “Fuente del Pisar”, ese hombre tremendamente inquieto noble y sincero, que batalla por el esplendor de la tierra en que vive, quiso hacer un día la “Ruta Baños” dentro de la localidad y se encontró con apenas las paredes de una cafetería, el umbral de un hotel y cierta obra secundaría en el Santuario.
Al mismo Baños le tengo oído muchas veces su, más que interés, ilusión por decorar las paredes de la Casa de la Virgen y, porque su padre lo fue, realizar personalmente el Monumento al Minero, cuando todavía no se pensaba en el mismo.
Sí, ya sé que él es pintor aunque quizás muchos desconozcan su facultad también de modelar, pero en el Santuario se daba el caso opuesto -un escultor que pinta- y nadie denunció la incongruencia.
En cambio la provincia sí que puede presentar al turista una ruta bien significativa de la pintura de Baños.: la Iglesia de Cristo Rey, la Casa del Movimiento y el Grupo Escolar “Alcalá Wenceslá”, en Jaén; los Santuarios de Tíscar y Alcaudete; la central eléctrica del puente de la Cerrada; los murales de Colonización de Santo Tomé y la Iglesia de las Navas. Sentado a la puerta del Santuario de Tíscar suelo escuchar con frecuencia los comentarios al retablo, que al salir suelen hacer los visitantes siempre rayanos en la admiración.
De Baños se puede decir que es uno de los mejores muralistas de España. Si en vez de haber nacido en la tierra del plomo aireara pasaporte francés, un día con otro, todos lo veríamos en “Paris Match”. Pasma, sobre todo, su maravilloso instinto o sentido de la proporción. Se va sin boceto a una pared y allí cuaja la figura en su exacta dimensión.
Decía Antonio Navarrete, poeta de Quesada:
“Le he visto trazar en Tíscar el contorno de un ángel de un solo trazo y con tal rapidez que no creo haya muchos capaces de igualarlo”.
Cuando Baños hizo su primera oposición a cátedra, en la que obtuvo el número uno, el presidente del Tribunal que lo era el Marqués de Lozoya, manifestó un interés especial por la brillantez de sus ejercicios, en seguir detalladamente su prueba de pintar, exteriorizando su entusiasmo.
Aún por su interés y magisterio, el profesor Baños Martos merece todas las admiraciones, por sus tres “número uno” en los concursos de oposición, entre los que se cuenta la cátedra de Bellas Artes de Valencia.
Quizá la gran desgracia (?) de Paco Baños haya sido la de nunca trabajar de cara a la galería. Lo que hace, lo realiza frente por frente de su conciencia, y esta sinceridad no se cotiza en las páginas de las revistas populacheras. El día en que se decida a hacer una exposición en Madrid o Barcelona la crítica va a vivir una gran sacudida.
Mas ¿cómo reparar por nuestra parte tamaña negligencia? Ante todo escogiéndole a él para toda obra de arte que se lleve a cabo en la ciudad. Que Linares cobre pronto un “giro Baños”, hasta el punto de que le impriman carácter sus figuras estilizadas.
Linares es un pueblo bastante propenso a la vocación artística, sobre todo a la pictórica. Los nombres de Sánchez G. Gerona, Alfredo y Ricardo Martos, Pepe Fernández, Leonor Dobón, Pablo Ramírez y Manuel Asensio están aquí para avalarlo. Todos ellos tuvieron que recurrir a la autoformación a falta de un centro característico de formación. La Escuela de Artes y Oficios es para Linares una madura exigencia de sus vocaciones. Ni que decir tiene que Paco Baños debiera dar nombre en su día a tal centro docente.
Y para concluir quiero dar cauces a otra aspiración, que redundaría en beneficio de nuestro pueblo; el Museo “Francisco Baños”. Su obra tiene ya número y madurez suficiente para recrear el espíritu y dictar lecciones de arte desde los muros de unas salas. Así, incluso de momento, no sería difícil reunir los veinte o treinta cuadros que dieran cuerpo a esa pinacoteca linarense del artista que es su orgullo.
Que Linares se haga justicia a sí misma, realizándosela a Paco Baños. Y que el artista sepa siempre perdonarnos.
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Manuel Lozano Garrido «Lolo«, fue beatificado el 12 de junio de 2010 y su festividad se celebra el 3 de noviembre. En vida, fue un joven de Acción Católica, mariano, eucarístico, escritor y periodista. Enfermo desde los 22, estuvo 28 años en silla de ruedas y sus 9 últimos, ciego; podríamos presentarlo como «Comunicador de alegría a los jóvenes, desde su invalidez». Llamado ya por muchos como el Santo de la Alegría.
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