Lolo hace muchas entrevistas pero esta es, sin duda, muy especial. Y es que hace lo propio con alguien que fue amiga de su amigo el pintor Zabaleta. Y, aunque no pueda decirse que fuera su discípula, aquí vemos que aprendió mucho del de Quesada.
Regina Pérez Tirado, pintora también de Quesada (Jaén) acababa de ganar un premio de su arte, la pintura, en Sevilla. Y ya podemos imaginar que todo un mundo de posibilidades se abría en su vida.
A lo largo de esta entrevista podemos conocer mucho de la pintora Regina. Y es que, se quiera no se quiera, a las preguntas bien hechas de Lolo unas respuestas adecuadas nos vienen la mar de bien para conocer un arte tan especial como es la pintura.
Publicado en el Diario “Jaén”, el 25 de septiembre de 1965
Expondrá en una famosa sala de Sevilla como consecuencia de su brillante triunfo en un concurso
“Nadie supo animarme tanto como Zabaleta, que me presentó en Sevilla como si fuera prima suya.” – “En Sevilla quiero presentar como una treintena de cuadros, con paisajes, retratos y bodegones”. – “Hay en mí una tendencia al uso de las manchas y cierta facilidad para el dibujo”. – “En su forma más simple, el color tiene una gran fuerza”. – “Me encanta la pincelada de Goya, el color del Greco y el dibujo de Zabaleta”. – “Hoy, como en otros tiempos, se hacen cosas capaces de producir impacto”.
Una entrevista con Regina Pérez Tirado, a la hora de su triunfo
Estoy en Tíscar, sentado en el rellano de una escalera, y tengo delante de mí una taza de café. Hace cinco años estaba también aquí, ante otra taza humeante, dialogando entonces con un hombre de palabra viva, ardiente y profundamente sugestiva. Casi al pie de nosotros, sentada en un escalón, había una chica de unos 18 años, que escuchaba en silencio la embriagadora palabra de mi amigo. Sobre nosotros, la tarde se hacía de oro, para cuajarse en el arco iris que son los crepúsculos de Tíscar.
Meses más tarde, un infarto de miocardio cercenaba el futuro de un hombre genial que dejaba a su paso una obra que es y será el pasmo de las generaciones. Aquel hombre se llamaba Rafael Zabaleta y la tarde en que tomamos café le hice una entrevista, que debió tener la ingrata distinción de ser la última de su vida.
La chica se llamaba Regina y es la misma que hoy pasa conmigo por ese difícil rito que es una entrevista. Porque Regina, hay que decirlo, tiene unas manos ágiles y certeras que han acertado a definir su nueva personalidad de pintora de Quesada.
Convivir con la obra y la persona de Zabaleta ¿pudo haber influido en tu vocación? – empiezo a preguntarle.
No, aunque él, en su momento, me animó como nadie.
¿Cómo, pues, surgió la dedicación a la pintura?
Es una cosa indefinida, difícil de concretar. Yo antes ya dibujaba. Sí, puedo decirte que, en la residencia de estudiantes, nos encargaron a una amiga y a mí de la realización de un cartel. Trabajando juntas, empezamos a hacer proyectos de pintura y así nació la idea de cursar Bellas Artes. Eso sí, cuando Zabaleta lo supo, me lo aconsejó con insistencia, casi con machaconería, yo diría que con entusiasmo. El mismo me presentó en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla como si se tratara de una prima suya.
¿Y por qué ese fervor? ¿Acusaba en ti detalles prometedores?
No sé qué decirte, porque él tampoco me lo manifestó. Tal vez fuera porque le hacía ilusión despertar inquietudes artísticas. Pienso que él acariciaba la idea de que Quesada no cortase su tradición pictórica y naciese pronto un nuevo artista.
Me pregunto, no obstante, por qué este peso del nombre de Zabaleta sobre una vida joven, que es como un árbol nuevo, abierto a la ilusión y las claridades del futuro. La respuesta me la da ella misma, espigando en aquel laurel que se ha cuajado sobre la tumba de Quesada.
¿Ibas mucho por el estudio de Zabaleta?
Pues sí, siempre que pude.
¿Te dio buenas enseñanzas?
Ante todo me… Me explicó muchas cosas aunque bastantes debieron perderse por mi excesiva juventud.
Dinos, por ejemplo, algo que haya dejado en ti una huella imborrable.
Jamás olvidaré la lección concreta que me dio para utilizar los colores. “No te olvides –me decía- de que el color puede ser la forma más genial de configurar un tema”. Lo que más me agradaba era que sus lecciones no las daba sólo con palabras, sino concretándola con sus mismos cuadros. Un día, así, hablamos del modo de plasmar los colores del cielo. Primero me dijo eso de función del tubo con el tema y, casi en seguida, puso tres cuadros delante de mí. Uno era de “La Carreta”, que tiene un firmamento amarillo; otro, el de “Los Cuervos”, que es verde y, por último, un bodegón con paisaje, radiantemente azul. Nunca es posible olvidar una lección explicada así por un genio y ante tres obras cimeras de la pintura contemporánea.
Se impone hablar también de Regina Pérez Tirado. Vamos a mirar sólo a unas manos de uñas puntiagudas, que trenzan rasgos delante de un lienzo, pero antes, nuestra despedida al viejo amigo.
Prescinde del paisano: ¿Cómo ves a Rafael artista, a solas con su obra?
Como uno de los mayores genios de la pintura. Lo coloco a la altura de Picasso y aún no me quedo contenta.
¿Cómo es Regina? Alta, espigada, con una flexibilidad que se le concreta en el pie que tiene al aire y mueve nerviosamente. Físicamente, estoy ante una chica gentil, como tantas que hacen “la noria” en las tardes de las ciudades de provincias. Eso es por fuera, porque Regina tiene dentro ese fruto de serenidad que dan ya el arte y las ideas trascendentes. Cuando voy a hablar de ella, debajo de nosotros, en la hondonada, junto al río, chirría una carreta y el oro de la tarde tiene una madurez de viejo medallón.
¿Qué edad tienes, Regina?
Veintitrés años.
Bueno, tú eres hoy la actualidad, ¿por qué?
Tal vez te refieras al primer premio que he ganado en un concurso de Sevilla.
¿Qué ha supuesto en tu vida?
Indudablemente, una enorme alegría, pero, además, me ha infundido una exigencia de trabajo y una responsabilidad de las que, incluso, estoy asustada. El premio obliga a realizar una exposición en la sala “Pasarela” casi en fecha inmediata.
¿Para cuándo?
En febrero o marzo. Figúrate, ya mismo. Quisiera reunir como una treintena de cuadros y no hay más remedio que trabajar sin descanso. Tengo ya algunas cosas y una idea aproximada del número de paisajes, retratos y bodegones, pero todo es aún indeterminado.
¿Qué has hecho últimamente?
Un paisaje para el concurso de Cazorla. Lo he realizado con bastante ilusión, cuidándolo mucho. Es una vista de la ciudad desde el camino de Quesada. Un lienzo muy laborioso, con la difícil combinación de blancos y verdes, predominantes. Espero que se sepa calibrar esta circunstancia.
Huele a albahaca y tomillo, fuera se oye el gorjeo de un picapinos y, muy cerca, borbotan los caños de una fuente. Así, tan clara y concreta quisiera tener en mi mano la personalidad artística de Regina. La busco:
¿Cómo es tu pintura?
Sería demasiado pretencioso hablar ya de un estilo. En arte soy muy joven y procuro abrirme a todas las conquistas de los demás observando. No obstante hay en mí una tendencia al uso de las manchas. De existir alguna facilidad es para el dibujo, pero un dibujo sin líneas que yo armo a fuerza de superficies y entintados.
¿Cuál es tu concepto del color?
Pienso la gran fuerza que hay en su modo más simple. No quiere decir que lo use sin mezcla, pero sí que cuide la enorme energía y el valor que tienen los colores muy vivos.
¿Domina en ti siempre esta sensación de vivacidad?
Mira, yo, el color, lo uso en función del tema. Antes que nada estudio el motivo del cuadro y luego los pinceles se supeditan a la idea y al mensaje del tema. Esto no quita para que intente ese matiz de sugestión y frescura que hay en los colores palpitantes.
Regina tiene un estudio con la ancha panorámica de la serranía. Desde allí, en semicírculo, se ven el Puerto de Tíscar, el Cerro de la Magdalena, Fique y Béjar. Cuando pinta, Regina ve el cielo pinchado de cumbres y los grandes murallones verticales negreados de pinos.
Si te fuera posible hacer tu estilo con un cóctel de cosas bellas, ¿Qué ingredientes elegirías?
La pincelada del “San Antonio de la Florida”, de Goya, los colores del Greco, el dibujo de Rafael Zabaleta y, de los modernos, la técnica de manchado de Amalia Avía y la habilidad de Francisco García Gómez.
A una artista la definen también sus preferencias. He aquí las de Regina:
Me impresionó el “San Antonio de la Florida” de Goya; también “El descendimiento” de Van der Verder, y “La vieja y el gato”, de mi paisano Zabaleta.
Tu opinión de la pintura actual.
Inmejorable. El arte será siempre dinámico, sugestible y apasionante. Hoy, como en otros tiempos se hacen cosas capaces de producir impacto. Me viene a la boca, de momento, un cuadro de Carmen Lafont, donde figura un encaje que parece imposible haber concretado con los pinceles.
Ser mujer, ¿puede dar una predisposición favorable dentro de la pintura?
Sinceramente pienso que no. La sensibilidad femenina puede jugar una mala pasada en el artista.
Mientras charlamos, a mí, periodista, me tienta el tema de las relaciones entre la pintura y la literatura. Le pregunto así:
¿Puede el artista encontrar una fuente de temas en los libros?
Ya lo creo. De mí puedo decirte que hay bastantes libros que me han sugerido buenas ideas. Citaría, por ejemplo “La madre”, de Pearl S. Buck; “Algo flota en el agua”, de Lajos Zilahy, y el “Viaje por Andalucía”, de Cela.
El viento caracolea en la tarde mortecina, como ya esta entrevista, que se resiste a morir. Pienso en el porvenir de Regina, una chica con novio, y no dejo que el hormiguillo se me quede por dentro.
Si te casas, ¿seguirás pintando?
Te lo aseguro. Mi novio es el principal animador y el más entusiasta de mi arte.
Y ahora, terminada Bellas Artes, ¿Qué piensas hacer?
Tengo ilusión en opositar a cátedras de Artes y Oficios.
Mi bolígrafo descansa por fin. Ahora, a los dos nos llega el murmullo del río. Fuera, en lo alto, es la hora de cabra montaraz que empieza a zimbrearse en las cumbres. El crepúsculo se curva también como un violento arco iris. Pienso que así fue la vida de Zabaleta, una lira de siete colores en declive físico sobre la tierra. Los arcos iris nacen en algún lugar y son promesa de luz y de gracia, como Regina, joven, con su paleta en la mano y un “bulle-bulle” bajo la frente que lucha por arrancar al genio sus dulces modulaciones. Regina, pintora de esperanza, con la frente ya ceñida por el mirto de ese primer triunfo de Sevilla.
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Manuel Lozano Garrido «Lolo«, fue beatificado el 12 de junio de 2010 y su festividad se celebra el 3 de noviembre. En vida, fue un joven de Acción Católica, mariano, eucarístico, escritor y periodista. Enfermo desde los 22, estuvo 28 años en silla de ruedas y sus 9 últimos, ciego; podríamos presentarlo como «Comunicador de alegría a los jóvenes, desde su invalidez». Llamado ya por muchos como el Santo de la Alegría.
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