No podemos negar porque seguro que es cierto que haya personas, ajenas a la fe católica, que crean que algunas de nuestras prácticas no dejan de ser extrañas. En realidad, su caso carece de importancia porque lo que pasa es que no entienden las razones de ciertas realidades espirituales.

Seguro que uno de los temas que no encajan en la mente de algunas personas es el de las “reliquias” pues se puede llegar a considerar (según quién eso haya) que no son más que retazos de la vida de un ser humano muerto (en caso de que se trate de eso) y, en fin…, que puede no llegara a comprenderse.

Sin embargo, nosotros no podemos negar que las reliquias son de nuestro agrado, precisamente por eso: porque son parte de alguien, sí, muerto pero de alguien que es ejemplo de muchas cosas que no siempre entienden quien no quiere entenderlas.

Los amigos de Lolo, por ejemplo, mucho hemos de gozar con el tener una reliquia suya. Y no se trata de que seamos algo así como monstruos a los que agrada restos, por ejemplo, óseos, sino, en todo caso, sí somos creyentes que sabemos a qué debemos atenernos.

Ciertamente, sabemos que hay diversos tipos de reliquias pero que, en general, están las que se refieren a ropajes que su vida (consideradas de segundo grado) portó la persona a los que refieren o, también, restos físicos de su cuerpo (huesos, sangre, etc.) consideradas, éstas, lógicamente, de primer grado.

Es verdad que, como hay todo tipo de personas y de creyentes católicos, depende de cómo sea cada cual se creerá más o menos afortunado si tiene alguna reliquia de un santo, de un beato o, en fin, de alguien cuyas ropas o cuerpo pueda ser considerado apto para que estemos ante reliquias.

Pues bien, el que esto escribe tiene en su haber físico y espiritual dos reliquias del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo que es, en esta casa, algo más que conocido y a quien, realidad, no hay que presentar ni nada por el estilo. Son reliquias de Lolo y no hay nada más que decir.

Digamos que una reliquia que consiste en un trocito de tela de algunas de las ropas que cubrieron el cuerpo de Lolo en los años de su vida digamos que no es poca cosa. Y es que la misma fue parte de alguien que supo, con su vida y su ejemplo, serlo para nosotros, los que consideramos amigos suyos. Y es comprensible que tal cosa llene nuestro corazón al tener a Lolo, en tal sentido, tan cerca.

Pero, digamos, que el colmo del gozo es tener una reliquia de las denominadas “ex ossibus” que, como su nombre indica, se corresponde con una parte de uno de sus huesos, santos y amados huesos.

En realidad, no se trata algo así como el brazo incorrupto de Santa Teresa por las dimensiones. Sin embargo, es bien cierto que nosotros creemos que, aquí, una parte sí hace más que bien al todo y tampoco necesitamos miembros enteros. No, nos basta, eso, con un trocito en el que vemos, porque está ahí, la parte física de alguien que, a tal nivel, tanto sufrió en vida pero fue un sufriente gozoso y alegre.

Decimos, por ejemplo, que las reliquias forjan el alma porque, en un sentido más que cierto, le dan forma teniendo en cuenta a quién pertenecen. Y sabiendo que son propias de Lolo, nuestro amigo Manuel Lozano Garrido, es cierto y verdad que nada mejor puede haber en nuestro corazón que una imagen de la misma y, por eso mismo, un camino bien trazado que, para prueba del mismo, tiene la vida del Beato de Linares y, para realidad, quien fue. Eso mismo.

Debemos decir también que saber que uno tiene tan cerca algo que fue de Lolo de la manera más íntima aún nos une más a él porque nos sabemos lo más cerca que hayamos podido estar de Manuel algunos que, como el que escribe, no conoció en vida sino sólo al cabo de algunas decenas de años después de la llamada que le hizo Dios para llevarlo a su Casa un 3 de noviembre del año 1971.

Gracias, pues, las que podamos dar al mismo Lolo siempre serán pocas pero muchas, eso sí, las recibidas.

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