Como es más que conocido, Manuel Lozano Garrido, Lolo para todos los que somos sus amigos, entrevistó a muchas personas y entre ellas a escritores o pintores. Y eso es lo que hace con la entrevista que aquí traemos.

José Luis Verdes (1933-2001), en la imagen de arriba, muy vinculado a Quesada (pueblo que tanto decía a Lolo y de donde es Hijo Adoptivo desde el año de su muerte) de tal manera que tiene espacio museístico en tal población junto a Zabaleta, manifiesta en las preguntas que le hace Lolo que por aquel entonces era un pintor con una obra abundante y, como dice él mismo, escueta en sus formas.

Es interesante que una de las intenciones de Verdes sea que quien mira el cuadro eche su cuarto de imaginación a lo que le falta. Y es que es una forma original de descubrir una obra como la del entrevistado hoy por Lolo.

 

Publicado en el diario “Jaén”

 

José Luis Verdes agiganta en sus cuadros las pequeñas anécdotas humanas.

“Aunque en mis cuadros no aparezca el rostro del hombre quiero ir expresando mi modo de pensar sobre la masificación de las personas”.

“Los ‘ismos’ se justifican por las obras maestras que han dejado”

A partir del 29 del actual tendrá abierta una exposición en la Sala Da Vinci de Madrid.

Por lo que veo en Quesada los pintores (Caviedes padre e hijo-, Zabaleta, Chús Sanjuán, Regina…) se dan como la hierba en el prado casi por generación espontánea, salvo que aquí no existe el caballo de Atila del fracaso.

El “último ola” se llama José Luis Verdes. Es joven, recio, alegre y radicalmente expresivo hasta el punto de que, al reír, la carcajada incluso, se le hace detonante.

Suele pasar algo de su tiempo en Madrid, donde huronea el último “grito” en salas y corros de artistas, y la mayor parte en su finca “El Salón” del camino de Quesada, coloreando con los pinceles el sudor de una tierra que trabaja directamente como perito agrícola.

Es un pintor “flash” que hace instantáneas de las menudas peripecias de los hombres en las superficies de sus cuadros; y estando conmigo, mientras empezábamos a charlar, se puso y cogió bolígrafo y folio y fue tomando apuntes de un amigo que se colocó casualmente delante de una persiana y al que hizo estar bajo el ardiente sol de un mediodía.

Coleccionaba figurillas ibéricas a la vez que lee a Vargas Llosa y hojea revistas internacionales de arte en la misma plataforma del tractor.

Por lo que se ve viene pegando fuerte y tiene prisa hasta el punto de que se ha metido una veintena de cuadros bajo el brazo y con ellos se ha ido a Madrid donde el 29 del actual inaugura una exposición en la Sala Da Vinci.

Lo que hace, lo que quiere, lo que sueña nadie lo aclarará mejor que el propio Verdes.

-¿Cómo explicarías tu pintura al hombre de la calle que visite la exposición?

Utilizando sólo los elementos más indispensables, especialmente la composición y el color, busco el misterio que se esconde tras muchas escenas de la vida cotidiana como, por ejemplo, una puerta que se abre, por la que pasamos una y otra vez y habitualmente no solemos ver nada extraordinario. Pretendo, así, descubrirle a muchos el misterio que hay en esas escenas pues pienso que, como se ha buscado ese misterio en la mayoría de la ocasiones, es montando una escenografía aparatosa, con lo que se nos ha impedido encontrarlo en su modo más simple o natural.

-¿Qué temas son los que tratas habitualmente?

Siempre escuetos, de lo más sencillo que cabe: una puerta abriéndose, con un pie que acaba de ir entrando en la habitación; una ventana de par en par y la mano que va a coger la ropa que hay allí tendida; un muro con dos huecos a través de los cuales se ve la parte posterior de las cabezas que dialogan; un hombre que se sienta de espaldas en una mecedora y mira por una ventana; una ventanilla de oficina, por la que asoma la mano del funcionario.

-Sistemáticamente en tus cuadros no aparece el hombre sino de un modo parcial y nunca de cara. ¿Qué has querido expresar con este propósito?

Es un simbolismo intencionado, que me gusta utilizar para ir expresando mi modo de pensar sobre la masificación de la persona. Opino que estamos llegando a una gran despersonalización, ya que nuestras comidas o bebidas, forma de emplear nuestras cosas, lecturas, etcétera, han llegado a ser prácticamente las mismas. El individuo ha terminado por no ser para la sociedad más que un número: el de su carnet; y, lo peor es que lo han convencido. De aquí mi “pudor” en pintar caras o cuerpos completos que, por su “aire” o sus facciones puedan diferenciarlos. En cambio las manos, los zapatos, etcétera, están porque vienen a ser iguales en todos.

Hay otra razón: la posibilidad que da al espectador de ir imaginando lo que falta, lo que hace que los mismos cuadros sean vistos de forma diversa por dos espectadores diferentes; con la oportunidad que se concede de imaginarlo se hace el cuadro más atrayente.

-¿En qué te apoyas de preferencia para resolverlos? ¿En el color o en el dibujo?

Para que un cuadro valga la pena, tiene que poseerlo todo: color -o intencionada falta de color, que es más que color-; dibujo: composición, intención, materia -si la necesita-, etcétera. No doy primacía a ningún elemento.

La ficha muy sumaria de José Luis Verdes podrá ser ésta: 36 años, casado, estudiante de pintura con Gutiérrez Navas, simultaneándolo con la agronomía; casi 260 cuadros, 80 ya como profesional, admirador de el Bosco, Goya, Picasso, Cézanne, Edwuard y Hopper, sin influencias marcadas.

-Juicio de nuestra pintura.

No existe pintura española actualmente como no la hay de ningún país. Tal vez se pueda hablar únicamente algo de una pintura americana. Hasta ahí ha llegado la universalidad y masificación de los gustos.

Pintores españoles sí que hay y muy importantes. Para mí lo son por este orden: Picasso, Miró, Tàpies, Canogar, Genovés, Millares y Antonio López.

-¿Qué espulgarías y qué injertarías en la pintura de hoy?

Nada fundamental. Tal vez quitaría algo de intelectualidad y pondría más garra.

-¿Se da mucho el gato por liebre en lo abstracto?

Sí, pero como en los demás movimientos. Lo que sucede es que por falta de preparación, la gente no ve el “gato” en una pintura clásica, porque más o menos comprenden la escena y con ello le es suficiente; pero con la pintura abstracta, como ni siquiera puede tomar ese poquito que saltaba en la figurativa, cree que hay mucho más “gato”. Pienso que el artista es alguien a quién constantemente se le pide “gato” y el se empeña en dar “liebre”. Me refiero claro está, el artista honesto.

-Justifica los ismos.

Creo que lo hacen por sí mismos. Han dejado tras sí obras tan maestras, que en ellas se acreditan. Pero aunque no hubieran existido ninguna de esas obras, simplemente la fuerza que los ha llevado a quemar etapas, pasando de un movimiento a otro y en seguida a uno nuevo, lo justifican todo, pues indican que el arte no está muerto, sino lleno de vitalidad.

Lo malo en él es la quietud, el aferrarse a una fórmula y, después de haberlo agotado, hacer de un movimiento que en su día tuvo vigencia, un clasicismo ya caduco, por seguir vanamente aferrado a la formulas.

-¿Con qué virtudes de los grandes realizarías un cuadro ideal?

Con el misterio de un Bosco o un Bacon, la fuerza de un Goya o un Picasso y la simplicidad de un Mondrian.

Sobre la mesa de José Luis Verdes suele haber con frecuencia algún libro. Los nombres de Márquez, Vargas Llosa o Joyce dicen de la hondura que busca. De aquí la pregunta:

-¿Te vale la literatura para pintar?

Mucho, pero relativamente. Me explicarle: Me impresionó enormemente por ejemplo el “Ulises” de Joyce. La importancia que tienen las cosas más simples que puede hacer un hombre en un día corriente, me apasionó y descubrí a través de ella un mundo nuevo, que indudablemente ha influido en mi pintura. Ahora bien, todo eso debe pasar por el crisol de la personalidad del artista y luego, de esta purificación, sale algo que a lo mejor tiene poco que ver, con la idea matriz. Aparte del “Ulises” también me han influido algunas otras cosas, aunque pocas.

Compartir:

Etiquetas:
Accesibilidad