El periodista recibe diariamente docenas de papeluchos, de publicaciones que todo el mundo se empeña en mandarle sin que, las más de las veces, al periodista le importen un pimiento. Y el periodista las mete en el bolsillo para ojearlas a la noche, cuando a las tres de la mañana cruza las calles desiertas de la ciudad, en la hora menos caliente del día de verano.
¿Hay que decir que las más de las hojas quedan en los primeros cubos de basura matinales? Pero hoy el periodista ha guardado una, sólo una, una hojita que le ha emocionado. Son dos pequeñas páginas impresas con buen gusto y que bajo el título de ‘Sinaí’ se editan en el apartado 112 de Linares (Jaén). Bajo el título, un subtítulo dice:
«Grupos de oración por la Prensa Católica»
El periodista se siente un poco emocionado. Sabía que, un día al año, las ciudades pueblan de carteles hablando de la Prensa católica, pero pensaba que esto era una ventolera que pasaba en cuanto esos carteles eran cubiertos por el anuncio del cine del día siguiente. Y ahora acaba de enterarse de que hay una fraternidad entre periodistas y enfermos y que a alguien se le ha ocurrido -¡nada menos!- buscar quienes ofrezcan su dolor por los periódicos.
El periodista iba un poco cansado. Eran las tres de la mañana y llevaba muchas horas de pié junto a la platina. Y, de pronto, se dio cuenta de que no era él el único que velaba. Que también muchos enfermos sabían lo que era eso de no dormir cuando todos están durmiendo. Entonces ¿quizá alguien mientras el periodista trabajaba estaba ofreciendo un dolor por su trabajo?
El periodista conocía a muchos criticones, a muchos cazadores de errores, a tantos, que desde la cómoda calma de la hora de la siesta, dictaminan seriamente sobre lo que el periodista hizo anoche entre el vértigo de los teletipos. Él sabe, como nadie, lo difícil que es servir a la verdad. Él siente como nadie la responsabilidad de hablar cada mañana con cien mil lectores; conoce y mide con miedo sus equivocaciones. Sabe que si en algún sitio es difícil ser cristiano, ese sitio es la Prensa. Sabe también que si en algún sitio es útil ser cristiano, ese lugar es la Prensa.
Por eso el periodista ha respirado al encontrar que hay quienes no critican, sino oran; quienes no murmuran, sino sufren; quienes no dogmatizan, sino ponen su grano en la tarea. Y sabe que mañana él va a trabajar mejor porque se va a sentir más sostenido, más sereno, más útil.
Por todo eso el periodista no ha tirado esta única hojita. La ha guardado en su bolsillo para meterla a la mañana siguiente bajo el cristal de su mesa de redacción. Cuando a las tres de la mañana el cansancio le llegue le bastará mirarla para saber que hay otros cansancios -quién sabe en qué hospital- que sostienen el suyo. Gracias, ‘Sinaí’.
(publicado por el prestigioso diario bilbaíno LA GACETA DEL NORTE)
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Sacerdote y cronista del Concilio Vaticano II