Tras el viaje que realizó Lolo a Lourdes es del todo lógico que se conmoviera su corazón y creyera necesario hacer algo. Y aunque también él había acudido a tan santo lugar por su propia enfermedad, sabía que podía salir algo muy bueno de todo aquello. Y creó “Sinaí”.
“Sinaí” fue, y es, algo así como un cauce de fe y de oración a través de aquellas personas que rezan y oran por los medios católicos que, en el mundo, tratan de aportar su granito de arena a la playa inmensa de la información.
Poco a poco, como aquí nos cuenta Lolo, “Sinaí” fue creciendo y creciendo y, es más, hoy mismo, en este siglo XXI ya tan avanzado, sigue dando fruto aquello que Manuel Lozano Garrido tuvo a bien regalar al mundo.
Publicado en la revista Vida Nueva, en julio de 1962
Cuando usted desenfunda el semanario favorito, un ancho ambiente de secciones y nombres conocidos se le despliegan ante los ojos, pero allí mismo, como savia de aquellos pensamientos, se remansa esa tibia atmósfera de gracia que canalizan en nosotros las infinitas oraciones de tantas almas como rezan. El “agosto” –bueno, es junio- de la Prensa tiene, por tanto, unos ángeles segadores que se embuten en cuerpos humanos. Por eso, el mismo Juan XXIII ha podido decir que: “Junto a la Iglesia que habla, hay también una Iglesia que calla”, la que reza y se enraíza junto a las simientes de las palabras.
Ese impalpable clima de fervor y de ofrenda ha tomado al fin en España el cauce concreto de una obra, “Sinaí”, muy relacionada, por cierto, con nuestros lectores habituales. De ella informamos a continuación.
EL ORIGEN
Fue en el alborear de 1959. A Dolores Güell, la entonces secretaria de Redacción de “Vida Nueva”, le tocó escribir su “Diario de a bordo” dentro de esos siete días que desembocan en la fiesta de la Sagrada Familia. “¿Habéis pensado –les decía a un grupo de enfermos entusiastas de P.P.C.1- que podemos y debemos hacer algo por nutrir los lazos de esta gran familia que formamos alrededor del periódico?”. Uno de los enfermos, que también era periodista, venía meditando, a su vez, en algo que encauzara hacia la evangelización escrita el valor que se desprende del sufrimiento que se acepta, y, sumando las dos iniciativas, quedó redondeada la obra.
NOMBRE Y FINES
El nombre, “Sinaí”, quería resumir todo aquello que supuso el esfuerzo operante de Moisés, aupando a su pueblo al compás de las manos que se le elevaban. “Sinaí” pretendía ir creciendo y fructificando los afanes de las redacciones al ritmo de sus manos cargadas de “Fiat” y de plegarias. Desde el principio, la misión de ayuda a la Prensa católica se concretó de este modo:
Primero, pidiendo por los periodistas; por su inspiración y sus necesidades; segundo, rogando a su vez, por la santificación de los lectores; y tercero, intercediendo por la creación de nuevos caminos para la evangelización escrita a fin de extender su acción salvadora.
MULTIPLICADO POR
Cuatro enfermos -tres mujeres y un hombre-, y los cuatro con certificado de gravedad extrema, iniciaron la experiencia-piloto alrededor de todo ese colosal instrumento que se llama Propaganda Popular Católica. El grupo desplazó pronto un “enviado especial” al Cielo: la antigua administradora de P.P.C., la señorita Palmira Ros. Palmira escaló las alturas a través de una penosa, sublime y resignada ascensión y, con su muerte, la Obra entró en una fase de crecimiento que hizo necesario extender sus características de protección al resto de la Prensa nacional católica.
Desde entonces, “Sinaí” comenzó a funcionar ya con su manera definitiva. En torno a una publicación empiezan a agruparse enfermos, que ofrecen diariamente el mayor número posible de sus intenciones. Cuando el grupo completa la cifra de “doce”, se pasa a acoger una nueva publicación, que sigue la misma marcha. Y así sucesivamente.
Dentro de cada núcleo se procura incluir una comunidad religiosa contemplativa, que figura únicamente como miembro individual. Mensualmente se enlazan por medio de una circular. Todo tiene carácter gratuito e, incluso, no es necesaria la formulación de ningún voto ni promesa.
“SINAI”, HOY
Cinco grupos y setenta miembros son el balance actual de “Sinaí”. Con todo, lo más importante es el elemento espiritual, el torrente de valores que circula por ese Místico Cuerpo que enlaza fervorosamente. Tratad de que sea vuestro corazón, a través de la salud, el vigor y la fuerza de vuestro organismo, el que haga el reportaje de esos setenta cuerpos radicalmente atormentados. Lérida, Bilbao, Asturias, Salamanca, Canarias, Mallorca y Barcelona dibujan una corona de criaturas que sufren y van ciñendo con amor todo el volumen de la geografía española. Los infinitos matices del sufrimiento se aúpan protectoramente sobre nuestro cielo. A unos, el destino se acercó para pedirles la luz de sus ojos; a otros, el andar gallardo o las manos que acarician y trabajan; a muchos, el ritmo acompasado del corazón y los pulmones, la canción de los oídos, el silencio de los labios, el complicado y maravilloso fundamento interior de su vida. Dejar de ver, oír, andar y actuar, lo vienen haciendo años y años, algunos con más tiempo de enfermedad que de salud; otros, desde su misma adolescencia. Unos, acercan su cabeza herida; otro, su tronco azotado y taladrado; muchos, las manos y los pies condolidos. Ved de armar todo esto y a ver si no componen la misma figura de un hombre que se inmoló hace veinte siglos. Todos unidos se tumban sobre la propia Cruz de Cristo y el milagro de la transformación divina lo hace Él sobre la aceptación cotidiana y permanente de aquellas criaturas. Esos son los hermanos nuestros que han sido elevados al campo divino por el milagro de la Sangre redentora. Cristo, por esas setenta vidas, derrama su Sangre a través de unos canales que desembocan encima de nuestras cabezas y las de los hombres que nos sirven.
Si lo pensáramos bien, os aseguro que leeríamos siempre con escalofrío cualquier revista católica; con la misma emoción de sentirse blanco de una lluvia fecundante de gracia y de santidad. Sobre el sensacionalismo y los chismes, esta es la gran ventaja de la Prensa católica.
BANDERÍN DE ENGANCHE
El dolor está sobre nuestras ciudades como el sol de mediodía y las estrellas. Alrededor vuestro, en el barrio, en la casa y puede que en vuestro mismo hogar, hay una criatura que sufre. Dadle un sentido útil a sus horas. Habladle y que también se sienta como trigo en la tierra, que ellos vivan a su vez la gloria de sentirse semilla de Dios que se derrama por las columnas de los periódicos. Que escriban ellos mismos o ayudarles a hacerlo, a “Sinaí”, 2 LINARES (Jaén), solicitando su incorporación. Veréis como ellos se van a nutrir de una nueva alegría. Y vosotros a la par, porque notaréis unas espaldas bien cubiertas a lo largo del camino de la vida.
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Manuel Lozano Garrido «Lolo«, fue beatificado el 12 de junio de 2010 y su festividad se celebra el 3 de noviembre. En vida, fue un joven de Acción Católica, mariano, eucarístico, escritor y periodista. Enfermo desde los 22, estuvo 28 años en silla de ruedas y sus 9 últimos, ciego; podríamos presentarlo como «Comunicador de alegría a los jóvenes, desde su invalidez». Llamado ya por muchos como el Santo de la Alegría.
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