Cualquiera, que no conociera la peripecia de la vida del Beato Manuel Lozano Garrido podría pensar que era seguro que la soledad era su compañera diaria y que, sólo si se aviniera a tal compañía su existencia podría ser considerada pasable.
Tal sería el común pensamiento de alguien que ve la vida con unos anteojos donde sólo alcanza su vista lo lejano pero no lo cercano. Por eso Lolo, que sabe mucho de amor y de deber: lo primero para tener muy en cuenta la Voluntad de Dios; lo segundo para cumplirla a rajatabla, sabe que las cosas no son siempre como parecen.
El Beato Lolo también sabe que la esperanza es una semilla que se debe sembrar muy a menudo. Por eso, lo mismo que el ¿médico? de esta pequeña narración, sea quien sea quien entre en visita hará lo posible para que su habitación sea un paraíso, luz en un mundo, a veces, desanimado.
Publicado en el Diario “Jaén”, el 6 de septiembre de 1969
La espuma de los días
Es de madrugada. Las gentes del pueblo se echaron a dormir y únicamente él permanece en vigilancia. Todo lo que vive está ahora lejano, como ese golpe de chuzo del sereno que suena en la distancia. Palpitaciones en este lugar no hay más que las suyas.
He aquí a un hombre radicalmente en soledad, rodeado en todo caso de específicos, a la vera de una lamparilla encendida y con un libro de fórmulas delante de la cara pero sin una palabra o una risa en torno; solo, lo que se dice profundamente solo.
“¿Y si pusiéramos un círculo rojo alrededor, para acentuar su ángulo de soledad?”.
Sin embargo, los dedos que sujetan el lápiz vacilan y hasta tiemblan.
* * *
¿Qué es verdaderamente un hombre a solas? Antes que nada el que tiene conciencia de su propio vacío. Pero vacíos, por desgracia, hay también muchos hombres, incluso bastantes que viven en escandalosa compañía. De seguro que, por ejemplo, mi lápiz rojo tendría que hacer bastantes círculos en las gradas de un estadio y, hasta a lo mejor, en la pista de un “Music-Hall”. ¡Cuántos gritan únicamente para oír el propio lamento del corazón desolado!
Solo…; nunca se está solo, mientras nos arda por dentro la lamparilla del amor y el deber. Tras la bata blanca de este hombre, allí dentro, están los rostros de todos los habitantes del pueblo, aunque a la mayoría ni siquiera los conozca. En algún lugar de esta región puede que alguien le esté negando a otro la lumbre del cigarrillo, pero aquí hay toda la noche una puerta medio corrida para poder entrar y darse con un hombre, siempre en hermosa servidumbre.
El que venga traerá una agonía o una angustia, pero él ha de brindarle siempre una esperanza.
Estoy pensando en esto: hay que ver la de vidas que hay presentes en torno a la mesa de trabajo de este hombre. No tendrá quien le distraiga en la noche contando un chiste, pero sobre las estanterías están también los desvelos de un sabio que sacrificó su tiempo hasta dar con una medicina y los de los empleados que la fueron fabricando. Como este, aquellos seres tenían una ilusión comunitaria. Si en el mundo existirán gentes egoístas o antipáticas, para él, solo, sus ideales, sus sueños.
Una habitación será siempre una habitación y sólo eso. En cambio, un hombre puede hacer de ella una cárcel o un paraíso. Basta con la manifestación de sus sentimientos, sus ideales, sus sueños.
Si yo me despierto ya con un camino abierto a la vida, estoy llenando a los hombres de una sustancia muy hermosa. Aquel al que le ha de nacer un pensamiento noble es algo mío, desde el momento en que deposito la fe que pongo en él. El mundo solo gira en torno mío gorjeando en esperanza.
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Manuel Lozano Garrido «Lolo«, fue beatificado el 12 de junio de 2010 y su festividad se celebra el 3 de noviembre. En vida, fue un joven de Acción Católica, mariano, eucarístico, escritor y periodista. Enfermo desde los 22, estuvo 28 años en silla de ruedas y sus 9 últimos, ciego; podríamos presentarlo como «Comunicador de alegría a los jóvenes, desde su invalidez». Llamado ya por muchos como el Santo de la Alegría.
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