Cuando uno ve una de las imágenes que definen mejor a Lolo en la que sostiene una cruz en la mano después de su muerte, acaba pensando o, mejor, sabe que es así, que tal persona abrazó la cruz a lo largo de su vida de tal manera que la misma se le ha quedado prendida en el corazón y la lleva hasta la misma vida eterna.
El caso es que Manuel Lozano Garrido, pues así era conocido, fue llamado por Dios (como suele decirse) el día 3 del undécimo mes del año del año 1971. Y es bien cierto que hoy no es tal fecha sino que recordamos lo que sería la misma cuando Lolo aún era miembro de la Iglesia militante aunque, como podemos imaginar, a pocos días de su Dies natalis ya podemos estar seguros de que lo estaba pasando no demasiado bien.
Es cierto y verdad que después de haber pasado tantos años en una situación física precaria y de haber soportado los más intensos dolores que uno pueda imaginar (recordemos que decía que era como si le clavaran “alfileritos” en el cuerpo) aquel vecino de Linares se había ganado el Cielo de todas las formas posibles. Sin embargo, como eso es de suponer, nosotros sólo podemos desear que eso así fuera pero está en manos de Dios, como sabemos, conceder tal realidad espiritual.
De todas formas, creemos que entonces, apenas a dos días de que terminara el mes de octubre de aquel 1971, Lolo anhelaba con todas sus fuerzas el encuentro con su Padre, Creador y Todopoderoso. Y eso ha de ser así, por ejemplo:
- Porque fue un hombre de fe profunda y arraigada en un corazón fuerte.
- Porque siempre quiso ser auxilio para el prójimo y dar su tiempo en una entrega total.
- Porque no dudó en redoblar esfuerzos para cumplir con su vocación.
- Porque siempre fue un hermano cercano y un hijo de Dios consciente de serlo.
- Porque supo estar muy cerca de su Padre del Cielo y atender todas sus peticiones.
- Porque caminó hacia Dios con total seguridad de ser escuchado por el Creador.
- Porque fue capaz de obviar sus sufrimientos y mantener un dolor de “escafandra” de manera que su prójimo no sufriera con él o por él.
- Porque supo atender los gemidos inefables del Espíritu Santo y dejarse conducir por la Voluntad de Dios.
- Porque fue la alegría personificada y diera la impresión de no padecer dolor alguno.
- Porque supo tener más que claro que su forma de ser era la que quería Dios para sí.
- Porque…
Es seguro que podríamos decir mucho más de Lolo (y algunas personas, aquellas que le conocieron, harían tal relación más y más extensa), de cómo fue a lo largo de su vida y, en fin, de cómo, en aquel su entonces y a tan pocos días de entregar su alma en manos de Dios, tuvo que saber, que se le diera a conocer, que muy pronto gozaría de la Visión Beatífica y de la Bienaventuranza. Entonces, a pocos días de ver cumplido el que sería su mayor anhelo y que no debía ser otro que gozar del sol de la vida eterna y de, entonces sí, ver recuperado su sufriente cuerpo, tuvo que gozar más que intensamente su momento.
Lolo, apenas a unos días de que todos supiésemos cuál sería su Dies natalis, estamos más que seguros de que no cesaría en su trabajo diario y debía querer que aquel, como su particular entrega, no terminara nunca. Pero estamos aún más seguros de que estando tan cerca del Cielo como estaba, ahora, un 30 de octubre de 1971, nuestro amigo Manuel, tuvo que verse liberado de tantas ataduras del cuerpo y saber que pronto, más que pronto, aquel “siempre, siempre, siempre” que seguro conocía como expresión de Santa Teresa acerca de la duración de la vida eterna, estaba a su alcance, a apenas unos días de tocarlo con las fibras de su corazón.
Tan cerca del Cielo. ¡Cómo debió gozar Lolo su entonces!
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Licenciado en Derecho, casado y con dos hijos. Amigo de Lolo y bloguero en defensa de la fe.
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