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Os compartimos los materiales que nos presenta por D. Mariano Cabeza Peralta, Promotor Eucarístico Diocesano de Jaén, para los Tiempos litúrgicos de Cuaresma y Pascua 2021.

Queridos del Señor:
Transcurridas estas semanas del tiempo ordinario una vez concluida la Natividad de nuestro Señor, de nuevo la Madre Iglesia a través de la Liturgia nos invita a seguir las huellas de Cristo que nos conducirá por el desierto, por la ciudad Santa de Jerusalén, por el Cenáculo, Calvario, Sepulcro para morir con El y así poder Resucitar con El y enviarnos al mundo entero con la fuerza del Santo Espíritu en Pentecostés.

Cuarenta días de preparación, el Santo Triduo Pascual y cincuenta días de prolongación pascual. Muchos días que se convierten en oportunidades privilegiadas de encuentro con el Señor, de comunión eclesial, de
fortalecimiento de la Fe y en este curso pastoral, de crecimiento en la Caridad vertical y horizontal, es decir, de amor a Dios con todo el corazón, alma y ser, y amor al prójimo como a uno mismo según el mandamiento nuevo que nos dará el Señor en el Jueves Santo que este año tendrá que tener, aun más, un marcado sentido caritativo y eucarístico porque estos dos aspectos son inseparables.

El corazón, el alma y médula del año cristiano es el Santo Triduo Pascual:

La liturgia del Jueves Santo, como pórtico de gloria, ante sala del Triduo Pascual, es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, participar de todo lo que aconteció ‘en la noche en que iban a entregarlo’. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavar los pies a sus discípulos.

Entrando en el primer día del Santo Triduo Pascual:

La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza. Con la Pasión de Jesús, según el evangelio de Juan, contemplamos el misterio del Crucificado, con el corazón del discípulo amado, de la Madre, del soldado que le traspasó el costado.

Durante el Sábado Santo, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección. Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro. Callan las campanas y los instrumentos. Se ensaya el aleluya, pero en voz baja. Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío. La Cruz sigue entronizada desde ayer. Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad. Es el día de la ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz «¿por qué me has
abandonado»?- ahora él calla en el sepulcro. Descansa: «consummatum est», «todo se ha cumplido».

El Domingo de Resurrección con la Vigilia Pascual es el día en que incluso la Iglesia más pobre se reviste de sus mejores ornamentos, es la cima del año litúrgico. Es el aniversario del triunfo de Cristo. Es la feliz conclusión del drama de la Pasión y la alegría inmensa que sigue al dolor. Y un dolor y gozo que se funden pues se refieren en la historia al acontecimiento más importante de la humanidad: la redención y liberación del pecado de la humanidad por el Hijo de Dios.

El mensaje redentor de la Pascua no es otra cosa que la purificación total del hombre, la liberación de sus egoísmos, de su sensualidad, de sus complejos; purificación que, aunque implica una fase de limpieza y saneamiento interior, sin embargo se realiza de manera positiva con dones de plenitud, como es la iluminación del Espíritu , la vitalización del ser por una vida nueva, que desborda gozo y paz -suma de todos los bienes mesiánicos-, en una palabra, la presencia del Señor resucitado. San Pablo lo expresó con incontenible emoción en este texto: «Si habéis resucitado con Cristo vuestra vida, entonces os manifestaréis gloriosos con Él» (Col. 3 1-4).

Os deseo que viváis estos momentos en vuestros grupos y comunidades con máxima intensidad, que participéis activamente en los grupos de liturgia para preparar las celebraciones y servirlas a la comunidad. Que tengáis muchos momentos de encuentro con Cristo Eucaristía en el Sagrario, en la Exposición del Santísimo, en la Capilla de la reserva eucarística el Jueves Santo.

Os deseo una Cuaresma de conversión, una Semana Santa de celebración y una Pascua de Resurrección, de profundización y misión para que llegue a todos el gozo del Resucitado. Que estos sencillos materiales contribuyan a este propósito.

Siempre en el Señor y a vuestro servicio.
Mariano Cabeza Peralta
Promotor Eucarístico Diocesano

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