Nos trae Manuel Lozano Garrido un artículo que mueve al corazón a gozar al saber que hay quienes, por encima de su propia vida, estiman en mucho la del otro, la de su prójimo. Y llegan, incluso, a salir de las paredes de su convento para ayudar a quien más lo necesita.

Lolo entrevista, por así decirlo, a una Hermana de la Asunción y fácilmente podemos ver en estas líneas que se toman su vocación más que en serio y que hacen de la misma el motivo esencial de su vida pues, en verdad, lo es.

Según podemos aquí leer, la situación del obrero (aquí minero) no es la mejor del mundo. Sin embargo, deducimos de las respuestas a las preguntas que se le hacen a la religiosa aquí traída que no hay que perder la esperanza pues siempre es posible que la fe  aflore donde, al parecer, no se esperaba su floración.

 

 

Publicado en la revista Cruzada, en julio-agosto de 1958

 

Durante ocho horas su casa es la de los obreros.

Cuando en una familia obrera a la mujer la afecta una enfermedad, todo el hogar se resiente y aún su propia economía y el área laboral acusan el impacto al tener que retraerse el trabajador al domicilio. Es así que la ya de por sí desenvoltura de las clases humildes, sufre crisis de características dramáticas que suelen alcanzar también a los principios morales.

Para aminorar el mal y contribuir de paso a la recristianización de las familias, en 1856 fundó el sacerdote Esteban Pernet la comunidad de Hermanitas de la Asunción, que por sus fines ha llegado a un desarrollo extraordinario.

En lo esencial, la Hermanita se sitúa en la casa del trabajador durante las horas laborales y allí realiza todo lo que es habitual a la mujer – baldeo, mercado, cocina, lavado, costura…- añadiendo el cuidado de la enferma y sin aceptar nunca la menor retribución.

LA RESIDENCIA DE LINARES

Instalada una residencia de Hermanitas de la Asunción en Linares, dos años y medio han sido suficientes para acusar cierta fructificación hasta hoy desconocida. Se mira ya a las religiosas con tremenda simpatía y, en especial, los humildes las saludan con una agradecida y generosa ofrenda en la mirada.

A la superiora, M. Nieves, la hemos abordado en horas crepusculares. Toda otra tentativa resultaba superflua, pues mañana y tarde el convento parece como abandonado.

LA RELIGIOSA

– ¿Misión de las Hermanitas?
– La recristianización de la familia obrera.

-¿Condiciones para cumplirla?
– En lo espiritual, amor de Dios y celo por las almas. Salud normal, cierta cultura y, a ser posible, conocimientos sanitarios.

– Defíname a la Religiosa.
– Alma de carmelita y corazón de misionera.

– ¿Horario?
– Vida mixta que se resume en los tres ochos: de oración, de trabajo y de descanso. Todo se acomoda al horario del trabajador.

-¿No dificulta a la oración su actividad?
– En las Hermanitas se identifican el ideal de la vida monástica y el celo del apostolado, así, rezamos el Gran Oficio menos Maitines.

-¿De qué viven?
– De la Divina Providencia.

-¿Qué hace la monjita en el hogar obrero?
– Cuidar de la enferma y suplirla en todo lo que realizaba.

-¿Qué es lo que más les cuesta?
– La misión propiamente dicha, no por su dificultad, sino por tocar los sufrimientos por los que atraviesan los obreros.

EL OBRERO

– ¿Cómo es el minero?
-Noble, sencillo, algo triste por la dureza de su vida. Es lamentable, pero hay que confesar su falta de ideal. No lo tiene ni como hombre, ni como ciudadano, ni aún como padre….

– ¿Respecto a la Iglesia?
– Indiferente. Ateo, no. A su modo, la indiferencia tiene cierta lógica: el mandato de Cristo no va en el ejemplo de muchos católicos. La verdad es que cuando el evangelio llega, quedan subyugados.

– ¿Problemas básicos?
– Viviendas e incultura, los dos pavorosos. También el vicio, que les arroja a la miseria. Sé de familias numerosas que, bien administradas, afrontan mejor sus problemas.

– Un consejo al apóstol social.
-Oración, guerra al egoísmo y sentido de responsabilidad. Esto remáchelo mucho.

– Un caso de solidaridad con su labor.
– El tendero. Tenemos varios comprometidos en rebajar cuando se hace la compra.

Vea este caso. Vd. sabe que la Hermanita va al mercado con lo que el trabajador dispone para el día. Aquélla sólo llevaba tres pesetas, y entró en la carnicería para pedir un filete ¡de peseta! El tendero se lo dio y ella admitió como cosa natural, que había suculento “bistec” de peseta. La cosa se aclaró al saberse que el industrial era uno de los favorecedores.

CONTINUIDAD

¿Limitan su misión al hogar?
– La del hogar es de simple testimonio. Después, las mismas familias se enlazan con visitas, que cristalizan en una reunión mensual. Luego de cierta reunión de esta clase, un hombre poco efusivo, acudió a su casa con un ramo de flores. “Es que sabes – le dijo a su mujer -, tenemos que hacer las paces.”

– ¿Y la labor sanitaria?
– En la residencia hay un dispensario de inyecciones, más curas, medicación, etc… Es curioso que la predicación de la Hermana no es abierta, pero sí su cordialidad, que favorece un clima de confianza, con el que se ha llegado al arreglo espontáneo de situaciones ilegales.

-¿Llegan ellos a participar en la misión?
– Sí, con la fraternidad. Carpinteros, albañiles, herreros, etc., ofrecen sus brazos y, cuando los necesitamos, trabajan gratuitamente.

– Para terminar, un caso concreto de apostolado.
– Éste: se trataba de un matrimonio civil, cuyos dos miembros e hijos estaban enfermos. Cuando la Hermanita llegó, había muerto el niño. El marido no se retraía de criticar a la Iglesia, pero, en cierto momento de confianza, confesó el temor de haber contagiado a su hijo, y la hermana le acertó con el consejo oportuno. Días después él mismo pidió hacer una novena, cuyo final coincidió con su visita al médico. Con asombro de los dos, éste le dijo que ya no necesitaba la plastia: estaba curado. Ahora dirige todas las noches el rosario.

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