Sin duda alguna, este artículo que, en realidad, es una entrevista, es un verdadero caramelo para quien conoce tanto a Lolo como a José María Pérez Lozano, amigo suyo y escritor.

Lolo hace ir la entrevista por dos temas fundamentales: una obra propia del otro Lozano, José María y lo que el mismo tiene que ver con el cine como entendido que era de tal arte. Y es bien cierto que en ambos temas encontramos a un entrevistador que sabe muy bien qué preguntas hacer.

De todas formas, no es poco cierto que José María Pérez Lozano responde de una manera más que franca y en sus palabras apreciamos la voluntad de alguien que tiene a su fe por quicio donde apoyarse y así lo demuestra en esta obra suya y, en general, en su vida.

 

 

Publicado en “Cruzada”, en julio-agosto de 1955.

 

LOS HIJOS DE PÉREZ LOZANO REZAN AL ÁNGEL DE SU NOVELA.

El cine piensa ya en Tiberio y “Sencillo”

“Las campanas tocan solas” es el título de una gran novela. Su autor, un joven que no llega a la treintena, si como novelista hace sus primeras armas, tiene en cambio un lugar preferente entre los periodistas que más influyen hoy en España. El índice de esa brújula cultural que es el “Tiempo”, de García Escudero, señala con frecuencia el nombre de este agudo, certero y veraz publicista que es José María Pérez Lozano.

A José María nos ha llevado esta vez la lectura de su novela. Veréis. Nosotros queríamos ya de antes a Tiberio, el protagonista. A través de unas lecturas parciales nos habían subyugado ya los ojos cándidos de aquel chaval a quien Dios se equivocó e hizo ángel que soñaba con ser Ingeniero de Jardines y Arroyos para sembrar una violeta en el yunque del herrero y desviarle un riachuelo a “Chicha y Pan”. Nos alegró eso cuando al fin le tuvimos delante, hecho ya imagen en la tibia sobrecubierta del libro. Venía él desnudito, desnudito, sin más bagajes que su mundillo de estrellas y unos ojitos inefables, y nos rindió a su inocencia.

En la entrevista que hemos sostenido el autor nos ha contado cómo le dejó a un lado el jurado del Nadal. Yo no quiero detenerme en miopías ni mezquinas intenciones, pero la novela es de las que hacen época. Por eso, no sé si Pérez Lozano habrá pensado en que sucedió así porque la misión de Tiberio no podía dársenos con reclamos y etiquetas de concursos. A su criatura la hizo él elemental y sencilla, y por eso había de dársenos sobre la huella del silencio. Y así ha venido: a pecho limpio, como la verdad. La portada era, pues, un símbolo. Ahora Tiberio habla ya desde los corazones, la crítica le señala como de lo mejor del año y el cine va a hacerse de su mensaje para acercárselo a los humildes. Justo será que al fin hable el novelista. Esta es la causa. Y aquí está, con su condición de crítico y sus palabras sin bilis, quemando el agravio en la gloria de Tiberio.

José María, ¿cómo es un día tuyo? ¿De dónde sacas tiempo para escribir tantos artículos y libros, dar conferencias, ver y criticar tantas películas y publicaciones?

Mi día es como otro cualquiera aunque en deprisa. Aborrezco los horarios fijos, pero mi aparente desorden tiene una firme armadura de orden. Al menos, de orden mental. En líneas generales te diré, pues, que la primera parte de la mañana la paso en mi casa, trabajando. La segunda en PPC (Propaganda Popular Católica), donde soy director de la revista “Pax” –quincenal desde enero- y redactor jefe de “incunable”. Por la tarde estoy en “Ecclesia” y por la noche en “Signo”. Los estrenos los suelo ver de once a una de la noche. Las demás cosas… las voy haciendo como puedo y de acuerdo con los “regalos” de tiempo que me encuentro. Ahora, por ejemplo, estoy dedicando las vacaciones de este año a concluir el guión cinematográfico de “Las Campanas”. Uno pone el buen deseo de hacer cosas. Lo demás, querido Manolo, es la añadidura. Son los menudos y asombrosos milagros diarios, las pequeñas multiplicaciones de panes y peces, que hace el Señor.

Define a “Las campanas tocan solas”

Creo que no sé. Te diré que para mí es un libro fundamental y que no creo que pueda encontrar nunca un tema tan hermoso y atractivo. Es uno de esos que un escritor sólo encuentra, quizá, una vez en su existencia. De mi libro se han dicho muchas cosas, a cual más sorprendente para mí, que quizá no esperaba tan buena acogida crítica. Yo pienso que es una de las raras novelas españolas definitivamente católicas. Tiberio es una abstracción, desde luego; pero quiere ser un grito de caridad. En “Don Quijote” vemos al Héroe que cada hombre desea ser. Yo desearía que el lector viese en Tiberio al Santo que cada hombre debe ser. Quisiera que el mundo pudiera limpiarse de tanta roña y que aprendiera a ser, otra vez, inocente. Pero también he pretendido hacer reír. Porque ya sabes que la risa no es un fenómeno biológico, sino una exaltación vital. Pero, ¿qué más? Yo te hablaría años y años de Tiberio. Es un personaje que sigue obsesionándome. Mis hijos rezan, cada noche, a “Sencillo”, el ángel guardián de Tiberio.

Dime algo que no te guste de tu novela.

Pues el título. Cuando el libro estaba en máquinas encontré el verdadero: “Tiberio Fernández, Hombre Provisional”.

Con méritos sobrados, ¿por qué tu novela no ha sido presentada a ningún concurso? ¿Es la tuya una abstención deliberada?

¡Pero si la he presentado! La acabé deprisa y corriendo para el Nadal. No obtuvo ni siquiera una mención. Y puedo decirte que no he tenido en la vida una desilusión tan grande. Por supuesto, ya sé que esta “confesión” me perjudica. Pero las escaramuzas con la Verdad no valen. Creo, de veras, que al jurado del Nadal no le gustó, no podía gustarle mi novela. Honestamente, creo también que no la leyeron, al menos entera. Pero de este incidente no me queda hiel.

En tu condición de crítico ¿Cómo ves la actual novela española?

Terriblemente indecisa, sin encontrarse a sí misma, viviendo de los réditos del naturalismo negro francés. Hay escritores tan magníficos como Cela dedicados al cultivo de un género que roza la pornografía. Hay otros como un Jiménez Arnáu, que mejor harían dedicándose a la Numismática. Todavía hacemos la novela de doña Emilia Pardo Bazán. Creo que la renovación de nuestra novela está empezando hoy, y hay que ser optimistas, aunque hasta ahora no haya habido motivos.

¿Qué condiciones debe reunir una novela para llamarse católica?

Las mismas que el “cine católico”. Que el “arte católico”. Que la “manera de vivir católica”. Es decir, hay que enfocar los problemas del hombre con una mentalidad católica. Hay que plantearlos de un modo católico. Te diría que bastará con que el autor trasluzca a su obra el mismo catolicismo activo que debe transpirar su vida. Y no hay que confundir “novela católica” con “novela religiosa”. Es lo que, en el terreno del cine, confunde lamentablemente el señor Vicente Escrivá. Y por supuesto, esa obra debe ser recia, viril, de hombres. ¡Estamos hartos de literatura rosa y blandengue!

¿Hay un nombre español del que quepa esperarla?

Planteada la pregunta así, como “esperanza”, la respuesta no es tan difícil. Hay que esperar la novela católica de Miguel Delibes; de Tomás Salvador; de Carmen Laforet; de José María Pérez Lozano. No se me ocurren más nombres.

La prensa ha informado de que tu novela va a ser llevada al cine. ¿Cómo nació la idea y quiénes la realizarán?

Pues de un grupo de hombres jóvenes, procedentes del Instituto de Experiencias e Investigaciones Cinematográficas. El realizador es un muchacho muy prometedor, Enrique López de Eguiluz. Yo he firmado ya un contrato con esta entidad, “Cinetel”, y en estos días estoy terminando el guión cinematográfico que hago yo mismo. De cómo nació la cosa no sé decirte. Estos señores me llamaron un día –éramos totalmente desconocidos- porque querían hablarme. Habían leído la crítica de Bartolomé Mostaza en “Ya”. Luego leyeron la novela. Y después fueron a verme muy ilusionados.


¿Crees fácil encarnar toda la gracia y la ternura que has puesto en Tiberio, todo ese ideal de caridad que transpira la novela?

No, no es fácil, pero intentaremos solucionar las dificultades de una obra “de protagonista”. Es decir que exigirá un intérprete muy excepcional. Pero ahora no quiero pensar en ello. Nos quedan cuatro o cinco meses de mucho trabajo antes de dar la primera vuelta de manivela al film.

Últimas ya “Un católico va al cine”, ¿qué es y qué quiere este libro?

Hace ya dos meses que entregué el original al editor Flors, de Barcelona, para la colección Remanso. Creo que saldrá enseguida, según me han dicho. Es un libro divulgador de los problemas estéticos que plantea el hecho cinematográfico. Es un intento por romper la indiferencia culpable de los católicos por el cine. Es una lanza rota por ese pobre arte que es tan frecuentemente éxtasis de fregonas en vez de laúd que cante las glorias de Dios. Es un libro periodístico y algo disparatado, sencillo y bastante denso de ideas, desordenado, pero creo que sugerente. Creo que, además, es ameno.

¿Qué se opone a la personalidad de nuestra cinematografía?

¡Tantas cosas! Primera y principal: falta total de guionistas. Miopía espiritual escalofriante. Después, desmedida ambición económica, descompensada por un planteamiento industrial ridículo, absurdo, risible. No hay Banco que quiera hacer de productor cinematográfico, como en otros países. La alegre bohemia de nuestros productores no tiene más que un fin: la cochina codicia que les corrompe a todos. El mundo del cine es soez, terrible, bárbaro. Mundo de intrigas, de zancadillas, de calumnias y de vicio. Fíjate si tenemos tarea por delante los que queremos un cine limpio, católico, español, honesto en todos los sentidos.

¿Cuál es el cine que puede y debe hacer España?

Yo no creo que España sea –como piensan tantos- la nación predilecta del Creador. Es un narcisismo estúpido y una forma de orgullo (como pecado capital) muy peligrosa. Creo que España debe hacer el buen cine que han hecho otros, y que las diferencias serán naturales, y no hará falta buscarlas. Esas diferencias estarán en la raíz misma de nuestra personalidad. Digo esto porque no falta quien asegure que España debe hacer “el cine católico”. Como si los demás no tuviesen derecho a hacer, también, cine católico. No “su”, sino “el” cine católico. Esto por delante. Pero creo que nuestro cine debe ser realista, porque realismo es la base de nuestra personalidad.

El número uno de los directores y el nombre del primero español.

No hay número uno. En nada, querido. Te puedo decir los nombres de los cinco directores que más me interesan hoy: José Antonio Nieves Conde, que está empeñado en no hacer el gran cine social que debe hacer. Luis García Berlanga, que está empeñado en hacer el cine optimista que desea, pero que no le dejan. Sáenz de Heredia, a quien tienta demasiado lo comercial, y por lo mismo ya no hará escuela. Bardem, en cuyo oído cantan sirenas ideológicas que no debiera oír. Y Antonio del Amo.

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