Es cierto y verdad que en la vida de las personas hay fechas que son muy importantes y que se celebran, digamos, de forma especial. Y una de ellas es, como podemos imaginar, la del nacimiento. Y es que si no nacemos, nada de lo demás podrá ser posible.
Bueno, pues una vez dicha esta verdad de Perogrullo (que no deja de ser importante aunque lo sea) lo bien cierto es que hoy celebramos un día muy especial pues es, como bien saben las personas que lean estas líneas y en esta casa de Lolo, el del nacimiento de Manuel Lozano Garrido, un tal día como hoy pero de un año algo alejado: 1920.
A quien esto escribe le gustaría felicitar a Lolo, que hoy habría cumplido 103 años y, de hecho, que hoy cumple los mismos en el Cielo, con palabras grandilocuentes pero, para eso, debería ser capaz de hacerlo y no es el caso.
De todas formas sí puedo decir: ¡Felicidades, amigo!, ¡Felicidades, Manuel!, ¡Felicidades, Lolo!
Como estoy más que seguro que esto lo lee nuestro amigo común allí donde se encuentra (gozando de la vida eterna que bien merecida la tiene) pues voy a lo sencillo que es, como suele ser común, dar gracias, dar las gracias.
Lolo, te doy las gracias por tu vida, así, en general, por cómo fue y por cómo la encaraste con la firmeza y la fe de quien sabe de Quién depende todo,
Lolo, te doy las gracias por el tesón que manifestaste a pesar de todos los pesares físicos,
Lolo, te doy las gracias por haber mostrado al mundo que se puede tener un dolor con escafandra,
Lolo, te doy las gracias por tu querer ser para el prójimo una mano y un corazón que auxilian y ayudan,
Lolo, te doy las gracias por tu alegría que era, segura y verdaderamente, sobrenatural pues, de otra forma, humanamente no se explica ni entiende,
Lolo, te doy las gracias por saber sobrenadar, y hacerlo de forma tan gallarda, el dolor y el sufrimiento,
Lolo, te doy las gracias (muy especialmente) por las palabras que nos dejaste escritas y en las que podemos confiar y estar a lo que nos dicen con la seguridad de que el Espíritu Santo tuvo mucho que ver en ellas,
Lolo, te doy las gracias por ser cobijo tierno para tus amigos (los de entonces y los de ahora),
Lolo, te doy las gracias por saber contemplar el mundo con ojos limpios y mostrarlo con ojos fieles,
Lolo, te doy las gracias por iluminar tantas veces nuestro camino con la Verdad que tanto amaste,
Lolo, te doy las gracias por aquellas lágrimas tuyas en Lourdes,
Lolo, te doy las gracias por todo aquello que no sé decir pero que sabes tengo en mi corazón.
Lolo, amigo, en esa distancia tan cercana que nos separa, aprovecho otra vez para felicitarte y decirte, con la canción infantil (¿No hay que ser como niños para entrar en el Cielo?):
Feliz, feliz en tu día,
amiguito que Dios te bendiga,
que reine la paz en tu vida
y que cumplas muchos más.
Y eso, traducido a tu ser:
Feliz, feliz en tu día,
amiguito bendecido por Dios,
goza de la paz eterna junto al Padre
y espéranos en el Cielo
donde cumpliremos contigo el tiempo.
En fin… eso es lo que hay. Tan sólo algo…
Entradas relacionadas

Licenciado en Derecho, casado y con dos hijos. Amigo de Lolo y bloguero en defensa de la fe.