Como hace muchas veces a lo largo de su vida como escritor y periodista, el Beato Manuel Lozano Garrido, dedica sus inspiradas letras a ocuparse de la Sagrada Familia. Y ahora lo hace en un momento más que importante de la historia de la salvación: el nacimiento del Hijo de Dios.

Ciertamente, ahora mismo, en este mes en el que estamos, podría pensarse que no viene a cuento traer aquí un villancico. Sin embargo, las cosas del espíritu y del alma no han de tener fechas prefijadas sino que siempre, siempre y siempre ha de ser Navidad en nuestro corazón .

Ciertamente, este villancico no es, digamos, uno que lo sea para un momento preciso y ahí quede sino que certifica, diciendo lo que va a pasar, el final de la vida de este Niño que, con alegría y gozo de los suyos, vino al mundo cuando Dios tuvo por oportuno que la humanidad se salvara.

 

 

Publicado en “Cruzada”, en noviembre-diciembre de 1952.

 

La luna, en el cielo,
bruñe a los luceros
de plata. Cabellos
de nácar, el viento
peina en el romero.
Y en el río lento
ruedan sonajeros.
Belén, tiene un dejo
de cristal. Su seno
dio vida al Recuerdo.
Pastores, cantad,
que el Rey de los Reyes
ha nacido ya.
Alba, noche y día
los ángeles miman
al Niño. María,
con los ojos hila
gozos y sonrisas.
José, en la sencilla
madurez florida
del nardo suavizan
las bestias su línea.
Y el heno orifica
luminarias mínimas
alba, noche y día.
Ángeles, callad,
que el Niño dormido
se va a despertar.
-Jesús, ¿un suspiro?
-Madre, es un divino
dolor por desvíos.
-Hijo ¿tienes frío?
-Frío estremecido
de ausencia es el mío.
–Tus ojos, mi Niño,
¿de qué están transidos?
–De amor infinito
no correspondido.
-¡Ay de tu destino,
mi capullo níveo!
-¡Ay de mi bendito
sendero de lirios!
Luceros, llorad,
que al Verbo Divino
crucificarán.

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