El que esto escribe lleva haciendo, eso, escribir, algunos años y eso le ha dado experiencia en determinadas cosas que ahora le vienen la mar de bien para artículos, por ejemplo, como éste.

La verdad es que siempre he estado contra aquel pensamiento que delimita los acontecimientos a un determinado momento. Así, por ejemplo, cuando se celebra el mes de María, en mayo, ¿acaso los demás meses no lo son? Y así podría poner muchos ejemplos.

El caso es que ahora, con Lolo, pasa algo por el estilo y, verdaderamente, no me gustaría que pasase eso. Y me explico.

Recientemente, ahora mismo, se está celebrando el final del Centenario del nacimiento de Lolo (1920) que empezó, como es lógico, el año pasado, pandemia de por medio.

El caso es que eso me lleva a pensar, exactamente, en el título de este artículo pues es eso lo que el corazón le dice a uno: ¿Y ahora qué? Y esto lo digo porque ya sabemos que las personas somos así: una vez pasa algo… pues pasó y ya está. Y no creo que en esto eso deba ni pueda pasar.

Hoy, por ejemplo, es un día muy especial porque un día como hoy, pero de 2010, nuestro amigo Lolo subió oficialmente a los altares y fue nombrado Beato. Es verdad que la fama de santidad la tenía ganada hacía ya unas decenas de años pero las cosas de la Iglesia católica tienen que hacerse de determinada manera y a ella nos debemos atener.

Pues bien, ¿Aquello puede olvidarse o quedarse como una fecha, ahí puesta, en el calendario y sin más? Creo que no sino que la debemos tener siempre presente para confirmarnos que aquello sólo fue el colofón primero (luego seguros estamos que llegará el segundo que será la declaración de Santo de la Iglesia católica) de una vida llena de santidad y que todo lo que ocurrió hasta entonces no eran más que pasos dados por alguien que creía lo que decía y que decía lo que creía.

¿Acaso podemos olvidar a Lolo? Sin duda que no y, para eso, debemos hacernos presentes en aquellos lugares de hoy (dígase redes sociales) donde difundir su persona, su forma de ser y su estar en el mundo.

¿Acaso podemos delimitar el ser de Lolo a un tiempo? Por supuesto que no pues su vida trascendió ya para siempre y siempre ha de ser tenida en cuenta como un regalo de Dios a este mundo descreído.

¿Acaso nos podemos permitir un lujo así? No. Es cierto y verdad que olvidarnos, aunque sea un poco, de Manuel Lozano Garrido sería algo así como un pecado de omisión más que grave.

¿Acaso se merece Lolo el olvido, aunque sea pequeño?

Esta pregunta hay que contestarla aparte pues es importante saber a qué debemos atenernos.

Bien sabido es, por cualquiera que esto lea (y sea en la parte del mundo donde pueda llegar esto) que nuestro amigo Lolo (lo es por muchos años que haga que Dios se lo llevó cabe sí) fue de una manera, muy especial, un santo en vida. Es decir, quien es como fue él y actúa como actuó él, sin duda alguna tiene, como hemos dicho arriba, una fama de santidad ganada ante mortem, si se puede decir así pues la post mortem está ya más que demostrada y tiene fijada la fecha, como también hemos dicho arriba, en un 12 de junio de 2010.

El ejemplo de Lolo, el que dio a lo largo de su vida y el que ahora podemos aprender, no es algo baladí o que tenga poca importancia sino mucha y más que mucha. Y es que, por ejemplo, de la lectura de su obra escrita (libros, poemas, artículos de prensa, etc.) no se puede decir otra cosa que es, en cuanto a la misma, un prodigio y, en cuanto a su sustancia y esencia, un gozo verdadero y que no podemos perder ni dejar perder.

Que nadie crea que, al que esto escribe, le gusta considerarse un loliano más (aunque, seguramente, mucho menos que muchos otros) se manifiesta pesimista o algo por el estilo. Al contrario es la verdad: quiero sobrenadar, en palabra de Lolo, sobre los olvidos y los dejares atrás para ponerme sobre todo lo que pueda suponer un adiós. Es más, estas palabras no son, sino, más que expresión de continuidad, de gozosa continuidad.

Lolo, pues, ahora y siempre y, como diría santa Teresa de Jesús de la vida eterna, siempre, siempre, siempre.

¿Y ahora qué? Ahora Lolo.

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