Intervención de Txomin Pérez, redactor jefe de la revista Signo, de Acción Católica General, el pasado 11 de junio, en el acto de homenaje a los periodistas y peregrinos que dieron cita en Linares con motivo de la Beatificación de Manuel Lozano Garrido, Lolo. El acto tuvo lugar en el Teatro Cervantes de Linares (Jaén).

Es para mi un honor -creo que no merecido- el poder decir unas palabras en el marco de la Beatificación de Lolo. Me llamo Txomin Pérez, soy militante de Acción Católica General, periodista y redactor jefe de Signo, una de las publicaciones en las que Lolo colaboró.

Mi historia en la Acción Católica comienza a los 8 años… y ya voy para los 40. Durante estos 32 años, con mucha frecuencia me he dado cuenta de que tengo convicciones profundas que no tengo muy claro de dónde vienen. Planteamientos y actitudes ante la vida, maneras de obrar, pensar y sentir, modos de acercarme al mundo que me rodean… que salen de una manera espontánea. Como si ya estuvieran dentro… sin que yo fuera consciente. No le encuentro mucha explicación… a no ser… que ya lo lleve inserto en el “código genético” modelado como persona creyente por la Acción Católica.

Una Acción Católica que ha ido recogiendo lo que cada persona ha dejado en ella. Los anónimos y los que todos recordamos: Mary Salas, Pilar Bellosillo, Manuel Aparici, Guillermo Rovirosa… Lolo… y tantos otros.

También soy de los que tiene la sensación de que en la Facultad de Periodismo no aprendí gran cosa. Allí no se prestaba atención al “Ver-Juzgar-Actuar” como metodología. Me pregunto si se podrá hacer periodismo desde el Ver-Juzgar-Actuar. Yo creo que sí… y creo que Lolo ya lo hizo.

¿Podremos acercarnos a los hechos con una mirada limpia? Creo que sí. Y creo que es necesario que así lo hagamos. Porque la realidad que nos rodea cada vez es más compleja. Es necesario ver el árbol… y ver el bosque. Ver los hechos con ojos limpios de prejuicios. Con ojos limpios del bagaje ideológico personal… para ver qué es lo que realmente sucede. Para poder discernir porqué sucede lo que sucede. Cuáles son sus causas y cuáles son sus consecuencias. A quiénes afecta… y quiénes son los responsables de lo que sucede. Para poder contar las cosas tal como son. ¿Podremos acercarnos a los hechos con una mirada limpia como la que tenía Jesús? Creo que sí. Lolo lo hacía…

¿Podremos juzgar la realidad que vemos de una manera justa, de una manera creyente? Creo que sí. Y creo que es necesario. ¿Cómo valora un creyente lo que ve a su alrededor? ¿Qué nos dice la Palabra de Dios? ¿Qué nos dice la Doctrina Social de la Iglesia? ¿Qué nos dice el Magisterio? ¿Qué nos aporta nuestra experiencia de fe? ¿Nos preguntamos qué juicio haría Jesús de lo que sucede a nuestro lado? Creo que sí. Lolo lo hacía…

¿Podremos actuar, como periodistas, de una manera cristiana? Creo que sí… si hemos llegado hasta aquí. Contaremos lo que vimos y juzgamos -así entiendo yo la faena- de una manera especial, de una manera evangelizadora y transformadora. De una manera que servirá para anunciar el Reino de Dios que ya llega… y que tiene a los pobres en el centro del corazón. ¿Obrar así… es posible? Creo que sí… Lolo lo hacía.

Hasta aquí lo veo claro. Y trato de hacerlo cada día. Pero no es fácil. Porque me faltan cosas… Cosas que a Lolo le hacían especial.

Quizás nos falta -me falta- confianza en el ser humano. Querer a los que nos rodean… y a los que no conocemos. A los que piensan como yo y a los que piensan distinto. Ponernos, muy a menudo en el corazón del otro… y tratar de sentir lo que siente, para entender lo que hace.

Quizás nos falta -me falta- alegría. Sonrisas. Agradecimiento. Y lo vemos todo demasiado oscuro… y encontramos un peligro en cada esquina. Como si viviéramos los peores tiempos que puede vivir un cristiano.

Y quizás nos falte -me falta- fe. Confianza total en Dios. Contacto diario y vital con el Padre. Escucha de su Palabra. Amor por la Eucaristía… todo el alimento y fuerzas necesarias que es lo que -al fin y al cabo- nos ayudará a ser perseverantes en todo lo anterior.

Confianza en el ser humano. Alegría y actitud de agradecimiento ante la vida. Contacto personal continuo con Dios Padre. Lucidez y arte para contarlo. Esto que Lolo vivía con normalidad… es a lo que yo aspiro… y ansío.

La primera vez que oí hablar de Lolo… fue a través de las palabras de una gran personalidad del periodismo español, Don Alejandro Fernández Pombo. Un día me hizo un regalo que conservo con gran cariño. El número 1000 de Signo. El “milnumerario”. En él se recoge está oración que me gustaría compartir con vosotros:

«Perdón, Señor, porque abusamos de tu paciencia y escribiendo tantas cosas, sin duda dijimos necedades, sostuvimos simplezas, afirmamos falsedades, exageramos, perdimos la serenidad y sacrificamos la verdad al éxito. Perdón, pues, Señor, a tus hijos los de las demasiadas palabras.

¿Hemos sabido ser intérpretes honrados de tu plan y proyecto sobre estos hombres de nuestro contorno? ¿Fueron semillas genuinas las muchas y muchas letras de tanto y tanto papel tintado? ¿Tus ángeles coleccionan en la altura lo que los fieles leyeron con constancia? ¿Hemos adelantado la cosecha o no fuimos sino estorbos pretenciosos a tu obra?

Y con el perdón las gracias, porque nos diste el honor de glosar tu verdad, de pretender decir y escribir cosas en tu nombre, porque con todo ese margen de faltas y fallos nunca -bien lo sabes- faltamos a conciencia queriendo explotar tu luz a nuestro interés y gloria.».

 

Pido a Dios -como decía Lolo en su Decálogo- la gracia de poder trabajar “el pan de la limpia información con la sal del estilo y la levadura de lo eterno”. Para que los hombres tengan el gozo de “saborear, juzgar y asimilar”.

Lolo… ayúdame -ayúdanos- a escribir como tú nos pediste: “de rodillas para amar; sentado para juzgar; erguido y poderoso, para combatir y sembrar”.

Que así sea.

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