Tanto la oración como el silencio, el dolor o la inutilidad, serán siempre misioneros desde que Cristo supo arrancarle palabras de aceptación y de plegarias a un cuerpo con todas las marcas oficiales de inutilidad. Los que de verdad estamos inválidos o quienes sienten sobre el alma la quemazón de esa calumnia, debemos vivir el noble orgullo de ser distinguidos como gemelos de Cristo que sufre. (M. Lozano Garrido; Orate, s/f)
Monseñor D. Ramón Del Hoyo López,
obispo de Jáen, nos presenta el perfil misionero de Lolo
“Tres letras de luz”; así define el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, la sigla UEM (Unión de enfermos misioneros).
El Beato Manuel Lozano ha sido beatificado en Linares (de la diócesis de Jaén) el pasado 12 de junio en una ceremonia sencilla pero solemne, emotiva y a la vez hondamente piadosa. Asistieron más de 15.000 personas. Y asistieron también sus dos hermanas que aún viven (Lucy y Expecta).
La Iglesia nos propone en cada momento como ejemplos de santidad a los que mirar en nuestro camino de vida cristiana, a hombres y mujeres que han seguido con fidelidad al Evangelio. Lolo, sin duda, es un hombre santo, de hoy para el hombre de hoy.
Su perfil es muy rico: eucarístico, mariano, hijo fiel de la Iglesia, periodista y escritor, paralítico y ciego. Sus biografías son ilustrativas y enriquecedoras, subrayando siempre su profunda alegría en medio de sus muchos dolores. Algunos de esos abundantes perfiles tuve ocasión de exponerlos más ampliamente en la Exhortación pastoral que dirigí a la Diócesis de Jaén en el mes de marzo pasado, al inicio de los actos de preparación de la Beatificación de Lolo.
Pero ahora, en esta semana de Burgos, debemos presentar también sus rasgos de MISIONERO. Y no es en absoluto forzar el discurso para llegar a esa afirmación. Valga una anécdota suya. En su habitación-comedor-dormitorio-sala de visitas y de trabajo había un mapamundi con alfileres de colores clavados en cada parte del mundo donde había un misionero amigo (y eran muchos!).
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Entre los años 1959-1968 Lolo escribe en la revista “Enfermos misioneros”. La viñeta que adorna el título de estas colaboraciones es un sillón de ruedas con unos papeles caídos al suelo; quiero pensar que la viñeta se corresponde con estas palabras que él escribe en el primero de una serie de sus artículos. Dice: “Cuando la chica se fue al mercado se me cayó la cuartilla y he perdido la mejor hora de trabajo” (Enfermos misioneros, nº 52, 1960).
Aquí aparece esa nota de “Valiosísima invalidez” como escribe Joaquín Luís Ortega, recientemente. A esa “inutilidad” se refiere Lolo unas líneas antes en el mismo artículo, recordando a un amigo misionero con una cierta ironía: “Moscas… Como no las puedo ahuyentar echo mano del viejo recurso de soplar en abanico”. Y continúa entre broma y una cierta sorna: “Alguien me decía que ésta es una hermosa circunstancia de mortificación”. (De Lolo dice su médico: ‘Es como si tuviera un alfiler clavado en cada célula de su cuerpo’). “Alguien me decía que ésta es una hermosa circunstancia de mortificación”. Parece que tal ‘consejero’ era uno de sus múltiples amigos en misiones, porque continúa: “De acuerdo; y le deseo que sepa aprovecharla él con los tábanos de la jungla, donde debe estar ahora”.
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Artículos que Lolo publica en ‘Enfermos misioneros’
Al menos fueron dos series que llevaban el mismo título de serie, y algunos otros más, fuera de serie, todos ellos entre 1958 y 1968. Una de las series lleva por título “Dios habla todos los días” y con ella pone los inicios de uno de sus libros que luego publicará con ese mismo título.
La serie “Todos somos elegidos”, es el título de un opúsculo que luego también publicará, tiene un sabor y sentido de vocación apostólica y vocación misionera.
El Beato Manuel Lozano hizo de su vida una maravillosa fusión del amor y del dolor con resultado de ‘alegría’. Y así lo proyectó a tántos y tántos enfermos a los que él conocía y cuidaba con sus cartas, escritos y llamadas de teléfono.
“No hay vida humana que no haya sido encendida sin una misión. El lugar y las circunstancias no cuentan entre la grandeza del destino”. Así se expresa hablando de la muerte de Angelita, que murió al borde de los 40 años de edad y 30 de enfermedad incurable. (Enfermos misioneros, junio 1967). Una enferma entre los primeros de los varios cientos de enfermos a los que él contagiara su afán apostólico del dolor como ofrenda salvadora.
Lolo se meterá en el interior de Cristo crucificado “sin palabras y sin andares, cuerpo de toda debilidad”, y le dirá: ¿Por qué has elegido precisamente la fórmula de la flaqueza para salvar?
Y como contestación a esa pregunta ante el Cristo crucificado él mismo se responde: La salvación tiene nombre de debilidad. Ni los átomos, ni los dólares valen lo que el amor y la debilidad, porque lo débil salva al mundo. (Enfermos misioneros, octubre 1961).
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La vinculación de Lolo, del Beato Manuel Lozano Garrido a las misiones, a la misión de la Iglesia, no sólo es por la colaboración frecuente en Enfermos misioneros; es sobre todo una vinculación ‘vital’, de hombre enfermo que al sentir la pasión por la Iglesia, ve el torrente de fuerza que puede ser el dolor ofrecido por la misión, por la Iglesia. Porque es nota en la vida de Lolo su pasión por la Iglesia. (Y por ello necesariamente su pasión por la MISIÓN de la Iglesia). Lo demostró en los años del Concilio Vaticano II, leyendo día a día las crónicas de prensa de las sesiones en el aula conciliar que escribían sus amigos Martín Descalzo, Javierre, Antonio Zafra y Antonio Montero. Con ellos disfruta horas y horas en los periodos entre etapa y etapa en largas conversaciones en que él deja traslucir su ser ‘pionero’ y su amor a la Iglesia.
Lolo desde el escaso metro cuadrado donde se desarrolla su vida en el sillón de ruedas, siente y ama la misión de la Iglesia y se ofrece por los misioneros y anima a otros enfermos a esa misma tarea. En pocas palabras desentraña Lolo esta fuerza para la misión que pueden aportar los enfermos: “Y como Dios está en el dolor y lo diviniza, el misionero o el chino notan que de pronto tienen una turbina en el corazón y que ya les canta. Desde luego que es fantástica esta red de canales que nos une a todos y que se llama Cuerpo místico” (Enfermos misioneros, s/f)
No me resisto a citar un párrafo de hondura mística que escribió el Viernes santo de 1967 (Enfermos misioneros, marzo 1967):
Hoy, Señor, yo ante Ti, con una mano de rapiña. Estás solo, tremendamente abandonado, sin guardaespaldas, y, lo que yo te haga, sea lo que sea, ha de quedar también impune. Seguro que, si me acerco y te robo, nadie me lleva a la comisaría. Y, mira; lo primero que hago es aprovechar la oportunidad y hacerme de tu corazón…
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Para concluir hay que hacer referencia a la cantidad de escritos que publica cada año por las fechas de Pentecostés, día de los ‘enfermos misioneros’. En 1961 habla de la potencia misionera del dolor de los enfermos puesto en las manos de Dios, comparándola como “el mejor plan Marshall”. Con ese estilo muchas veces recargado de metáforas tan propio de sus escritos, dice: “Todas las cartas llegan y todos los sacrificios tienen su destino. Los tuyos de enfermo pueden ser misioneros”. Y también escribe así en Signo (Semanario de la Juventud nacional de Acc. Cat. nº 1165, de junio 1962): Millares de seres cargan aún con el dolor sin haber acertado a darle una raíz constructiva… Este filón infructuoso es el que ha hecho movilizarse a la UNIÓN DE ENFERMOS MISIONEROS y montar la llamada ‘Operación cirineos’ con su hora H en el día de Pentecostés. Los que trabajáis por iluminar a Cristo en las almas tenéis aquí un objetivo esplendido de amor…La U.E.M. lo da todo hecho y apenas si necesita más que vuestra meditación”.
Y en otro escrito de las mismas fechas dice: “Los bancos y los comercios recuentan sus cajas al filo de Nochevieja. La Iglesia capitaliza a la luz clara de este día (Pentecostés). Hace arqueo de almas que sufren, de cuerpos que sangran, de espíritus que viven la pobreza y los pasa por la ventana abierta de la santidad. Del presupuesto de circunstancias dolorosas de la JORNADA DE LOS ENFERMOS ha de vivir durante todo el año y, no obstante, su saldo es una hermosa cifra de esperanza” (Enfermos misioneros, nº 56, 1961)
¡Su saldo es una hermosa cifra de esperanza!
Quiero invitaros a todos a dar gracias a Dios por la vida de este hombre, el Beato Manuel Lozano Garrido, que también tuvo en su vida tan rica, este amor grande a la Iglesia y a la misión evangelizadora de la Iglesia que continúa predicando de Oriente a Occidente el Evangelio de la esperanza, la salvación que Dios nos ofrece por la Palabra salvadora que nos habla el Señor Jesucristo.
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Obispo de la diócesis de Jaén [ 15 de mayo de 2005 a 9 de abril de 2016 ]