Es verdad que hay cosas que a uno no lo dejan porque uno no quieren que lo dejen. Y me refiero ahora mismo a la Obra “Sinaí” y, en concreto, al medio de comunicación al que hemos estado dedicando algunas que otras semanas y que, también, lleva tal nombre.
Descubrir “Sinaí” es algo así como encontrar un tesoro. Y, como tal, trátase de algo que no se conocía y de ahí lo del uso de tal palabra que, además, en el estricto sentido de las cosas… lo es.
Es cierto y verdad que cuando alguien encuentra un tesoro lo que hace es descubrir algo que es de gran valor pues no se entiende otra cosa distinta de tal acontecimiento. Y eso es lo que pasa con “Sinaí”.
Vayamos, para eso, a la definición de tal palabra:
“Tesoro: cantidad de dinero, valores u objetos preciosos, reunida y guardada”.
A lo mejor se piensa que esto no tiene nada que ver con una revista que se editó durante unos cuantos años y luego, por la fuerza de las cosas y los acontecimientos, dejó de ver la luz. Pero tal forma de pensar no concuerda con la realidad. Y eso lo podemos demostrar ahora mismo.
En cuanto a lo primero, “Sinaí” fue un verdadero prodigio de “haber” y de “deber”. Es decir, como en sus mismas páginas se muestra en algunas ocasiones, se hacían verdaderos encajes de bolillos (incluido que una editorial se hiciera cargo durante un año del coste de la edición) para que cuadraran las cuentas y bien sabía Lolo y Dios a cuántas puertas tuvieron que llamar (sobre todo las del corazón de sus suscriptores) para que, de una manera u otra, la cosa pudiera salir adelante. Es más, casi al final de su maravilloso recorrido temporal, se recurrió a la publicidad para que la misma echar una mano. Y no podemos decir, para nada, que al que esto escribe no le gustara ver en las páginas de “Sinaí” publicidades de diversos establecimientos sino que, en efecto, es más que agradable ver la sintonía con el mundo que se mostraba con eso sin por eso desvirtuar para nada ni la naturaleza del su contenido ni nada por el estilo.
Vemos, por tanto, que en cuanto al “dinero” (que puede parecer vil metal pero sirve también para lo bueno, como es obvio) es “Sinaí” un verdadero tesoro.
Pero es que si hay un espacio donde “Sinaí” brilla con un poder inconmensurable es en el de los “valores”. Y es que en las páginas de esta gozosa revista, los mejore valores se reflejan en sus páginas y no hay que poner pero alguno a lo que en las mismas se dice.
Decir que los valores son destacables en “Sinaí” ha de querer decir que lo bueno y mejor se fijó por escrito en tales páginas. Y, así, el amor al prójimo brilla no por su ausencia sino, precisamente, por su presencia Y es que el prójimo, a quien va dirigida la publicación de “Sinaí”, es la causa primera de su misma existencia. Y sí, el prójimo enfermo, el prójimo que sufre (no sólo del cuerpo sino, a veces, del alma), el prójimo que necesita una mano que lo levante si se ha caído o que le ayude a caminar si le faltan las fuerzas, el prójimo que no sale de casa por sus dolencias, el prójimo que se sabe, por tanto, encerrado entre cuatro paredes, el prójimo que necesita un corazón sencillo y tierno que se le acerque aunque sea a través de la palabra, el prójimo que no quiere perder la esperanza en una vida que parece haberla perdido para siempre, el prójimo que quiere luz cuando anda en la tiniebla, el prójimo que ansía conocer que hay quien está en su misma situación y sigue adelante…
En fin… como podemos ver, hay valores humanos y divinos que las páginas de “Sinaí” tienen como causa primera, como realidad que quieren reflejar y, por decirlo así, como destino mismo de su esencia misma.
Pero hay más, como podemos suponer.
En realidad, el “objeto” mismo de la revista “Sinaí” no deja de ser un tesoro que, por desgracia, ya no está al alcance de todo aquel que quisiera tenerlo en sus manos y acariciar, por decirlo así, la majestad de saber que eso fue forjado por un Director que tenía nombre, Manuel, y apellidos, Lozano Garrido y que allí está su espíritu y su corazón todo. Y eso, aunque no podemos gozarlo como nos gustaría, sí podemos, al menos, imaginar cómo puede ser pasar las páginas que Lolo pasó…
Tesoro, sí. “Sinaí» es un verdadero tesoro que, en cuanto a su función primera, aquella en la que se incardinó aquella Obra de Lolo, sigue en vigor y tiene vigencia plena. Y es que aún se sigue orando por aquellas personas que dedican su vida a la comunicación y tiene el valor principal de ser creyentes católicos y se hace en el espíritu de “Sinaí”.
Y es que, como sabemos y dice la parábola del sembrador, hay tierras donde la semilla, al caer, dan el 100% de frutos. Y “Sinaí”, teniendo a Lolo como fautor principal y definitivo (pues ayudaba y favorecía a muchos), era buena tierra, bien regada por el agua viva de la Palabra de Dios. Y así, claro, es que no se puede fallar.
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Licenciado en Derecho, casado y con dos hijos. Amigo de Lolo y bloguero en defensa de la fe.