En una ocasión como la que tenemos hoy por delante lo mejor es, creemos, que hablen aquellos que quisieron dedicar su homenaje al Director de “Sinaí”, a la sazón Manuel Lozano Garrido, devenido Beato de la Iglesia Católica. Y es que este número, el que contiene los números 121 y 122 de la revista de la Obra de tal nombre, es el último que vio la luz al día en el segundo semestre de 1971. Lolo había sido llamado a la Casa del Padre aquel año, un 3 de noviembre.

Que hablen, pues, los protagonistas de este maravilloso y gran número.

Para empezar, el Editorial, titulado ahora sí, así, “Editorial” (los demás números su Director ha escrito una primera página a la que hemos dado en llamar de tal manera) se escribe a partir de un texto que dice “El grano de trigo que no muere, él sólo permanece”. Y es que Lolo, el grano de trigo, ha muerto…

Pues bien, se pregunta el editorialista “Y ahora ¿qué?”. Y se responde esto:

“Quizá sea el tiempo del silencio de Dios. Dios sigue hoy teniendo sus silencios. Como en Egipto: 400 años, antes del éxodo. Como el silencio del grano que se pudre esperando florecer. Ahora SINAÍ se va a callar. Como se ha callado Lolo. Pero nosotros sabemos que el silencio de Lolo sigue hablando, ¡y más que antes!”

También se nos aporta algo muy importante a la hora de saber acerca de la obra de Lolo. Y es que “Momentos después de morir Lolo llegaba la copia mecanografiada, dispuesta ya para la imprenta, de su último diario: “Las estrellas se ven de noche”…

Se aporta en este número el “Testamento espiritual de Lolo” bajo las palabras “Creo”, “Espero” y “No estoy solo” que muestran más que bien cómo era nuestro amigo y cómo procedía con relación a su vida y a la vida de su prójimo. Y se trata de textos del mismo Lolo:

“Creo en la poder y la fertilidad de la bondad”; “Espero, y espero, mientras viva un corazón, entretanto que el hombre siga siendo alegre y hermosa esperanza de Dios”, y, por último, “No estoy solo, porque en el mundo no hay un huevo sin la presencia de Dios, ni un pozo donde no se refleje la estrella de un destino”.

También se nos dice que hay, en cuanto a miembros de “Sinaí”, 239 enfermos y 39 Comunidades religiosas (al final se aporta la lista de asociados que ocupa ¡4 páginas!), lo cual dice mucho de la labor que se hizo desde que Lolo tuvo la inspiración divina de hacer que una obra como “Sinaí” saliera al aire del mundo y que muchos periodistas católicos se beneficiaran espiritualmente de su callada pero profunda labor.

Y, como no podía ser menos, el gran amigo de Lolo, a saber don José María Pérez Lozano, no podía dejar de aparecer en esto que no es, en todo caso, sino una loa dirigida al linarense universal que era, y es, Manuel Lozano Garrido. Y escribe esto:

“Hoy, poco después de la tarde, el corazón del mundo ha dejado de latir. Vuelan por los cables, donde las golondrinas escuchan las horas, los servicios mensajes azules que elevan la noticia asombrosa que nunca esperábamos. /…/ “Hoy, poco después de las dos de la tarde, hemos empezado a vivir en la Esperanza, Manuel, Cristo otro, eres verdad y vida. Sólo mueren los que no saben vivir. Tú -Aquí estamos- sigues vivo.”

Y no podemos dejar de traer aquí lo que una amiga de Lolo y, también, linarense universal como nuestro amigo, Fanny Rubio (escritora y poetisa, entre otras cosas) escribe, en forma de poema. Se titula A.M.L.G. y vamos a tener el honor de ponerlo aquí completo:

Aquel día

en el trasfondo gris de nuestro pueblo

una onda ilocalizable

aturdió las cabezas de los peatones y las ruedas de los vehículos.

Lo notaron las vendedoras de periódicos.

Todos fijamos en la memoria -lo retuvimos con angustia-

tu piso de ermitaño forzoso

y tu cuerpo de cera en constante bajada

y siempre abierto

y antes de que la arruga de tu muerte nos marcara los ojos.

Hoy ya casi a treinta mediodías

hundidos en otras muchas noticias de la prensa

marginado el lenguaje que la cultura quiere

para llegar al hombre-estereotipo

en tanto los conscientes

se disputan el monopolio de los oprimidos

tú en aquella ciudad delimitada

como siempre sin vernos imaginándonos por el tacto

extirpando tu voz al fondo de tus músculos

desde lo hondo de tu cuerpo doblado

habrías querido unirte -hoy también- con nosotros.

No te quedas perdido.

por todas las veredas

olfateando sobre las escaleras de tu casa

animales de todas las especies

compañeros diversos

con tu nombre en las manos nunca inmóvil

como el que abriga tierra

esperamos unidos tu simiente

 

Por otra parte, y como era de esperar, este número especial de “Sinaí” lleva diversas manifestaciones de pésame por la muerte de Lolo: del Obispo Auxiliar de Sevilla, don Antonio Montero Moreno a su hermana Lucy; el de la Asociación para la promoción cultural y social de enfermos de larga curación y disminuidos físicos (AUXILIA) dirigía a la propia revista “Sinaí” o, también, la carta que Gabela Taboada (enferma), que tantas veces ha  aparecido en “Sinai” y que desde Whitwell (Inglaterra) escribe de forma muy sentida al decir, por ejemplo que

“Dios Nuestro Señor lo ha llamado para premiarle todo el largo dolor y sufrimiento de sus largos años de cruz, y pese al vacío humano, sobre todo para los más allegados y de roce diario, creo mejor que debemos estar contentos los que, hermanos en el dolor, nos sentíamos un mucho hijos del fundador de ‘Sinaí’; y es tener un santo en el  Cielo, y ‘patrón’… Bendito sea Dios, vuelvo a repetir, y nos conceda hombres tan valientes y tan virtuosos en celo apostólico y al pie de la Cruz como Lolo. Amén.”

Y, casi por finalizar, lleva este número de “Sinai” una entrevista que Antonio Castro hizo a Lolo o, mejor, una conversación que mantuvieron ambos. De todas formas, no sabemos si se trata de una conversación imaginaria o sucedió de verdad pues al final de la misma dice que “Y no hablamos más, porque Lolo tenía que morirse”.

En realidad, aunque la misma fuera imaginaria, en ella se dice muchas cosas acerca de la entrega de Lolo a los demás, de su no querer que los demás sufran con sus sufrimiento o de que, en fin, era la alegría personificada a pesar de todo… que creemos que bien podría haber tenido lugar en cualquier otro momento antes de su muerte. Y es que Lolo, al final de aquella conversación y a palabras de Antonio Castro sobre su obra “Sinaí” dice esto:

“¡Sinaí! El nombre no me negarás que es bonito. Alguien que busca a Dios y reza, mientras que los demás luchan en la vida. Cada uno, cuando sufre, lleva un Sinaí Dentro: una zona en la que Dios se hace palpable y vivo. Lo difícil es verlo. Bueno, ¡Pero ya está bien!”

Y es que Lolo, andaba algo cansado de la tal conversación aunque nosotros creemos que lo que andaba era algo, sí, cansado, pero era de las muchas loas que Antonio Castro le dirige en sus palabras pues es más que sabido, entonces y ahora, que Lolo era la humildad personificada y no le gustaba que le alegrasen los oídos más de la cuenta con cosas de tal jaez. Es más, aquí mismo hace algo muy propio de él que es querer saber más de la vida de la persona con la que habla. Y es que, casi al final de esto dice el bueno de Manuel:

“Bueno, ¿queda mucho todavía? No te molestes, pero me estás pegando un rollo tremendo. Deja eso ya y cuéntame qué haces ahora”.

Y así era Lolo y su obra “Sinaí”: entregado al prójimo hasta el máximo extremo.

Y, es más, la imagen que ilustra esta conversación (arriba está) muestra a Lolo sonriente. Encima…

Y nosotros, después de este paso por las páginas de la revista “Sinaí” y de tener que agradecer mucho a Lolo, y de recordar en este número la partida a la casa del Padre de su Director, nos gustaría decir, acompañados por el dibujo que hace lo propio en el poema de Fanny Rubio arriba citado, esto que sigue: “Vuela golondrina, que Dios te espera”. Y, seguro, voló y lo encontró.

Manuel Lozano Garrido, Beato Lolo, ruega por nosotros.  

 

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